Cuando yo era chico, ignorar el francés era ser casi analfabeto. Con el decurso de los años pasamos del francés al inglés y del inglés a la ignorancia, sin excluir la del propio castellano.
JL B
Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 190. LA PIEL / CURZIO MALAPARTE
Eran los días de la “peste” de Nápoles. Todas las tardes, a las cinco, después de media hora de punchingball y una ducha caliente en el campo de deportes de la Peninsular Base Section, el coronel Jack Hamilton y yo bajábamos a pie hacia San Fernando, abriéndonos paso a codazos entre la muchedumbre que, del alba a la hora de la queda, se arremolinaba alborotando en Via Toledo.
Jack y yo nos encontrábamos limpios, lavados y bien nutridos, en medio de aquella terrible muchedumbre de napolitanos escuálidos, sucios, hambrientos y vestidos de harapos, a quienes los grupos de soldados de los ejércitos liberadores, compuestos por individuos de todas las razas de la tierra, injuriaban en todas las lenguas y dialectos del mundo. El honor de ser liberado antes que a otro le correspondió en suerte al pueblo napolitano; y para festejar un tan merecido premio, mis pobres napolitanos, después de tres años de hambre, epidemias y feroces bombardeos, habían aceptado de todo corazón, por piedad hacia la patria, la codiciada y envidiada gloria de recitar el papel de un pueblo vencido, de cantar, palmotear y saltar de alegría entre las ruinas de sus casas destruidas, de hacer ondear banderas extranjeras enemigas hasta el día anterior, y arrojar por las ventanas flores sobre los vencedores.
Pero, pese al universal y sincero entusiasmo, no había en toda Nápoles un solo napolitano que se sintiese vencido. No sabría decir cómo pudo nacer ese extraño sentimiento en el corazón del pueblo. No cabía la menor duda de que Italia, y por consiguiente Nápoles, había perdido la guerra. Es indudablemente más difícil perder una guerra que ganarla. Para ganar una guerra todo el mundo sirve, pero
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Jack y yo nos encontrábamos limpios, lavados y bien nutridos, en medio de aquella terrible muchedumbre de napolitanos escuálidos, sucios, hambrientos y vestidos de harapos, a quienes los grupos de soldados de los ejércitos liberadores, compuestos por individuos de todas las razas de la tierra, injuriaban en todas las lenguas y dialectos del mundo. El honor de ser liberado antes que a otro le correspondió en suerte al pueblo napolitano; y para festejar un tan merecido premio, mis pobres napolitanos, después de tres años de hambre, epidemias y feroces bombardeos, habían aceptado de todo corazón, por piedad hacia la patria, la codiciada y envidiada gloria de recitar el papel de un pueblo vencido, de cantar, palmotear y saltar de alegría entre las ruinas de sus casas destruidas, de hacer ondear banderas extranjeras enemigas hasta el día anterior, y arrojar por las ventanas flores sobre los vencedores.
