De Blanco nocturno, de Ricardo Piglia, p. 133
—La ética es como el amor —dijo Renzi—, Se vive en presente, las consecuencias no importan. Si uno piensa en el pasado es porque ya perdió la pasión.
—Tenés que escribir estas grandes verdades nocturnas.
—Claro —dijo Renzi—. El sacrificio más grande es acatar la segunda ética (1)
—,Segunda ética? Demasiado para mí... Disculpen, señores periodistas, pero se me hace tarde,.,
—dijo Cueto, y empezó a levantarse,
(1). En relación con el crimen político, G. Lukács, en sus notas para un libro sobre Dostoievski (1916), cita a Bakunin:
El asesinato no está permitido, es una culpa absoluta e imperdonable; ciertamente no puede, pero debe ser ejecutado. Como el heroe trágico, el auténtico revolucionario afronta el mal y acepta sus consecuencias. Sólo el crimen realizado por el hombre que sabe firmemente y fuera de toda duda que el asesinato no puede ser aprobado bajo ninguna circunstancia, es de naturaleza moral. De ese modo Lukács distingue entre la primera ética —o ética kantiana-, que delimita los deberes según las necesidades inmediatas de la sociedad, y la segunda ética, centrada en la trascendencia. Y Lukács cita Temor y temblor, de Kierkegaard:
El contacto directo con la trascendencia en la vida lleva al crimen, a la locura y al absurdo (nota de Renzi).
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