Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FELIZ AÑO NUEVO

«Sí, señores. Hace mal tiempo y estamos esperando a que cambie. Pero es mejor que haga mal tiempo a que no haga ninguno, y mejor que estemos esperando a que no esperemos nada.»
Citado por EV-M de las Memorias de Bertand Rusell

MY GENERATION

De Sunset Park, de Paul Auster, p.98-99
... y cuando se pone a pensar en esa generación de hombres callados, los niños que crecieron durante la Depresión para ser ya mayores cuando estalló la guerra convertirse o no en combatientes, no les reprocha que se nieguen a hablar, que no quieran volver al pasado, pero qué curioso resulta, piensa ella, qué incoherencia tan sublime que su propia generación, que no tiene mucho que contar todavía, haya producido hombres que nunca dejan de hablar, personas como Bing, por ejemplo, o como Jake, que se pone a hablar de sí mismo a la menor oportunidad, que tiene opinión sobre todos los temas, que vomita palabras de la mañana a la noche, aunque el hecho de que hable no quiere decir que ella quiera oírle, mientras que en lo que se refiere a los hombres callados, a los viejos, a los que están a punto de desaparecer, daría cualquier cosa por escuchar lo que tuvieran que decir.

INCIPIT 284. EL ORIGINAL DE LAURA / VLADIMIR NABOKOV

EL ORIGINAL DE LAURA
Cap. Uno
Su marido, contestó ella, también era escritor..., una especie de escritor, al menos. Los hombres gordos pegan a sus mujeres se dice, y él ciertamente tenía un aspecto fiero cuando la sorprendió hojeando sus papeles. Fingió asestar un golpe con un pisapapeles de mármol y aplastar aquella mano pequeña y débil (desatando el movimiento febril de ésta). En realidad, ella buscaba una tonta carta comercial —y en absoluto trataba de descifrar su misterioso
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ZSA ZSA GABOR

Ingresan al marido de Zsa Zsa Gabor al echarse pintauñas en los ojos

Efe Los Ángeles
Frederic Von Anhalt, esposo de Zsa Zsa Gabor, ingresó este martes en una clínica de Beverly Hills (California) tras confundir un esmalte de uñas con unas gotas para los ojos, dijo el publicista de la actriz, John Blanchette, en un comunicado.
"Estaba oscuro y cogió el esmalte de uñas de su mujer en vez de las gotas para los ojos", según Blanchette. "Fue estúpido", admitió el propio Von Anhalt a los medios de comunicación tras salir de la clínica

FELICES FIESTAS

La edad de oro amanecía, y los griegos, divinos pastores, contemplaban aún las pálidas estrellas. Era en el silencio de las majadas, sobre las Colinas con olivos, entre los perros vigilantes. Sus almas se revelaron con la aurora; aquellos cabreros tenían los ojos soberanos de las águilas y todas sus intuiciones las arrancaron a la celeste entraña del Sol. Los bosques de sagrados senderos, los arroyos claros, las grutas de donde vuelan en los ocasos los pájaros de largas alas, las sombras de los laureles, las playas lejanas y doradas, con el mar azul, fueron los pobladores de sus almas. Con ojos maravillados bajo la luz, recibían todas las imágenes como especies eucarísticas, y eran tantas y tan diversas las imágenes, que en ellas se cifraban las normas de todo el conocimiento. El sentir de los griegos fue hijo del mar y del cielo, de las colinas con olivares y viñedos, y de las serranías con rebaños, de los bosques con genios y de la lujuria de las formas
De La lámpara maravillosa de Ramón María del Valle-Inclán

BERLANGA, IN MEMORIAM

Del prólogo de Francisco Umbral a “El último austrohúgaro”de Juan Hernández Les

María Jesús, la santa esposa, hace muchas más Cosas de las que parece que hace, porque es la perfecta casada de Fray Luis, pero en soriano, y a última hora me regala plumieres infantiles como cofres carpinteros de mi infancia porque no sabe que yo era un niño sin plumier El síndrome/plumier, es otro de mis síndromes freudoharapientos.
Me recuerda esta casa el cuento de los enanitos que eran dedos y que uno fue a por leña y otro fue a partirla y otro buscó un huevo y otro fue a freírlo hay un Berlanga junior que traduce a Bukovski paciente y acertadamente con la misma delicadeza con que Salinas traducía a Proust. Hay otro Berlanga junior que hace música pegamoide en silencio (los músicos suelen trabajar en silencio, desde la sordera de Beethoven basta el ruido de Wagner que no dejaba oír nada). El pegamoide luego, triunfa en Madrid con la música que ha gestad0 calladamente en el piano de Beethoven comprado de reventa en el Rastro
Hay otro Berlanga junior, o el mismo, o yo no sé, que dibuja comics o diccionariza el cheli, poniéndome Oportunas y sensatas objeciones. Hay, en fin, dentro de todo este rumoroso silencio de casa bien tenida, un hombre de cabeza romana un poco deteriorada por los siglos que se meten un dedo en la nariz (algo tienen que hacer los siglos para pasar el tiempo) y es Luís, el padre que está en su celda alta, secreta, monacal la que nunca me ha dejado subir, y de la que baja por una escalera lateral y como de palomar, cuando uno llega. Viene aún con las gafas puestas de manera que no coincidan para nada con los Ojos, y no se sabe si ha estado escribiendo un guión o haciendo la cuenta del mercado.

INCIPIT 283. SARTORIS / WILLIAM FAULKNER

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COMO de costumbre, el viejo Falls había conseguido que John Sartoris estuviera con él en la habitación; una vez más había hecho tres millas a pie desde el asilo del condado, trayendo consigo, como una fragancia, como el olor a limpio de su mono desteñido, cubierto de polvo, el espíritu del hombre muerto; y en la oficina de su hijo, los dos, el pobre de solemnidad y el banquero, conversaron de nuevo durante media hora, en compañía de aquel que había pasado del otro lado de la muerte y regresado después.
Liberada del tiempo y de la carne, la presencia de John Sartoris resultaba mucho más real que la de los dos ancianos que permanecían sentados, tratando, sucesivamente, de penetrar a gritos la sordera del otro, mientras en la habitación contigua ios asuntos del banco seguían su marcha y los clientes de las tiendas vecinas escuchaban el confuso alboroto de voces que les llegaba a través de las paredes. John Sartoris resultaba mucho más palpable que aquellos dos ancianos, unidos por su sordera comdn a una época ya muerta que se hacía cada vez más tenue con el lento desgaste de ios días; incluso ahora, cuando el viejo Falls ya se había puesto en camino para recorrer las tres millas que lo devolverían al asilo que consideraba su hogar, John Sartoris aumn seguía presente en el cuarto, por encima y alrededor de su hijo, con su rostro barbado y su perfil de halcón, de manera que, mientras el viejo
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a vez más había hecho tres millas a pie desde el asilo del condado, trayendo consigo, como una fragancia, como el olor a limpio de su mono desteñido, cubierto de polvo, el espíritu del hombre muerto; y en la oficina de su hijo, los dos, el pobre de solemnidad y el banquero, conversaron de nuevo durante media hora, en compañía de aquel que había pasado del otro lado de la muerte y regresado después.
Liberada del tiempo y de la carne, la presencia de John Sartoris resultaba mucho más real que la de los dos ancianos que permanecían sentados, tratando, sucesivamente, de penetrar a gritos la sordera del otro, mientras en la habitación contigua ios asuntos del banco seguían su marcha y los clientes de las tiendas vecinas escuchaban el confuso alboroto de voces que les llegaba a través de las paredes. John Sartoris resultaba mucho más palpable que aquellos dos ancianos, unidos por su sordera comdn a una época ya muerta que se hacía cada vez más tenue con el lento desgaste de ios días; incluso ahora, cuando el viejo Falls ya se había puesto en camino para recorrer las tres millas que lo devolverían al asilo que consideraba su hogar, John Sartoris aumn seguía presente en el cuarto, por encima y alrededor de su hijo, con su rostro barbado y su perfil de halcón, de manera que, mientras el viejo
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FRANCISCO FRANCO

De Riña de gatos, de Eduardo Mendoza, p. 304-305
Pronto estuvieron a una distancia tan corta que habría podido tocarlos con sólo alargar el brazo el señor duque de la Igualada y el general Franco. Conteniendo la respiración oyó decir a este último con voz metálica:
—Una cosa está fuera de discusión, excelencia. El asunto compete al Ejército español. ¡En exclusiva! Si ese protegido de usted y su cuadrilla de pistoleretes quieren participar en cualquier actividad, deberán hacerlo con total subordinación a la milicia y actuarán cuándo y cómo se les ordene, sin oposición ni antinomia. De no ser así deberán afrontar las consecuencias de su indisciplina. La situación es grave y no podemos permitirnos arbitrariedades, Hágaselo saber a su protegido, excelencia, tal cual se lo he dicho. Simpatizo con el patriotismo de esos muchachos, no lo niego, y me hago cargo de su impaciencia, pero el asunto compete en exclusiva al Ejército español y a nadie más.
—Así mismo se lo transmitiré, mi general, pierda usted cuidado —dijo el duque—, pero el general Mola me había dado a entender.., su punto de vista al respecto...
—Mola es un gran militar, un patriota ejemplar y una gran persona —dijo Franco bajando la voz—, pero a veces le domina el sentimentalismo. Y Queipo de Llano es un tolondrón. La situación es grave y alguien ha de conservar la cabeza clara y la sangre fría. La guerra que se ave cina la ganará el que sepa mantener el orden en sus filas.
Ya se habían alejado y Anthony se deslizaba en la dirección opuesta, cuando vio venir a los otros dos generales y recuperó a toda prisa su rincón sombrío. Desde allí distin
guió el acento vinoso de Queipo de Llano.
—Emilio, si esperamos a que Franquito se decida, nos darán las uvas. Por exceso de tino nos ganarán la mano los bolcheviques, y entonces ya me dirás tú cómo lidiamos ese toro. Créeme, Emilio: el que da primero da dos veces.
—No es fácil coordinar a tanta gente. Hay mucha indecisión y mucha prudencia
—Entonces, no coordinemos. Echa a la calle a los requetés, Emilio, Si hay una escabechina, se acabarán las vacilaciones, En lo esencial, todo el mundo está de acuerdo. El lastre son las discrepancias y las rencillas personales Por no hablar del canguelo de algunos, o de la ambición de otros: Sanjurjo quiere dirigir la sublevación; Goded espera lo mismo, y Franquito a la chita callando se alzará con el santo y la limosna si no andamos listos. Si tú no tomas el mando, no iremos a ninguna parte, Emilio, te lo digo yo.
—Te escucho, Gonzalo, pero no conviene precipitarse Tú todo lo arreglas a cañonazos y aquí la cosa tiene su complejidad.

