Romance De La Ropa Antigua
Hacia mediados del siglo XVIII vivía en la Provincia de Massachusetts una señora viuda, madre de tres hijos. Su nombre no viene al caso: me tomaré la libertad de llamarla Mrs. Wingrave, apellido que, como el suyo propio, suena muy respetable. Había quedado viuda después de unos seis años de matrimonio y se había dedicado al cuidado de su progenie. Esa joven descendencia creció de tal manera que recompensó su celo y complació sus más vanas esperanzas. El primogénito era un varón, a quien había puesto el nombre de Bernard, por su padre. Los otros dos eran niñas, nacidas con una separación de tres años. La belleza era tradicional en la familia, y no parecía probable que esos tres niños permitieran que la tradición se echara a perder. El chico tenía esa tez clara y rubicunda y esa complexión atlética que en aquella época (al igual que en esta) era muestra de genuina sangre inglesa: era un afectuoso y sincero jovencito, hijo respetuoso, hermano protector y amigo incondicional. Listo,
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