Pero, pese al universal y sincero entusiasmo, no había en toda Nápoles un solo napolitano que se sintiese vencido. No sabría decir cómo pudo nacer ese extraño sentimiento en el corazón del pueblo. No cabía la menor duda de que Italia, y por consiguiente Nápoles, había perdido la guerra. Es indudablemente más difícil perder una guerra que ganarla. Para ganar una guerra todo el mundo sirve, pero
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INCIPIT 189. EL GENERAL DEL EJERCITO MUERTO / ISMAIL KADARE
Capítulo 1
Sobre la tierra extranjera caía una mezcla de agua y nieve. La pista de cemento, los edificios, los guardias del aeropuerto estaban empapados. La nieve fundida bailaba la llanura y los cerros y hacía relucir el asfalto negro de la carretera. Si no hubiera sido el comienzo del otoño, a cualquier otra persona que no fuera el recién llegado general aquella lluvia monótona le habría parecido una triste coincidencia. El general llegaba a Albania procedente de un Estado extranjero, con el fin de repatriar los restos de sus compatriotas muertos en todos los rincones del país durante la última guerra mundial. Las conversaciones entre los dos gobiernos se habían iniciado en la primavera, pero los acuerdos definitivos sólo llegaron a firmarse a últimos de agosto, justo en el momento en que comenzaron las primeras precipitaciones. Era, por tanto, otoño y la lluvia caía a su tiempo. El general lo sabía. Antes de partir se había informado, entre otros varios aspectos, acerca del clima de Albania y sabía que el otoño era allí húmedo y lluvioso. Pero aunque el libro que había leído dijera que en Albania el otoño era soleado y seco a él no le habría resultado insólita aquella lluvia. Todo lo contrario, y la razón era que siempre le había parecido que su misión únicamente podía llevarse a cabo con mal tiempo. Puede que las lecturas y las imágenes de películas que acudían a su memoria no fueran ajenas a ese estado de áni-
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INCIPIT 188. VILLA TRISTE / PATRICK MODIANO
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Han derribado el Hotel de Verdun. Era un edificio curioso, enfrente de la estación, con una veranda alrededor cuya madera estaba pudriéndose. Dormían en él, entre dos trenes, viajantes de comercio. Tenía fama de ser un hotel de citas. El café de al lado, en forma de rotonda, ha desaparecido también. ¿Se llamaba Café des Cadrans o Café de l’Avenir? Entre la estación y las zonas de césped de la plaza de Albert 1º ahora hay un hueco grande.
La calle Royale, en cambio, está igual, pero como estamos en invierno y ya es tarde, según va uno por ella parece que está cruzando una ciudad muerta. Escaparates de la librería Chez Clément Marot, de la joyería de Horowitz, Deauville, Genèe, Le Touquet, y de la pastelería inglesa Fidel-Berger... Más allá, la peluquería René Pigault. Escaparates de Henry á la Pensée. La mayor parte de estas tiendas de lujo están cerradas fuera de temporada. Al entrar en los soportales, se ve el resplandor, al final y a la izquierda, del letrero
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LA FORMA DE LA NOVELA SEGUN DON EDUARDO
De Vidas de Santos, de Eduardo Mendoza
Yo algo había leído antes de aquel día; uno de joven ha de matar el tiempo libre de algún modo y no siempre tiene una tía o un televisor a mano. Pero nunca había leído con criterios literarios, como es natural. Yo era un canalla, no un pervertido. Sin embargo aquella mutilación me produjo un desconcierto extraordinario, sobre todo porque no sabía de dónde me venía. Luego comprendí lo que me ocurrió y es algo tan curioso que se lo tengo que contar. Nunca se lo he contado a nadie. Mire, lo que ocurrió es que de repente, en un solo instante, sin saber nada de nada, entendí exactamente lo que era la literatura. No lo que usted decía, no un vehículo para contar historias, para expresar sentimientos o para transmitir emociones, sino una forma. Forma y nada más. Confio en que su larga labor docente no la haya embrutecido y entienda lo que le quiero decir, Las leyes sencillas pero insoslayables que hacen que un escrito signifique algo más que manchas sobre un papel: la estructura del relato, el tamaño del párrafo, la longitud de la frase, la música interna de las palabras cuando se combinan entre sí, y el ritmo del conjunto. La estrategia con que se disponen todos los elementos.
Los críticos se engañan: ven un libro acabado y creen que todos los movimientos desde el principio han ido encaminados a un fin concreto. Nada más falso. Un escritor no pone los conocimientos técnicos que posee al servicio de la historia que quiere contar, sino la historia que posee al servicio de los conocimientos técnicos que quiere utilizar. En fin, no la quiero aburrir con teorías. Sólo le digo lo que ya sabe: que soy el mismo pazguato de entonces y que mi éxito se debe a un malentendido. Los lectores creen estar leyendo historias atormentadas, cargadas de significación, y sólo leen artimañas”
Yo algo había leído antes de aquel día; uno de joven ha de matar el tiempo libre de algún modo y no siempre tiene una tía o un televisor a mano. Pero nunca había leído con criterios literarios, como es natural. Yo era un canalla, no un pervertido. Sin embargo aquella mutilación me produjo un desconcierto extraordinario, sobre todo porque no sabía de dónde me venía. Luego comprendí lo que me ocurrió y es algo tan curioso que se lo tengo que contar. Nunca se lo he contado a nadie. Mire, lo que ocurrió es que de repente, en un solo instante, sin saber nada de nada, entendí exactamente lo que era la literatura. No lo que usted decía, no un vehículo para contar historias, para expresar sentimientos o para transmitir emociones, sino una forma. Forma y nada más. Confio en que su larga labor docente no la haya embrutecido y entienda lo que le quiero decir, Las leyes sencillas pero insoslayables que hacen que un escrito signifique algo más que manchas sobre un papel: la estructura del relato, el tamaño del párrafo, la longitud de la frase, la música interna de las palabras cuando se combinan entre sí, y el ritmo del conjunto. La estrategia con que se disponen todos los elementos.