LA VIDA

De Punto omega, de Don DeLillo, p.27
La verdadera vida no es reducible a palabras habladas ni escritas, por nadie, nunca. La verdadera vida ocurre cuando estamos solos, pensando, sintiendo, perdidos en el recuerdo, soñadora- mente conscientes de nosotros mismos, los momentos submicroscópicos. Lo dijo más de una vez, Elster, de más de una manera. Su vida ocurría, dijo, cuando estaba ahí sentado mirando una pared vacía, pensando en la cena.
Una biografía de ochocientas páginas no es más que una conjetura muerta, dijo.
Yo casi lo creía cuando me decía tales cosas. Decía que hacíamos eso todo el tiempo, todos nosotros, llegamos a ser nosotros mismos por debajo del fluir de los pensamientos y las imágenes apagadas, preguntándonos ociosamente cuándo moriremos. Así es como vivimos y pensamos, sepámoslo o no. Son los pensamientos sin clasificar que tenemos mientras miramos por la ventanilla del tren, pequeñas manchas apagadas de pánico meditativo

LA BARBARIE ENCORE

De Esperando a los bárbaros, p.207
Si los bárbaros irrumpieran ahora en esta habitación, sé que moriría tan simple e ignorante como un niño de pecho. Y sería aún más apropiado si me sorprendieran en la despensa con un cuchara en la mano y la boca llena de mermelada de higo escamoteada del último tarro del anaquel: entonces podrían rebanarme la cabeza y arrojarla al montón de cabezas de la plaza luciendo todavía una expresión de sorpresa dolida y culpable por esta irrupción de la historia en el tiempo estático del oasis. Cada cual tendrá el final que se merece. A algunos los cogerán en refugios bajo sus sótanos con los párpados apretados y aferrados a sus objetos de valor, Otros morirán en los caminos sorprendidos por las primeras nieves del invierno. Puede que unos cuantos mueran incluso luchando horca en mano. Después de lo cual los bárbaros se limpiarán el trasero con los archivos del pueblo. Sucumbiremos sin haber aprendido nada. En todos nosotros, en lo más recóndito, parece haber algo granítico e incorregible. Nadie cree realmente, pese a la histeria de las calles, que estén apunto de destruir ei mundo de tranquilas certezas en que hemos nacido. Nadie puede aceptar que hombres con arcos y flechas y viejos mosquetes oxidados que viven en tiendas y nunca se lavan y no saben leer ni escribir hayan aniquilado a un ejército imperial. Pero ¿quién soy yo para burlarme de las ilusiones que nos ayudan a vivir? ¿Hay algún modo mejor de pasar estos últimos días que soñando con un salvador que espada en mano disperse a las huestes enemigas y nos perdone los errores que otros han cometido en nuestro nombre y nos conceda una segunda oportunidad de construir nuestro paraíso terrenal?

INCIPIT 282. ESPERANDO A LOS BARBAROS / JM COETZZZE


Nunca he visto nada parecido: dos pequeños discos de vidrio que unos aros de alambre sostienen delante de sus ojos. ¿Es ciego? Podría comprenderlo si quisiera ocultar unos ojos sin vida. Pero no es ciego. Los discos son oscuros, parecen opacos, pero ve a través de ellos. Me cuenta que son un descubrimiento nuevo.
—Protegen los ojos del resplandor del sol —dice—. Le serían útiles aquí, en el desierto. No hay que estar entornando los ojos continuamente. Además, ahorran dolores de cabeza. Observe —se toca el rabillo del ojo ligeramente—. Ni una arruga. —Se vuelve a colocar las gafas. Es cierto. Tiene la piel de un hombre más joven—. Allí todos las llevan.
Nos sentamos en la mejor habitación de la posada con una botella y un cuenco de nueces entre nosotros. No abordamos la razón de su presencia en este lugar. Se encuentra aquí a causa del estado de emergencia y con eso basta. En su lugar, hablamos de caza. Me cuenta la última gran cacería en la que participó, cuando mataron miles de ciervos, jabalíes y osos, tantos que tuvieron que dejar pudrirse una montaña de cadáveres («Una verdadera pena»). Yo le hablo de las bandadas de gansos y patos que todos los años descienden al lago en sus migraciones, así como de los métodos de los nativos para

LA BARBARIE

LA BARBARIE
De Esperando a los bárbaros, de Coetzee, p.222-223
Pienso: «Pero cuando los bárbaros prueben el pan, el pan tierno con mermelada de mora, el pan con mermelada de grosella, nuestras costumbres les conquistarán. Descubrirán que son incapaces de vivir sin las industrias de hombres que saben cómo cultivar los pacíficos cereales, sin las artes de mujeres que saben cómo utilizar las delicadas frutas».
Pienso: «Cuando un día otros hombres se pongan a escarbar en las ruinas, les interesarán más las reliquias del desierto que cualquier cosa que yo pueda dejar. Y con
razón». (De modo que empleo una tarde en revestir las tablillas una por una con aceite de linaza y envolverlas en hule. Me prometo a mí mismo que cuando el viento amaine saldré y las enterraré donde las hallé.)
Pienso: «He tenido delante de los ojos algo que salta a la vista, y todavía no lo veo».

LA ESPERANZA

De Perder teorías de Enrique Vila-Matas, p.9-10
Era yo el que no sabía nada. Nada, por ejemplo, de lo que me esperaba en aquel hotel. En la recepción me dieron, de parte de la Villa Fondebrider, un gran sobre blanco que contenía un mapa de Lyon y un completo programa de las numerosas actividades que tenían lugar en el Centro Artístico Desbordes-Valmore, a un kilómetro del hotel. Sólo un sobre blanco con un mapa y un programa, y ni una palabra de bienvenida, ni una tarjeta o carta personal de alguien, nada más. No sabía yo en qué momento —si existía tal momento— se pondrían en contacto conmigo. Subí a mi cuarto y, pasada una hora sin que nadie se ocupara de mí, sentí que había comenzado a convertirme en un esperador. ¿No era lo que en realidad había sido siempre?
Si lo pensaba bien, mi vida podía ser descrita como una sucesión de expectativas. En realidad, siempre había sido un esperador. Y nunca había perdido de vista que Kafka nos descubrió que la espera es la condición esencial del ser humano. Recuérdese, por ejemplo, Ante la ley, donde el protagonista se pasa la vida esperando cruzar una puerta que sólo está destinada a él y que nunca va a lograr atravesar.
Recordé relatos —de Julien Gracq, por ejemplo— donde la espera prevalecía sobre el acontecimiento, lo que servía como pretexto para el desplazamiento de la temporalidad: el tiempo se escandía y alargaba a través del sistema de sucesión de expectativas que, al verse interrumpidas por otras nuevas expectativas, daban paso a nuevos comienzos y nuevas esperas, y así hasta el final del relato, que solía coincidir con el final de la primera expectativa y el comienzo de una nueva espera, que a su vez parecía abrir nuevas expectativas.
En Gracq los relatos y las novelas eran como salas de espera. En su narración corta La presq’ílle -primera de las tres nouvelles que componen el libro del mismo título-, la acción casi inmóvil se iniciaba directa y literalmente en la sala de espera de una estación de tren: «A través de la puerta vidriera de la sala de espera» eran las primeras palabras de La presq’ille. Ahí estaba condensado todo Gracq, siempre sentado en la gran sala de espera del mundo. Durante las siete horas que duraba la casi invisible acción de La presq’ílle, ésta se subdividía en pequeñas historias, recuerdos y secuencias que iban de alguna forma amueblando mentalmente el tiempo vacío de Simon, el joven protagonista, el esperador.

INCIPIT 281. 13 CUENTOS DE FANTASMAS / HENRY JAMES

Romance De La Ropa Antigua
Hacia mediados del siglo XVIII vivía en la Provincia de Massachusetts una señora viuda, madre de tres hijos. Su nombre no viene al caso: me tomaré la libertad de llamarla Mrs. Wingrave, apellido que, como el suyo propio, suena muy respetable. Había quedado viuda después de unos seis años de matrimonio y se había dedicado al cuidado de su progenie. Esa joven descendencia creció de tal manera que recompensó su celo y complació sus más vanas esperanzas. El primogénito era un varón, a quien había puesto el nombre de Bernard, por su padre. Los otros dos eran niñas, nacidas con una separación de tres años. La belleza era tradicional en la familia, y no parecía probable que esos tres niños permitieran que la tradición se echara a perder. El chico tenía esa tez clara y rubicunda y esa complexión atlética que en aquella época (al igual que en esta) era muestra de genuina sangre inglesa: era un afectuoso y sincero jovencito, hijo respetuoso, hermano protector y amigo incondicional. Listo,

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DE LA REVOLUCION

De Riña de gatos de Eduardo Mendoza, p.37-38
-Que estalle la revolución sólo es cuestión de tiempo. La mecha está encendida y nada la puede apagar ya. Voy a ser sincero con usted, señor Whítelands, yo no le tengo miedo a la revolución, No soy tan ciego que no vea la injusticia que ha imperado en España durante siglos. Mis privilegios de clase no me han impedido en varias ocasiones apoyar medidas reformistas, empezando por la reforma agraria. La gestión de mis fincas y el trato con los aparceros me han enseñado más en este sentido que todos los discursos, los informes y los debates de unos políticos de café, pasillo y ministerio. Creo posible una modernización de las relaciones de clase y del sistema económico que redundaría en beneficio del país en general y, en definitiva, en beneficio de todos los españoles, ricos o pobres. ¿De qué sirven las riquezas si la propia servidumbre está afilando el cuchillo que nos cortará el gaznate? Pero para la reforma es demasiado tarde. Por desidia, por incompetencia o por egoísmo, no ha habido entendimiento y a estas alturas una solución pacífica del conflicto dista de ser viable. Hace año y pico estalló una revolución comunista en Asturias. Fue sofocada, pero, mientras duró, se cometieron muchos desmanes, especialmente contra el clero. Las momias de las monjas fueron sacadas de sus sarcófagos y ultrajadas, el cadáver de uno de los muchos sacerdotes asesinados fue expuesto a la irrisión pública con un cartel que decía: se vende carne de cerdo. Estos actos no son propios de comunistas ni responden a ninguna ideología, señor Whitelands. Son simple salvajismo y sed de sangre. Luego intervino el Ejército y la Guardia Civil y la represión fue terrible. Hemos enloquecido y no hay más que hablar.

