De Trastorno de Thomas Bernhard, p.56
En casa del industrial tampoco
había ningún libro, dijo mi padre; intencionadamente, no tenia en casa ninguno
para no irritarse. Nada irrita más que los libros, dedo el industrial, cuando
se quiere estar solo, cuando se debe estar solo. A su hermanastra, dijo mi
padre, le permitía leer periódicos, entre ellos Le Soir y Aftonbladet, Le Monde
y La Prensa, pero ninguno alemán. Sin embargo, incluso los periódicos
extranjeros permitidos debían ser atrasados de un mes por lo menos: sin poder
destructor, poéticos ya.
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