De Una vida absolutamente maravillosa, de E Vila-Matas, p.514, 515
Aquella tarde, sin embargo, ante
sus visitantes españoles, como seguramente ante todos los que le hacían preguntas,
no estaba dispuesta a soltar prenda y se hizo la inocente y quizá jugó --como
Ripley- a camuflar sus delitos, si los hubiere. Su conducta, vista ahora
treinta años después ppne en marcha una narración; la historia de una mujer que
no está dispuesta a revelar el sencillo secreto de su arte a nadie. Esa actitud
de Highsmith? me recuerda a Simenon cuando con ganas de jugar (de divertirse en definitiva), se mostraba totalmente perplejo
con Andre Gide, que no paraba de escribirle cartas, llenas de preguntas, casi
todas sobre sus mecanismos creativos. Según Simenon, “durante toda su vida Gide
tuvo el sueño de ser un creador y no un filosofo, y yo era exactamente su
opuesto y creo que estaba interesado en mí por ese motivo”. Simenon tampoco le
dio pistas a Gide sobre su proceso
creativo y éste murió –ahí había también
una buena historia para una novela- sin
saber como se podía ser tan sencillote y al mismo tiempo tan extremadamente
creativo.
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