LAS ESPOSAS

De Punto omega de Don DeLillo, p. 78-79
—Las esposas. Qué tema —dije yo.
—Sí, las esposas.
—Cuántas?
—Cuántas, Dos —dijo él.
—Sólo dos, Pensé que serían más,
—Sólo dos —dijo él—. Parecen más.
—Locas las dos. Sólo estoy tratando de adivinar.
años.
—Locas las dos. La cosa madura con los
—Qué cosa? ¿Estar loca?
—Al principio no lo ve uno. O es que lo ocultan, o es que la cosa tiene que madurar. Cuando ello ocurre, es inconfundible.
—Pero Jessie es el tesoro, la bendición.
—Exacto. ¿Y tú?
—No tengo hijos.
—La esposa. La esposa separada. ¿Está loca?
—Piensa que el loco soy yo.
—Tú no lo crees —dijo él.
—No sé.
—Qué estás tratando de proteger? Está loca. Dilo.
Seguíamos con los susurros, estábamos creando una unión de susurros, pero no iba a decirlo.

INCIPIT 280. LA CENA / HERMAN KOCH

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Íbamos a cenar en un restaurante. No diré en cuál, porque si lo digo puede que la próxima vez esté lleno de gente que quiera ver si hemos vuelto. Había reservado Serge. De las reservas siempre se ocupa él. El restaurante es uno de esos a los que hay que llamar con tres meses de antelación, o seis u ocho, ya he perdido la cuenta. Yo jamás querría saber con tres meses de antelación adónde iré a cenar una noche determinada, pero parece que hay gente a quien eso no le importa nada. Si dentro de unos siglos los historiadores quieren saber cuán idiota era la humanidad a comienzos del siglo xxi, no tendrán más que echar un vistazo a los ordenadores de los llamados restaurantes selectos, porque resulta que todos esos datos se guardan. Si la vez anterior el señor L. estuvo dispuesto a esperar tres meses por una mesa junto a la ventana, bien esperará ahora cinco por una mesa al lado de la puerta de los servicios. En esos restaurantes, a eso se lo llama «llevar los datos de los clientes».
Serge jamás reserva con tres meses de antelación. Suele hacerlo el mismo día; se lo toma como un juego, dice. Hay restaurantes que siempre dejan una mesa libre para personas como Serge Lohman, y éste es uno de ellos. Uno de muchos, por cierto. Cabría preguntarse si en todo el país queda algún restaurante donde no pierdan los papeles al oír el nombre de
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SOBRE LA NECESIDAD DEL COSIDO DE LOS LIBROS

Nada peor que no dejar a nuetros hijos los recuerdos de nuestras lecturas; y los libros mismos. En micasa ya hemos destrozado los viejos volúmenes de la colección El libro de bolsillo de Alianza: Conrad, Stevenson, Proust. Como muy bien se dice en Babelia este sábado:
Adoro a Auster como se adoran esos objetos transicionales que sirven a niños y a enamorados infelices para tomar aliento y marcharse (o regresar) a otra cosa: a Proust, por ejemplo, o a Balzac, o a Flaubert, de los que tanto aprendió el elegante y austero Auster, el más francés de los escritores norteamericanos de hoy. Sunset Park, su novela número 16, trata de muchas cosas. De la paternidad, por ejemplo, y del amor, y de las dificultades para ejercerlos. Auster coloca a su media docena de personajes contra el telón de fondo de la crisis -del otoño de 2008 a la primavera de 2009- y los deja moverse en ella, sin dejar de guiñar el ojo referencial a su lector: de Happy Days, de Beckett, a Los mejores años de nuestra vida, de Wyler, pasando por el Gatsby de Scott Fitzgerald. Si quieren pasar cinco o seis horas estupendas, déjense llevar por Auster. Les ayudará, sin duda, la tersa, vibrante, impecable traducción de Benito Gómez, a la que sólo le sobra la única N. del T. que aparece en el texto. Y, por favor, señor Herralde, regrese a los libros cosidos. No resulta tan caro, le distingue, y sus (fieles) lectores se lo merecen.
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO

SNOPES


De Sartoris, p.212-213
-No ha vuelto Snopes contigo? —preguntó.
Este Snopes era un joven, miembro de una familia al parecer inagotable, que durante los diez o doce últimos años había ido emigrando a la ciudad poco a poco desde un pequeño pueblo conocido como Frenchman’s Bend. Flem, el primero de los Snopes, había aparecido un día, sin llamar la atención y sin provocar la menor alteración en la vida de la ciudad, tras el mostrador de un pequeño restaurante en una calle sin importancia, que frecuentaban los campesinos. Con este apoyo y como Abraham en tiempos pretéritos, fue trasladando a su familia a la ciudad, pieza a pieza. El mismo Flem era ya gerente de la central eléctrica y del suministro de agua a la ciudad y durante algún tiempo también había sido una especie de factotum de la alcaldía. Tres años antes, para sorpresa y consternación del viejo Bayard Sartoris y a pesar de su evidente disconformidad, se había convertido en vicepresidente de su bando, donde un pariente suyo era ya contable.
Todavía conservaba el restaurante, y la tienda de lona en la parte posterior que él, su mujer y un niño pequeño habían utilizado como vivienda durante los primeros meses de residencia en la ciudad, y que posteriormente servía de apeadero para los Snopes que iban llegando, hasta que se distribuían por los variados e insignificantes negocios de tercera categoría —tiendas de ultramarinos, barberías (había un Snopes, aquejado de alguna especie de invalidez, que regentaba un tostador de cacahuetes de segunda mano), etc.— donde se multiplicaban y florecían. Los residentes más antiguos, en sus hogares de estilo Jefferson y en sus decorosas tiendas y oficinas, los contemplaban divertidos al principio. Pero hacía ya mucho tiempo que esta actitud se había convertido en algo mucho más parecido a la consternación.

¡¡¡¡¡FAULKNER¡¡¡¡¡

De Sartoris, p. 17-18
Bayard permaneció por un momento inmóvil delante de la casa, pero su blanca simplicidad sólo le ofrecía un sueño ininterrumpido entre los árboles añosos iluminados por el sol. La glicina que subía por un extremo de la veranda había florecido, marchitándose después, y un débil rastro de pétalos ajados yacía pálidamente entre sus oscuras raíces y las de un rosal que crecía apoyándose en el mismo rodrigón. El rosal, lenta pero inexorablemente, estaba ahogando la otra enredadera, cuyos brotes no pasaban ya del tamaño de dedales y daban unas flores tan pequeñas como monedas de plata; abundantísimas, eso sí, pero sin aroma, y además se deshacían al intentar cortarlas.
Sin embargo, la inmovilidad y la serenidad de la casa resultaban sedantes, por lo que el viejo Bayard subió hasta el vacío y encolumnado porche y, después de cruzarlo, entró en el espacioso vestíbulo de altísimo techo. La casa estaba silenciosa, exquisitamente huérfana de cualquier sonido o movimiento.

INCIPIT 279. PERDER TEORIAS / ENRIQUE VILA-MATAS


Fui a Lyon porque una organización llamada Villa Fondebrider me invitó a dar una charla sobre las relaciones entre la ficción y la realidad dentro de unos Encuentros Internacionales de Literatura. Acepté por que no había estado nunca allí y me apetecía conocer la ciudad. Además, participaban en aquel simposio John Banville y Rick Moody, dos de mis escritores favoritos. En cuanto a la cuestión de las cada día más manoseadas relaciones entre la ficción y la realidad, había escrito ya una infinidad de veces y de muy variadas formas sobre el tema y me pareció llegada la hora de fijar, de una vez por todas y aunque yo mismo desconfiara de ella, una posición firme al respecto.
Recuerdo todavía las cosas absurdas que, a lo largo del viaje aéreo, pensé que podía encontrarme en Lyon cómo acabé quedándome dormido. Cuando desperté, ya habíamos llegado. En el aeropuerto me esperaba

