Del prólogo de Francisco Umbral a “El último austrohúgaro”de Juan Hernández Les
María Jesús, la santa esposa, hace muchas más Cosas de las que parece que hace, porque es la perfecta casada de Fray Luis, pero en soriano, y a última hora me regala plumieres infantiles como cofres carpinteros de mi infancia porque no sabe que yo era un niño sin plumier El síndrome/plumier, es otro de mis síndromes freudoharapientos.
Me recuerda esta casa el cuento de los enanitos que eran dedos y que uno fue a por leña y otro fue a partirla y otro buscó un huevo y otro fue a freírlo hay un Berlanga junior que traduce a Bukovski paciente y acertadamente con la misma delicadeza con que Salinas traducía a Proust. Hay otro Berlanga junior que hace música pegamoide en silencio (los músicos suelen trabajar en silencio, desde la sordera de Beethoven basta el ruido de Wagner que no dejaba oír nada). El pegamoide luego, triunfa en Madrid con la música que ha gestad0 calladamente en el piano de Beethoven comprado de reventa en el Rastro
Hay otro Berlanga junior, o el mismo, o yo no sé, que dibuja comics o diccionariza el cheli, poniéndome Oportunas y sensatas objeciones. Hay, en fin, dentro de todo este rumoroso silencio de casa bien tenida, un hombre de cabeza romana un poco deteriorada por los siglos que se meten un dedo en la nariz (algo tienen que hacer los siglos para pasar el tiempo) y es Luís, el padre que está en su celda alta, secreta, monacal la que nunca me ha dejado subir, y de la que baja por una escalera lateral y como de palomar, cuando uno llega. Viene aún con las gafas puestas de manera que no coincidan para nada con los Ojos, y no se sabe si ha estado escribiendo un guión o haciendo la cuenta del mercado.
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