Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 188. SEÑORES Y SIRVIENTES / PIERRE MICHON
A uno le adjudicó Correos ese destino, de forma arbitraria o atendiendo a sus deseos; el otro fue allí porque había leído libros; porque aquello era el Sur, donde creía que el dinero escaseaba menos, las mujeres eran más clementes, y los cielos, extremosos y japoneses. Porque iba huyendo. Unas cuantas casualidades los hicieron arribar a ambos a la ciudad de Arlés, en 1888. Aquellos dos hombres tan dispares se agradaron; cuando menos, el aspecto de uno ellos, del de más edad, agradó al otro lo suficiente para que lo pintase cuatro o cinco veces: es, pues, creencia común que sabemos cómo eran los rasgos que tenía el hombre aquel en aquel año, a los cuarenta y siete de su edad, de la misma forma que sabemos cómo eran los de Luis XIV en cualquiera de sus edades, o de Inocencio X en 1650; y es innegable que no se destocó para retratarse, que es lo mismo que hacen los reyes, y aparece en sus retratos sentado como un papa; con eso basta. También sabemos unos cuantos asuntillos de su vida, que a él le causaría gran asombro ver, bajo su propio rostro, en las prolijas notas de libros muy eruditos. Sabemos, por ejemplo, que la administración de Correos lo trasladó, a finales
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