DINERO


De Union Atlantic, de Adam Haslett, p.248
En el centro de la sala se veía la balanza de metal que todavía se empleaba para calibrar la pureza del oro. A su lado había dos pares de protectores de pies fabricados en magnesio para los trabajadores, por si se les caía un lingote mientras lo trasladaban.
—Ahora estamos a veinticinco metros por debajo de la accra —explicó Henry—. A diez metros por debajo del nivel del mar. Adelante —la animó, señalando las hileras de armazones de metal, sólo identificadas por un número, que ocupaban las paredes del suelo al techo—. Eche un vistazo.
Evelyn lo miró con suspicacia, como si se tratara de una encerrona, pero luego sucumbió a la curiosidad y se acercó a uno de los armazones, que contenían lingotes de un amarillo oscuro, de tres metros de altura y seis de profundidad. Al cabo de un momento se volvió, miró el pasillo y se quedó contemplando el elevado número de armazones.
—Es la mayor reserva de oro monetario del mundo
—añadió él—. Aquí hay una proporción importante de todo el oro extraído a lo largo de la historia.
—Y todo esto pertenece al gobierno?
—No. Las reservas del Tesoro se encuentran en Fort Knox y en West Point. Casi todo lo que ve aquí es propiedad de bancos centrales del extranjero. La mayor parte de los países del mundo guardan aquí sus reservas. Nosotros nos limitamos a custodiarlas. Cuando los gobiernos quieren cerrar un negocio, nos llaman y trasladamos el oro de una cámara a
otra.
—Tanto confían en nosotros?
—Para estos asuntos sí.
Ella se acercó a otro armazón y se quedó mirando la brillante pared de oro.
—Todos los días vienen visitantes, que se quedan en la primera puerta —dijo Henry—. Creo que el año pasado tuvimos veinticinco mil. A la gente le encanta ver esto. Me viene a la mente una frase de Galbraith: «El proceso mediante el cual los bancos crean dinero es tan sencillo que la mente no lo asimila. Parece que lo decente es que exista un misterio más profundo.» Supongo que esto es lo que queda del misterio. Sin embargo, todo lo que nos rodea apenas tiene importancia —añadió mientras abarcaba la cámara con un amplio ademán—. Sumándolo todo, no vale más de ochenta o noventa mil millones. Cada hora se mueve más dinero por vía electrónica. Y todo se basa únicamente en la confianza. En la cooperación. A veces incluso podría denominarse fe; yo lo llamo así en ocasiones, aunque una fe terrenal. Sin ella no podría comprarse ni una barra de pan.
»Aunque, como mi hermana siempre se encarga de recordarme, la gran pregunta ética es qué hace la gente, o los gobiernos, con ese dinero. Comprar medicamentos, comida o armas? Cualquiera de esas opciones resulta posible. Somos libres de elegir lo que sea. El sistema tiene que funcionar. La gente tiene que confiar en los billetes que lleva en la cartera. Y eso surge de algún sitio. Surge de los bancos.

MM REINVENTA EL PSICONALISIS


De Ultimas sesiones con Marylin, p.324
“El doctor Freud dice que los sueños son el camino real del inconsciente. No prohíbe que se graben y se escuchen en diferido. A partir de ahora le voy a explicar mis sueños a través de una cinta, ¿vale? Doctor Greenson, usted es el mejor psiquiatra del mundo. Dígame si Marilyn Monroe ha inventado un nuevo y eficaz sistema para hacer avanzar el psicoanálisis. Cuando haya oído las cintas que habrá utilizado para cuidarme, podría publicar un artículo al respecto en alguna revista científica. ¿No resultaría sensacional? No quiero que me lo agradezca. No quiero ser identificada en el artículo. Es un regalo que le hago. Nunca lo comentaré con nadie y usted será el primero en superar las resistencias. Podría sacar provecho de esa idea y pedirle a Mickey Rudin que le explique cómo rentabilizarla.
Vamos allá. Todo lo que le voy a decir es verdad. Desde que soy paciente suya, nunca he tenido un orgasmo. Recuerdo que usted dijo un día que el orgasmo le llega al espíritu, no al sexo. Prefiero la palabra sexo en vez de decir aparato genital. El problema no está en las palabras sino en la manera en que la gente las utiliza.”

INCIPIT 278. EL CUARTO MANDAMIENTO / BOOTH TARKINGTON


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EL COMANDANTE Amberson hizo su fortuna el año 1873, precisamente cuando otras gentes andaban perdiendo las suyas, y de entonces data el comienzo de la magnificencia de los Amberson. Es la magnificencia, como la importancia de un caudal, relativa siempre, y así lo descubriría el mismísimo Lorenzo el Magnífico si su espíritu visitara el Nueva York contemporáneo; fueron magníficos los Amberson para su época y para la ciudad en que vivían. Su esplendor subsistió durante todos los años que vieron a su ciudad del Midland* extenderse y tornarse sombría hasta llegar a ser una gran urbe, mas alcanzó su mayor brillo en aquella época en que todas las familias pudientes y con niños tenían un perro de Terranova.

ZSA ZSA GABOR


Zsa Zsa Gabor, hospitalizada por 'masivos coágulos de sangre'La diva de Hollywood Zsa Zsa Gabor, de 93 años, fue hospitalizada nuevamente, luego de que su médico le descubriera "masivos coágulos de sangre" en una de sus piernas, informó el portavoz de la artista John Blanchette.
Gabor fue trasladada en ambulancia a la guardia del Centro Médico Ronald Reagan UCLA. Su esposo el príncipe Frederic von Anhalt indicó que su esposa sufría fuertes dolores y tenía una pierna hinchada.
Según indicó Blanchette, la salud de Gabor fue estable durante las semanas pasadas, comió normalmente y estaba en el camino de la recuperación.
A mediados de julio, Gabor se cayó de la cama en su casa y se rompió la cadera, por lo que tuvo que ser sometida a una cirugía de reemplazo de cadera.
Sólo dos días después de haber sido dada de alta, los médicos tuvieron que retirar dos coágulos. La artista regresó a su mansión en Bel Air, pero a comienzos de septiembre volvió a ser hospitalizada para estar bajo observación debido a que se quejaba de fuertes dolores.

EL AFEITADO EN EL SIGLO XXI


De La cena, de Herman Koch, p.14
«Todas las familias felices se parecen entre sí, pero cada familia desdichada ofrece un carácter peculiar», reza la primera frase de Ana Karenina, de Tolstói. Sólo me atrevería a añadir que las familias desdichadas, y sobre todo los matrimonios desdichados, nunca pueden estar solos. Cuantos más testigos tengan, mejor. La desdicha busca siempre compañía. La desdicha no soporta el silencio, sobre todo los silencios incómodos que se producen cuando se está a solas.
Así pues, Claire y yo nos sonreímos en el bar cuando nos trajeron las cervezas, a sabiendas de que nos esperaba una larga velada en compañía del matrimonio Lohman, de que ése era el mejor momento de la noche y que, a partir de entonces, las cosas sólo podrían ir a peor.
No me apetecía cenar en un restaurante. Nunca me apetece. Una cita en los próximos días es la antesala del infierno; la noche en cuestión, el infierno mismo. Empieza ya de buena mañana delante del espejo con el «qué me pongo?» y el «me afeito o no?». A fin de cuentas, todo eso dice mucho de uno, tanto unos vaqueros salpicados de rotos y manchas como una camisa bien planchada. Si vas con barba de un día, es que has sido demasiado perezoso para afeitarte; con barba de dos días te preguntan infaliblemente si la susodicha barba de dos días forma parte de tu nueva imagen, y con barba de tres días estás a un paso de la degradación total.
¿Va todo bien? ¿No estarás enfermo?» Hagas lo que hagas, no eres libre. Afeitarse también es una declaración: salta a la vista que la cena te parece tan importante que te has tomado incluso la molestia de afeitarte, piensan los demás. En realidad, si te afeitas es como si ya te hubiesen metido el primer gol.

AMOR

Del prólogo de Vila-Matas a La hechizada de Barbey d’Aureville, p.18-19
El emperador Carlomagno (nos cuenta Calvino ampliando levemente la escueta nota a pie de página de Barbey) se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente, los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpin, asustado de esta macabra pasión, sospechó un hechizo y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua muerta encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpin, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar de la embarazosa situación, Turpin arrojó el anillo al lago de Constanza, Carlomagno se enamoré del lago de Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.

JOYCE, MM Y FREUD Y DIOS

De Ultimas sesiones con Marylin, p.322
“Sus Lecciones de introducción: ¡menudo genio! Lo hace todo fácilmente accesible. Y tiene mucha razón. Reconoce que Shakespeare o Dostoyevski entendían mejor la psicología que todos los sabios juntos. Por supuesto. Así es. Wilder, Billy Wilder, me hizo decir una cosa en Con faldas y a lo loco: “Yo no soy el profesor Freud!”. ¿Recuerda la escena en que Tony Curtis simulaba ser asexuado o impotente y que no sentía nada cuando yo lo abrazaba? Decía: “Lo he intentado todo. Pasé seis meses en Viena con el profesor Freud pegado a la espalda. Nada que hacer”. Yo lo abrazaba, una vez, dos. A la tercera le decía: No soy el profesor Freud, pero lo voy a intentar de nuevo”. El psicoanálisis está muy bien; pero el amor, el de verdad, el que hacemos con la boca, las manos y el sexo, tampoco está mal para salir del hielo, de la muerte. Billy lo había entendido así.
“Me dijo que leyera el monólogo mental de Molly Bloom. Mientras lo hacía, había algo que me aburría. Joyce escribe lo que una mujer piensa de sí misma. ¿Era capaz? ¿Podía realmente conocer sus pensamientos más íntimos? Pero cuando acabé de leer el libro, lo entendí todo mejor. Joyce era un artista que podía penetrar el alma de las personas, hombres o mujeres. No tiene la menor importancia que Joyce tuviera o no tuviera pechos u otros atributos femeninos, ni que sufriera los dolores menstruales”

INICPIT 277. LA FILOSOFIA EN INVIERNO / RICARDO MENENDEZ SALMON


Subraya con tal vehemencia y tan reiteradas veces el negro rótulo in mayúsculas de la voz DIOS, que termina por quebrar la mina del lapicero. Solo entonces se percata, advirtiendo lo monótono de su gesto gracias al leve chasquido del grafito, de que lleva cuando menos catorce botas de intensísimo trabajo apenas interrumpido para orinar, desentumecer los músculos o saciar el apetito.
Está exhausto. Se siente corno si hubiese escalado una montaña por su cara más hostil, como si hubiese remado durante días a través de una corriente adversa, Sufre esa familiar angustia que en semejantes ocasiones, descuidado del paso del tiempo, esclavo de un afán, le oprime el lado izquierdo del pecho robándole el aliento,
Se quita las gafas que emplea para leer los Inanuscritos y las coloca encima de la mesa de roble que le sirve de escritorio, justo al lado del retrato de Baruch

EL DESEO ES EL DESEO DEL OTRO

De Intrusos y huéspedes, de Luis Magrinyá p.64-65
Yo siempre les digo a los alumnos, medio en broma, pero intentando que lo capten, que Gualterio es como una sublimación del perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Trato de que «encuentren» ese «sentimiento» de prevención y suspicacia que no tan raramente aparece cuando el deseo se impregna de obligación, cuando uno se da cuenta de que, al satisfacer un deseo propio, está satisfaciendo también el deseo de otros... y de otros precisamente cuyo deseo no está interesado en satisfacer. Trato de que «sientan» esa tremenda desilusión que se sigue de no saber de quién son realmente los propios deseos, y por cuenta de quién está realmente uno actuando cuando cree que actúa libremente

SEXO

De Snuff, de Palaniuk, p. 31
El verdadero toque de genialidad fue convertirlo en una competición. La carrera erectoral. Además, hay estudios científicos que demuestran que cuando se coloca a varios hombres juntos entre ellos antes de un acto sexual, se eleva su recuento de espermas. Se trata de estudios procedentes de las granjas lecheras, donde a los toros se los reúne en grupos delante de una vaca fértil. La cosecha resultante proporciona volúmenes mayores de semen viable. Convulsiones más fuertes del suelo pélvico, que maximizan la altura y la distancia del fluido seminal expulsado.
La base científica de una buena corrida.
Incremento de afinidad y de tensión superficial. Mayor viscosidad. La base física de una buena corrida en la cara.
Un imperativo biológico, pero mejorado. Basar las películas pomo en los modernos procedimientos de las granjas lecheras. Secretos comerciales que pueden destruir el romanticismo de cualquier buen gang-bang.

BENETIANA

Del Prólogo de JB a la primera edición de los Cuentos completos
Por uno de esos asombrosos arcanos que rigen el universo e informan sus apartados más remotos y nimios, ambos volúmenes han resultado del mismo número de páginas, lo que además de una ventaja editorial estimo que puede constituir el punto de partida de una reflexión crítica muy al gusto moderno; por ejemplo, que el espacio mítico es un complemento gemelo y contrapuesto al espacio mítico, que la escritura es la reacción en forma de texto a algo que necesita ser imaginario, que el texto es la reducción de un estado del pensamiento anterior a la obra, que hay dos textos, o tal vez tres, o que hay tantos textos cuantos se quiera.
El lector que esté ajeno a las modernas teorías textuales y a las recientes elucubraciones acerca de la escritura —más bien de las escrituras— espero que podrá encontrar algo de lo que buenamente se espera de toda lectura; esto es, emociones. Porque el otro no ya que, por lo general, las teorías textuales dejan una huella imperecedera y establecen, para siempre, la distancia insalvable que debe separar al científico del objeto de sus investigaciones. Hay que ser muy hombre, todo un hombre, para volver a recrearse ingenuamente con la lectura cuando se tiene en el haber propio una parte o la totalidad de una teoría textual. Con una parte ínfima basta; casi con un enunciado que, por lo demás, son raros. Porque, insisto, una lectura analítica de textos, de la mano de uno de los grandes maestros contemporáneos, imprime más carácter que el paso por la Legión.
[…]
Y entrando ya en un terreno más práctico incluso se ofrece al lector unas pocas páginas en inglés que, a pesar de no venir acompañadas de su traducción, pueden ser de utilidad para estudiantes de grado medio de esa lengua; su propia rusticidad me impide esperar que sean del mismo provecho para los que hayan alcanzado el grado superior
Con todo y con eso me queda la sospecha de que, a pesar de tratarse de una edición dirigida al hombre de la calle, en buena medida se apropiarán de ella los críticos, los doctos y los que, habiendo sido iniciados en la textología, no desean otra cosa que un motivo para practicarla. Porque o bien es que el hombre de la calle compra pocos libros para leer (un concepto que debe tener algún parentesco con aquella «merluza para freír», señalada en los menús de las viejas tabernas) o bien es que, por una de esas faltas de discernimiento que llevan al hombre hasta la manía persecutoria, yo ya no veo ms que críticos, doctos y textólogos. Sit Regionis terra sibi levis,
Juan Benet, enero de 1977,

INCIPIT 276. ULTIMAS SESIONES CON MARILYN / MICHEL SCHNEIDER


Nueva York, abril de 1955. El escritor Truman Capote asiste con Marilyn Monroe a un entierro.
—Necesito teñirme —dice ella—. Y no he tenido tiempo de hacerlo.
Le muestra una huella oscura en la línea de separación de sus cabellos.
—Mira que llego a ser inocente. Yo que siempre había pensado que eras rubia al cien por cien.
—Soy una rubia auténtica. Pero nadie lo es de una manera natural. O sea, que te zurzan.
Como el cabello de Marilyn, esta novela —estas novelas mezcladas— es realmente falsa. A diferencia de la anticuada advertencia de las viejas películas, se inspira en hechos reales, y los personajes aparecen con su auténtico nombre, salvo algunas excepciones que pretenden respetar la vida privada de personas que siguen entre nosotros. Los lugares son exactos y las fechas han sido verificadas. Las citas extraídas de sus relatos, notas, cartas, artículos, entrevistas, libros, películas, etcétera, son literales.
Puede que el falsario que soy no haya dudado en adjudicar a unos lo que otros dijeron, vieron o vivieron; en atribuirles un diario íntimo que nunca se encontró, así como artículos o notas inventadas; o en prestarles sueños y pensamientos que ninguna fuente ha confirmado.
En esta historia de amor sin amor entre dos personajes reales, Marilyn Monroe y Ralph Greenson, su último psicoanalista, unido a ella por los hilos del destino, no buscaremos ni lo real ni lo verosímil. Les veo ser lo que fueron y acepto la

PSICOANALISIS Y BILLY WILDER Y MM

Pero había también otra Marilyn. Wilder recordó durante mucho tiempo esta escena: Marilyn no salía de su caravana, y cuando un ayudante fue a buscarla, la encontró leyendo Los derechos humanos, de Thomas Payne. «Que te den por culo!», le dijo ella. A partir de entonces, cada vez que le hablaban de los retrasos de la actriz en el plató, Billy Wilder decía: «Yo no tenía problemas con Monroe. Era Marilyn la que tenía problemas con Monroe. Había algo en ella que la mordía, la reconcomía, la devoraba. Era un ser inconexo que andaba a la búsqueda de una parte de sí misma que había perdido. Como en esa secuencia de Con faldas y a lo loco en la que, borracha y medio dormida, tenía que abrir todos los cajones de una cómoda y decir: “Pero ¿dónde está esa botella de bourbon?”. Habíamos puesto una etiqueta en cada cajón para que recordara la frase, No sirvió de nada, y cuando ya llevábamos sesenta y tres tomas en dos días, la pillé en un aparte y le dije: “Pero ¿qué e ocurre? No te preocupes, que lo acabaremos logrando . Y ella repuso: ¿Preocuparme de qué?”. Hicimos ochenta tomas, pero acabó valiendo la pena. Es una actriz excelente. Mejor Marilyn llegando tarde que las demás actrices de la época. Si hubiese querido a alguien que llegara siempre a tiempo y que recordara sus frases, habría contratado a una tía anciana que tengo en Viena. Se levanta cada mañana a las cinco y nunca tiene lapsos de memoria. Pero ¿quién pagaría por verla en una pantalla?»
Acababan de concederse los Oscar y Wilder había recibido el de mejor director por Con fa Idas y a lo loco, así como 1. A. L. Diamond se había hecho con el de mejor guionista yjack Lemmon con el de mejor actor. Los diseños de Orry-Kelly se llevaron el premio al mejor vestuario. Marilyn, que daba vida a la inolvidable Sugar Kane, no fue seleccionada Cuando se enteró de la nominación de Simone Signoret por su papel en Un lugar en la cumbre, oscura película británica, no se mostró afectada en lo más mínimo, sino casi feliz.
Wilder la ve al día siguiente,
-¿Cómo estás? ¿No ha sido tan duro?
-No, pues aprendí leyendo a Freud que, a menudo, el inconsciente desea fracasar Y hay gente a la que no le gustan las mujeres con faldas y a lo loco,

INCIPIT 275. UNION ATLANTIC / ADAM HASLETT


Julio de 1988
La segunda noche que pasaron en el puerto de Bahrein, un oficial del estado mayor del almirante decidió que toda la tripulación del Vincennes merecía, como mínimo, un paquete de cigarrillos gratis por cabeza. El gesto fue bien recibido hasta que en la cantina se terminaron, y después en las máquinas expendedoras, dejando a unos cincuenta soldados y a algunos suboficiales con la sensación de que les escatimaban el único reconocimiento recibido por todo lo que habían pasado. Varios de ellos, bastante borrachos, empezaron a congregarse delante del economato, mientras afirmaban que había que abrirlo para que la promesa se cumpliera. Al percatarse de que se enfrentaba a un problema, el oficial se llevó a Vrieger a un lado, le entregó un sobre con algo de dinero y le dijo que un todo- terreno y un conductor lo esperaban en la puerta.
—Esa tienda de Al Budayyai debería estar abierta. Compre lo que pueda. Si hace falta, mentolados. Pero rápido.
—Venga conmigo, Fanning —ordenó Vrieger—. Vamos a dar una vuelta.
—Pero yo ya tengo —protestó Doug, enseñando un paquete de Carlton medio lleno.
Tres o cuatro cervezas le habían producido un efecto sedante ylo habían dejado sentado en un banco al lado del comedor de oficiales; sólo deseaba descansar.
—Esto no va con usted.
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NABOKOVIANA

De Ultimas sesiones con Marilyn, de Michel Schneider, p.74-75
- Después de la entrevista, Marilyn le dio las gracias a Belmont y le dijo que estaba contenta de haber podido hablar y que, en general, siempre le aterraba tener que responder a los periodistas. Le agradecía haber sido tratada no como una estrella, sino como un ser humano. Esa noche, acudió a una fiesta en Beverly HilIs que ofrecía Irving Lazar, influyente agente literario de Hollywood. Se cruzó con Greenson y su esposa, que la saludaron afectuosamente. Luego reconoció los rostros de John Huston y David O, Selznick, y habló largo y tendido con un desconocido de unos sesenta años que acababa de instalarse en Hollywood, concretamente en Brentwood Heights. El hombre le habló de sus alegrías californianas. Ir hacia el noroeste, más allá del valle de San Fernando, caminar por las colinas verdiazules cubiertas de jacarandas que encuadran el desierto de Mojave mientras buscaba esas especies raras con las que completar su libro sobre los lepidópteros de California. Surcar las autopistas de Los Angeles en su Ford Impala y deambular por los supermercados: «Sobre todo de noche, por los neones», añadió. También le dijo que había escrito una novela, titulada Lolita, que Stanley Kubrick iba a llevar al cine para la Universal. Viadimir Nabokov intentaba adaptarse a las exigencias de un guión.
¿Y usted a qué se dedica? —le preguntó a la rubia que bebía Una copa tras otra para reunir el valor de hablar o de callarse hasta el final de la vejada
-I am in Pictures —repuso ella. Lo cual quiere decir «Salgo en películas» pero también «Estor en las imágenes»,
Yo también —respondió el hombre con malicia—, pero sólo soy un doble.
Unas semanas después, en El multimillonario Marilyn le impuso a Cukor que, antes de cantar My Heart Belongs to Daddy tendría que decir: “Me llamo Lolita y no me dejan jugar con los chicos”

INCIPIT 274. SNUFF / CHUCK PALAHNIUK


El señor 600 .
Hay un tipo que lleva toda la tarde junto al buffet sin más ropa que unos calzoncillos largos, lamiendo el polvillo naranja de las patatas fritas a la barbacoa. A su lado hay otro tipo que se dedica a mojar una patata en la salsa de cebolla y a lamer la salsa de la patata. La misma patata empapada, mojándola una y otra vez. La gente tiene un millón de maneras de mear en lo que ellos aseguran que es su casa.
En materia de catering, estamos hablando de dos mesas plegables atiborradas de bolsas abiertas de nachos de supermercado y latas de refrescos. Y todo el tiempo van llamando a los tipos para que entren a hacer su parte: la coordinadora anuncia sus números y esos actores se dirigen tranquilamente a correr— se ante la cámara sin dejar de masticar palomitas al caramelo, con los dedos escociéndoles por la sal al ajo y pegajosos del glaseado de los bollos al jarabe de arce.
Para algunos tipos es la primera vez que hacen esto, y han venido solo para poder decir que estuvieron aquí. Los veteranos estamos aquí para dejarnos ver y también para hacerle un favor a Cassie. Ayudarla con una polla más para que alcance su récord mundial. Para ser testigos de la historia.
En el buffet han colocado tupperwares llenos de condones al lado de tupperwares llenos de minipretzels. Chocolatinas en miniatura. Cacahuetes asados con miel. En el suelo, envoltorios de plástico de chocolatinas y de condones, abiertos a
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DE LA SERIEDAD

Del prólogo de Vila-Matas a La hechizada de JA Barbey d’Aurevilly
Yo aquí veo que la levedad y el humorismo se entrelazan estrechamente en el mundo de Barbey y que por desgracia muchas de sus palabras -“La gravedad de su época, que a menudo le hace sonreír”- no han perdido la menor vigencia si de España se trata, pues me parece que, de entre todas las propuestas de Calvino, la de la levedad ha sido, de largo, la menos aceptada entre nosotros. Tal vez porque nuestra radical gravedad y seriedad la rechaza. Y sin embargo el Quijote, el menos celtibérico de nuestros libros, es puro juego de cabo a rabo. Pero si se exceptúa el más excepcional de nuestros libros, ¿qué más podemos oponer a la sustancial gravedad de nuestra apelmazada cultura? Torrente Ballester, que es el único escritor de su generación que se ha ocupado del libro de Calvino —los demás no se asoman, ni por casualidad, al próximo milenio—, se preguntaba no hace mucho si esa preferencia tan española por la gravedad obedece a una elección o a una limitación. Yo más bien diría que a lo segundo. Es muy posible que se trate de un grave defecto nacional. Me hace pensar en aquella máxima de Rochefoucauld que cita Laurence Sterne en su cervantino Tristram Shandy: “La seriedad es un continente misteriooso del cuerpo que sirve para ocultar los defectos de la mente”.

OTRA BIBLIOTECA DE BABEL

De Subterráneos, de Vicente Luis Mora, p.118-119
Ningún programa puede examinar la Biblioteca más rápidamente de lo que ésta crece. Incluso para fijar un mapa del crecimiento los estándares irían al límite de su capacidad. Comienzan a temerse preocupantes consecuencias de esta estructura, si cabe la palabra. Según se cuenta en navegadores desfasados, la biblioteca habría sido creada por el Gran Programador, sobre elementos vegetales, sin pensar que, al reproducir sistemas tomados de una naturaleza anterior y distinta, sus leyes podrían aparecer también tan rígida como naturalmente. De ahí su tendencia a multiplicarse sin discriminación, a la terca supervivencia, a la belleza. Los botánicos bibliotecarios (no confundir con los bibliotecarios botánicos) comienzan a temer que su crecimiento es incontrolado y que el mayor peligro —no sé si confirmarlo es mi misión— no es su dispersión infinita sino el desconocimiento de las leyes o modelos que conforman su elefantiasis.
Por ello, la deriva en el sistema puede desembocar en caminos sin retorno, y ha de estarse siempre alerta. Una decisión errónea puede ser fatal, y condenar a regiones circulares o periféricas, de la que sólo se puede salir esperando que la Biblioteca decida (o decida el Programador) crecer por aquella parte y optimizarla. Hay también regiones que nadie conoce, y otras en las que extraños nódulos titilan en silencio y en la más profunda de las penumbras, Cualquiera está en peligro de extraviarse. Nuestro camino es binario, ceros y unos, unos y ceros, y nunca sabemos cuándo, exactamente, vamos a ponernos en funcionamiento, cuándo se nos designará para actuar en un concreto sentido o dirección, o para seguir latiendo, en mi caso, sin más, en el flujo continuo de energía. Nuestro camino es binario, Unos y ceros. Ser o no ser. Uno, y eres, Cero, no eres: esperas.
No faltan disensiones, grietas, fracturas, en este mundo tan perfecto en apariencia. Están los Brocs. Son bits o programas que olvidaron quiénes fueron, y destruyen programas por puro rencor. No puede reconocérselos a simple vista. Viajan y se comportan como los demás, hasta que inesperadamente revelan, en cualquier parte y sin previo aviso, su auténtica y feroz apariencia. Viejas leyendas dicen que un día gozaron del favor de los Programadores, pero que se creyeron tan puros y perfectos, que éstos les condenaron a vagar sin más finalidad que la destrucción. Como nosotros, no pueden morir. A ellos parece afectarles esa idea.

INCIPIT 273. EL FONDO COXON / HENRY JAMES




«¡No se lo van a quitar de encima en su vida!», me dije esa noche de regreso a la estación, pero más tarde, mientras estaba solo en mi compartimento (desde Wimbledon hasta Waterloo, antes de que llegaran los gloriosos ferrocarriles metropolitanos), rectifiqué dicha afirmación, pues se me ocurrió que probablemente no complacería a mis amigos disfrutar de un monopolio sobre el señor Saltram. No pretendo decir que en aquel primer encuentro me hiciera una idea cabal de su persona, pero sí creí vislumbrar qué cargas comportaba el privilegio de su amistad. Desde luego, conocerlo constituyó toda una experiencia, y quizá eso me llevó a pensar que todos, más tarde o más temprano, tendríamos el honor de disfrutar abundantemente de su trato. Aparte de la impresión que me causó su personalidad, salí de allí con una idea muy clara de la paciencia de los Mulville, El invitado iba a quedarse durante todo el invierno. Adelaide lo dejó caer con tono distraído, restándole gravedad al inevitable énfasis,
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SHOPPING

De Blanco nocturno, de Ricardo Piglia, p. 197
Un poco de historia. En 1956 se construyó el primer gran centro comercial techado y climatizado, el Southdale Shopping Center, cerca de Minneapolis (Estados Unidos). El Gran Centro Comercial consiste en un pasillo central (“mall”) y un almacén ancla que se ubica en el extremo de la galería. El centro ofrece todo “bajo techo” y permite hacer compras independientemente del clima o de los problemas de estacionamiento, y propone así concentrar a los clientes en un solo lugar climatizado con varios puestos de venta de productos y marcas distintas. Estos centros se convierten además en lugares de esparcimiento y de paseo para toda la familia. El proyecto a realizar en nuestra ciudad ya fue presentado al interventor militar y sería e1 primero a realizarse en la Argentina» (El Pregón, 2 de agosto de 1971).

MUERTE Y LITERATURA

De Subterráneos, de Vicente Luis Mora, p.96-97
-,Cómo lo ha sabido?
-Me llamo Bartolo Gasperia. Soy crítico literario.
Me lo quedé mirando, como interrogándole y qué más? Respondió.
-Crítico de los de verdad, de los que les gusta leer, un especialista, alguien que disfruta y que se documenta en todas partes. La arquitectura, como el resto del arte, me interesa. Una vez me llegó del periódico un ejemplar de la revista, para reseñar, y me gustó, Me suscribí, y desde entonces. Yo le conocía por lo de Maximiliano Pardo, estuvo usted brillante en ese caso,
-Gracias,
-… y, se lo diré, antes incluso de leer el artículo había pensado en usted, porque el que le voy a plantear es similar.,.
-Dios mío.
-Bueno, parecido, no se preocupe, pero me decidí cuando leí el artículo. Usted sabe de arquitectura, y lee libros actuales. Es mi hombre, porque seguramente conoce la literatura situacionista.
Sí, la conocía. ‘Todo arquitecto (y, sobre todo, cualquier lector de Astrágalo), la conoce, Fundada en Francia en torno a los sesenta, la Internacional Situacionista surgió como un movimiento de pensamiento aglutinado en torno a una publicación periódica y
a sus dos figuras, Debord y Vaneighem; un movimiento que tuvo y sigue teniendo cierta relevancia. Partiendo del marxismo, establecieron doctrinas bastante radicales sobre la sociedad, la cultura, la manipulación de masas y el arte, algunas de cuyas tesis eran lindantes con la arquitectura.
—Así es, la conozco.
De acuerdo. Pues entonces, no me demoraré más.
Apoyó la cabeza en el brazo de un sillón y desde ese momento, hablando claro, sereno, rápido y para nadie, me recordó realmente a los profesores de universidad.
El asunto es fácil. No es criminal, pero sí, en cierta medida, detectivesco. No lo investigaría como un caso perteneciente a la Policía Nacional, ni mucho menos, Acaso, de Patrimonio Nacional.
Dejó un eficaz y largo silencio de énfasis.
—Señor Guerra, su colaboración en este caso, si le llamamos así, será voluntaria; y gratuita, desde luego, también lo es para mí. Aludo a su vocación de intelectual. A usted le gusta leer, y yo le ofrezco descubrir un texto, que está escondido, O no. No me estoy explicando. Lo que ocurre es que quiero que entienda primero los términos. No hay dinero, no hay criminales, no hay muertes, es sólo literatura. Esto, en fin, lo más importante.

INCIPIT 272. SUITES IMPERIALES / BE ELLIS


Habían hecho una película sobre nosotros. La película estaba basada en un libro escrito por alguien que conocíamos. El libro tenía un argumento muy sencillo que narraba cuatro se manas en la ciudad donde crecimos y era en su mayor parte una descripción fiel. Lo habían catalogado de ficción pero solo habían modificado unos pocos detalles, no habían cambiado nuestros nombres y no había nada en él que no hubiera sucedido. Por ejemplo, era cierto que una tarde de enero habían proyectado una película snuff una de esas grabaciones sádicas de violencia en directo en una habitación de Malibú, y que yo salí a la terraza con vistas al Pacífico donde el autor trató de consolarme asegurándome que los gritos de los niños torturados eran fingidos, pero sonrió mientras lo decía tuve que volverle la espalda. Otros ejemplos: era cierto que mi novia había atropellado un coyote en los cañones más abajo de Mulholland. y una cena de Nochebuena en el Chasen’s con mi familia de la que me había quejado al autor estaba fielmente descrita. Y una niña de doce años había sido realmente sometida a una violación en grupo; yo estuve en esa habitación de Hollywood Oeste con el escritor, quien en el libro registra solo una vaga resistencia por mí parte y no logra describir con exactitud lo que sentí realmente aquella noche: el deseo, el shock, el miedo que me producía él, un chico rubio marginado que se había medio enamorado de la chica con la que yo salía. Pero el escritor nunca la correspondería porque estaba demasiado absorto en su propia pasividad para crear el vínculo que ella necesitaba, por lo que ella acudió a mí, pero para entonces ya era demasiado tarde, y como al escritor le molestó que acudiera a mí, me convertí en el narrador atractivo
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INCIPIT 271. BROOKLYN / COLM TOIBIN


Sentada junto a la ventana en el salón del piso superior de su casa, en Friary Street, Eilis Lacey vio a su hermana Rose volver del trabajo con paso enérgico. La observó mientras cruzaba la calle, del sol a la sombra, con el nuevo bolso de piel que se había comprado en las rebajas de Clery’s, en Dublín. Llevaba una rebeca color crema sobre los hombros. Los palos de golf estaban en la entrada; en pocos minutos, Eilis lo sabía, alguien iría a buscarla y Rose no volvería hasta que aquella tarde de verano se hubiera apagado.
Las clases de contabilidad de Eilis casi habían finalizado; en el regazo tenía un manual de sistemas contables y en la mesa que estaba tras ella había un libro mayor en el que había introducido, en las columnas de debe y haber, como parte de sus deberes, las operaciones diarias de una empresa de la que había anotado todos los datos la semana anterior en la escuela de formación profesional.
En cuanto oyó abrirse la puerta principal, fue al piso de abajo. Rose, en la entrada, sostenía su espejito de bolsillo y se observaba atentamente mientras se aplicaba pintalabios y maquillaje
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CRISIS

De El mundo de ayer, de Stefen Zweig, p. 396
Los cordones de zapato costaban más que antes un par de zapatos, no, qué digo, más que una zapatería de lujo con dos mil pares de zapatos; reparar una ventana rota costaba más que antes toda la casa; un libro, más que antes una imprenta con todas sus máquinas. Con cien dólares se podían comprar hileras de casas de seis pisos en la Kurfürstendamm; las fábricas no costaban más, al cambio del momento, que antes una carretilla. Unos adolescentes que habían encontrado una caja de jabón olvidada en el puerto se pasearon durante meses en automóvil y vivieron como reyes con sólo vender cada día una pastilla, mientras que sus padres, antes gente rica, andaban por las calles pidiendo limosna. Había repartidores que fundaban bancos y especulaban con todas las monedas extranjeras. Por encima de todos sobresalía la figura gigantesca del más grande de los aprovechados: Stinnes. A base de ampliar su crédito beneficiándose de la caída del marco, compraba todo cuanto se podía comprar: minas de carbón y barcos, fábricas y paquetes de acciones, castillos y fincas rústicas, y todo ello, en realidad, con nada, pues cada importe, cada deuda, se convertía en cero, Pronto fue suya la cuarta parte de Alemania y el pueblo alemán, que siempre se embriaga con el éxito ostentoso, perversamente lo aclamó como genio. Miles de parados deambulaban ociosos por las calles y levantaban el puño contra los estraperlistas y los extranjeros en sus automóviles de lujo que compraban una calle entera como si fuera una caja de cerillas; todo aquel que sabía leer y escribir traficaba, especulaba y ganaba dinero, a pesar de la sensación secreta de que todos se engañaban y eran engañados por una mano oculta que con premeditación ponía en escena aquel caos con el fin de liberar al Estado de sus deberes y obligaciones. Creo conocer bastan bien la historia, pero, que yo sepa, nunca se había producido una época de locura de proporciones tan enormes. Se habían alterado todos los valores, y no sólo los materiales; la gente se mofaba de los decretos del Estado, no respetaba la ética ni la moral, Berlín se convirtió en la Babel del mundo.

AMOR Y TEMBLOR

De Blanco nocturno, de Ricardo Piglia, p. 133
—La ética es como el amor —dijo Renzi—, Se vive en presente, las consecuencias no importan. Si uno piensa en el pasado es porque ya perdió la pasión.
—Tenés que escribir estas grandes verdades nocturnas.
—Claro —dijo Renzi—. El sacrificio más grande es acatar la segunda ética (1)
—,Segunda ética? Demasiado para mí... Disculpen, señores periodistas, pero se me hace tarde,.,
—dijo Cueto, y empezó a levantarse,
(1). En relación con el crimen político, G. Lukács, en sus notas para un libro sobre Dostoievski (1916), cita a Bakunin:
El asesinato no está permitido, es una culpa absoluta e imperdonable; ciertamente no puede, pero debe ser ejecutado. Como el heroe trágico, el auténtico revolucionario afronta el mal y acepta sus consecuencias. Sólo el crimen realizado por el hombre que sabe firmemente y fuera de toda duda que el asesinato no puede ser aprobado bajo ninguna circunstancia, es de naturaleza moral. De ese modo Lukács distingue entre la primera ética —o ética kantiana-, que delimita los deberes según las necesidades inmediatas de la sociedad, y la segunda ética, centrada en la trascendencia. Y Lukács cita Temor y temblor, de Kierkegaard:
El contacto directo con la trascendencia en la vida lleva al crimen, a la locura y al absurdo (nota de Renzi).

INCIPIT 270. INTRUSOS Y HUESPEDES / LUIS MAGRINYA


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[Día 1] Bueno, ya está aquí. Ya ha llegado, ya ha deshecho el equipaje. Ya hemos cenado juntos. Le he estado observando, más que acompañando, creo, porque no nos hemos dicho mucho. No sé si él me habrá observado a mí, espero que no. Parece tan cauto y en guardia como yo. Pero tampoco ha sido violento. De todos modos, esto no va a ser fácil.
Han pasado por lo menos dos años desde la última vez, y desde luego ha crecido y ha cambiado; pero no podría decir qué ha ocurrido desde la última foto, la que me dio su madre hace un par de meses y que hasta hoy tenía aquí, en un marco de madera, sobre esta mesa en la que ahora estoy escribiendo, Sin embargo, esta mañana algo, no sé qué, me ha impulsado a llevarla a su cuarto y a ponerla allí, en un estante de la librería, entre libros demasiado infantiles, me parece, y al lado de una figura de Darth Vader cuyo recuerdo me ha sorprendido. No es una habitación que frecuente mucho en mis paseos por la casa. No sé, supongo que he pensado que una foto suya daría un poco de calor a una habitación que, por mucho que Gladys y yo nos hayamos empeñado estos últimos días, sigue conservando cierto aire de abandono. Ahora no sé si he hecho bien. Él se ha extrañado
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LOS HIJOS

De Intrusos y huéspedes, de Luis Magrinyá, p. 124
Ya se sabe lo guapos que están los niños mientras duermen, pero esta célebre observación no es expresión de un alivio trivial, sino de una fatal melancolía Es sólo una fórmula invertida para expresar lo poco guapos que están cuando están despiertos, es decir, para expresar el deseo de que, en efecto, no estén despiertos. Yo añoro a Andrés porque no está; si estuviera seguramente preferiría que no estuviera (eso es lo que prefería cuando estaba aquí). Los hijos tienen mucha suerte de estar dormidos o de no estar de vez en cuando; así se les quiere más. La añoranza es real; el deseo de que se ausenten, de deshacernos de ellos, también.

FRASE DE LA SEMANA


A ver cómo lo explico. Yo, lúcida y racionalmente, estoy en contra de la sociedad burguesa, Soy un hombre que esta absolutamente a favor de la irresponsabilidad, del libertinaje, Un sadiano puro. En cambio, mi subconsciente, mi tripa, es un angelito, una monja de la caridad.
Berlanga

INCIPIT 269. TIEMPOS DIFICILES / CHARLES DICKENS


CAPÍTULO 1
LO UNICO NECESARIO
—Pues bien, lo que quiero son hechos. No enseñe a estos chicos y chicas sino hechos. En la vida sólo se necesitan hechos. No plante otra cosa y arranque todo lo demás. Sólo con hechos se pueden formar las mentes de los animales racionales: ninguna otra cosa les será jamás de utilidad. Éste es el principio en el que educo mis propios hijos, y éste el principio en que educo a estos niños. Insista en los hechos, caballero!
La escena era la sala abovedada, monótona, desnuda y sencilla de una escuela, y, con el dedo índice estirado, el hablante iba poniendo énfasis a sus observaciones, subrayando cada frase con una línea sobre la manga del maestro. Al énfasis contribuía el recto muro de su frente, que tenía sus cejas por base, en tanto que sus ojos encontraban cómodo almacén en dos oscuras covachas, ensombrecidas por el muro. Al énfasis contribuía su boca, grande, delgada y firme, Al énfasis contribuía su voz, que era inflexible, seca y dictatorial. Al énfasis contribuía su cabello que, en los bordes le su cabeza calva, erizaba una plantación de abetos que resguardaban del viento su brillante superficie, toda cubierta de ronchas A1 igual que la corteza de una torta de ciruela, como si apenas tuviese espacio dentro de la cabeza para los sólidos hechos almace

LOLA FLORES


De Amar en Madrid, de Francisco Umbral, p. 139-141
Lola Flores, niña de Jerez de la Frontera donde hoy tiene una calle, hija del dueño de un bar, que lo vendió para ayudar a la chica en su carrera madrileña empieza en un espectáculo de Provincias y en 1942 viene al Madrid del hambre, los gasógenos y las colas, para hacer una película «Martingala» con Marchena A los catorce años, la niña le enviaba a las productoras madrileñas unas fotos de cuerpo entero donde aparece con la boca y las uñas muy pintadas, falda que hoy diríamos midi y zapatos blancos con puntera oscura, Despu5 de «Martingala», el fracaso, la edad, el hambre, lo de siempre Hace Una gira por provincias y luego Carcellé la despide «Madrid se me venía encima», ha dicho ella. Efectivamente Madrid se le viene encima al novel con su primera puerta en las narices La Gran Vía se llena de unos rascacielos kafkianos de pesadilla, y es como una Quinta Avenida del fracaso Eso lo sabemos todos por experiencia La madre y la hija están perdidas en Madrid
[…]
Luego vendría el contrato con Cesáreo González fabuloso para aquellos tiempos, Seis millones y medio de pesetas, Se Firmó el convenio en el museo de bebidas de Perico Chicote todavía joven, vestido como un diplomtj0 y un Cesár0 Gonz1 de melena ya gris plata, con el jersey en Punta de aquellos años, que sólo dejaba ver el nudo de la corbata Después hubo divergencj con Cesáreo como las había habido antes con Manolo Y, por fin, el romance con el guitarrjs de la compañía Ato00 González y la boda en El Escorial, de madrugada, sin azahar, con los ín timos. Un matrimonio que ha ido muy bien. Lola Flores, mito nacional y Lazo de Isabel la Católica

INCIPIT 268. BLANCO NOCTURNO / RICARDO PIGLIA


Tony Durán era un aventurero y un jugador profesional y vio la oportunidad de ganar la apuesta máxima cuando tropezó con las hermanas Belladona. Fue un menaje à trois que escandalizó al pueblo y ocupó la atención general durante meses. Siempre aparecía con una de ellas en el restaurante del Hotel Plaza pero nadie podía saber cuál era la que estaba con él porque las gemelas eran tan iguales que tenían idéntica hasta la letra. Tony casi nunca se hacía ver con las dos al mismo tiempo, eso lo reservaba para la intimidad, y lo que más impresionaba a todo el mundo era pensar que las mellizas dormían juntas. No tanto que compartieran al hombre sino que se compartieran a sí mismas.
Pronto las murmuraciones se transformaron en versiones y en conjeturas y ya nadie habló de otra cosa; en las casas o en el Club Social o en el almacén de los hermanos Madariaga se hacía circular la información a toda hora como si fueran los datos del tiempo.
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ECONOMIA

De Blanco nocturno, de Ricardo Vigila, p. 288
«Imputar a los medios de producción industrial una acción perniciosa sobre los afectos es reconocerles una potencia moral. ¿Acaso las acciones económicas no forman una estructura de sentimientos constituida por las reacciones y las emociones? Hay una sexualidad en la economía que excede la normalidad conyugal destinada a la reproducción natural» (dictado a Schultz).

HABITAT

De Subterráneos, de Vicente Lusi Mora, p.17
Ignoro de qué manera se ha podido hallar un modo de producción alimenticia en un desierto cubierto por acero, pero en Hábitat no escasean los vegetales, ni la comida animal. Desde hace unos meses, sin que nadie sepa cómo, en los contenedores-mercado de la zona oeste puede comprarse pescado fresco. Como bien sabe, a Hábitat sólo llegan diariamente pobladores a pie y camiones con contenedores, pero vacíos; lo he comprobado, personalmente. Más cosas. Ha comenzado la construcción vertical; a cinco kilómetros de Klapuyan (frontera sur de Hábitat desde hace seis años, como sabe), puede verse una torre de contenedores puestos en pie de no menos de 200 metros de altitud. No he podido esclarecer la ingeniería utilizada para semejante envite constructivo, créame que es una de las razones por las que decidí volver aquí: no sé si podría habitar confiado un lugar cuyas leyes no comprendo. Por lo demás, el cuidado arquitectónico roza el virtuosismo: los contenedores han logrado crear microclimas de sombra y zonas umbrías. El otro día descubrí un pasillo de kilómetro y medio a través de varias decenas de ellos, cuyas paredes frontales habían sido separadas con sierras. Es el lugar habitual de paseo de los moradores. También ha comenzado la excavación, y hay túneles en espiral de contenedores enterrados, donde se hace la vida social en grandes grupos. En algunas zonas se ha profundizado tanto que corren veneros desalados y la temperatura es fresca. La distribución poblacional media, hasta donde he podido comprobar, incluye a dos hombres y tres mujeres por contenedor, en régimen de familia abierta. Hay zonas enteras, sobre todo al norte, por donde más contenedores entran, de cubículos vacíos; y otras, más bien al sudeste, dedicadas al almacenamiento residual: de basuras, de trastos inservibles, de restos de las antiguas costumbres fuera de Hábitat, de cadáveres de moradores.

INCIPIT 267. SUBTERRANEOS / VICENTE LUIS MORA

Hábitat
Pero ahí no acaban las suposiciones. Hay algo más, según me cuentan. La disposición de los contenedores no se debió, en contra de lo que suele creerse, a ningún plan establecido; fue el azar y no un designio, quien comenzó a mover las piezas. Tampoco había una mente perversa o genial en el principio de todo: simplemente, una empresa en quiebra. Sí, como lo oye. Una empresa naviera, que se encontró en suspensión de pagos y con cinco mil contenedores diseminados en barcos, por todos los puertos y mares del mundo. Pensaron que vendiendo las mercancías que incluían los cubículos de acero era factible salvar la firma, pero los costes de traer todos los buques a Misrat disparataron las deudas, y cuando los capitanes atracaron sólo inflaron las deudas con sus reclamaciones de honorarios. La suspensión devino quiebra y la solución —los contenedores—, problema. Éstos fueron vaciados para hacer frente a los acreedores y, como habían vendido también las naves y solares de almacenamiento, alguien tomó la decisión de enviar los contenedores vacíos al desierto, justo donde ha comenzado el Hábitat. No me mire así, lamento que la explicación no sea romántica, usted me dijo que investigara y he investigado. Lo repetiré de nuevo. No hay nada irracional en el princzpio. Subrayo esta palabra porque las cosas cambian a partir del origen, bastante pragmático, como puede ver, del asunto, Los cinco mil contenedores fueron abandonados en el desierto al azar, a veces unos a continuación de otros, a veces encima de los ya existentes. El único plan rector era quitarlos de en medio, eso era todo, como si fueran cajas de cerillas mojadas. Sus toneladas de acero y su puzzle multicolor taparon arena hasta ser visibles desde el cielo. Se hicieron fotos casuales, turísticas, desde un avión.
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LA MUERTE DE BORGES

De Borges: la posesión póstuma, de Juan Gasparini, p.105-106
Su lucidez continuaba inalterable. La mantuvo intacta hasta que en «las últimas 24 ó 36 horas» el médico lo vio desfallecer «Es como si usted va desconectando uno a uno los fusibles de la electricidad, llega un momento en que la luz se extingue cuando usted apaga un buen número. Calmadamente uno duerme, luego entra en coma, una fase donde se respira cada vez peor, se vuelve a dormir, una agonía no violenta, suave.
El apartamento de la Grand Rue donde Borges se exdnguía con sosiego le fue procurado a comienzos de junio, según la apreciacion de Balavojne «Lo llevamos Ambroset y yo. Fue como la distensión de un resorte, A los tres días falleció apaciblemente El círculo se cerraba, las defensas se distienden. La fatiga y las complicaciones de una neumonía, sumadas a una disfunción cardíaca, le hicieron perder conciencia en las últimas 18 horas, Era casi imposible despertarlo el viernes por la tarde, Yo pasé junto a él un largo momento por la noche y cuando volví a la mañana del sábado acababa de morir. El Dr, Ambroset estaba a su lado en el momento de constatar el deceso. Terminó sereno, digno, como él quería y me lo dijera, habiendo vivido dignamente, Fui yo quien firmé el certificado de defunción a las 8.15 horas del 14 de junio de 1986»,
El recelo del pavor frente a la muerte, aproximado en la entre vista que me concediera en Ginebra en 1984, no sucedió. Dos años antes de que la tuviera enfrente, avizoraba que para él, «la muerte es una esperanza, Yo espero, como dijera mi padre, morir enteramente, en cuerpo y alma, y ser olvidado también, De modo que no pienso la muerte con temor, Aunque quizá cuando llegue sea bas tante cobarde, como lo son todos». Antes de producirse la confrontación, le preocupaba «en qué lengua voy a morir, pero no se quejaba», rescata Jean Pierre Bernés. En esos instantes, no perdió el gobierno de su personalidad. Su mente se mantuvo inundada por la serenidad. En los umbrales de la fractura con la vida ningún rapto de desesperación le aniquiló principios asumidos o lo convirtió en un renegado de lo que fuera. No traicionó sus conviccio nes de agnóstico, abrazando algún credo religioso. Ningun pánico lo movió a saltar del cerco de los estoicos hacia los católicos o protestantes.

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