Los críticos se engañan: ven un libro acabado y creen que todos los movimientos desde el principio han ido encaminados a un fin concreto. Nada más falso. Un escritor no pone los conocimientos técnicos que posee al servicio de la historia que quiere contar, sino la historia que posee al servicio de los conocimientos técnicos que quiere utilizar. En fin, no la quiero aburrir con teorías. Sólo le digo lo que ya sabe: que soy el mismo pazguato de entonces y que mi éxito se debe a un malentendido. Los lectores creen estar leyendo historias atormentadas, cargadas de significación, y sólo leen artimañas”
DEDALO
De Intente usar otras palabras, de Germán Sierra, p.47-48
«Ha oído usted hablar de Dédalo? Apostaría a que sí. Hijo de Himetion, biznieto de un rey de Atenas. Fue el más grande inventor y artista de toda la Grecia mítica, un Leonardo da Vinci de los tiempos prehelénicos. Inventó la segur, el nivel, el berbiquí. Hay quien dice que copió todo eso de los egipcios, de los babilonios, o que le robaba los inventos a su sobrino; No importa, todos copiamos a todos y nos atribuimos las ideas. Sustituyó los remos por velas en las embarcaciones. Construyó autómatas a los que hacía caminar por medio de recipientes internos que rellenaba con mercurio. Corroborado por Aristóteles, por Pausanias. Los atenienses, envidiosos, lo enviaron al destierro y así llegó hasta Creta, donde construyó el Laberinto para el rey Minos. ¡Vamos! ¡Hasta fabricó la primera máquina de follar, la que permitió a Pasifae tirarse a un toro y dar a luz al Minotauro!”
Le respondió que conocía la leyenda del Minotauro, y el mito de Dédalo y su hijo. No volar demasiado alto. Le explicó que era copropietario de un bar. Forner replicó que eso no le importaba en absoluto.
“La mayoría de las personas desean ascender. No les basta con tener un buen sueldo, un trabajo cómodo y hasta posibilidades de acceso a un cierto nivel de corrupción: exigen que su trabajo sea reconocido porque necesitan fingir que sirven para algo. El ego siempre acarrea problemas. Le parecerá una exageración, pero no es fácil encontrar a personas capaces de vivir toda su vida en la oscuridad del laberinto. Ya sabe usted, prefieren fabricarse unas alas e intentar volar por su cuenta, aunque solo sea para impresionar a su familia o a los individuos del sexo por el que se sientan atraídos. Por eso los espías acaban por traicionar y traicionarse, porque tienen expectativas. Verá cuantos problemas de ese tipo les surgirán a esos nuevos chicos que están ahora remodelando los despachos de los ministerios, sustituyendo las antiguas mesas de roble por muebles italianos lacados... »
«Ha oído usted hablar de Dédalo? Apostaría a que sí. Hijo de Himetion, biznieto de un rey de Atenas. Fue el más grande inventor y artista de toda la Grecia mítica, un Leonardo da Vinci de los tiempos prehelénicos. Inventó la segur, el nivel, el berbiquí. Hay quien dice que copió todo eso de los egipcios, de los babilonios, o que le robaba los inventos a su sobrino; No importa, todos copiamos a todos y nos atribuimos las ideas. Sustituyó los remos por velas en las embarcaciones. Construyó autómatas a los que hacía caminar por medio de recipientes internos que rellenaba con mercurio. Corroborado por Aristóteles, por Pausanias. Los atenienses, envidiosos, lo enviaron al destierro y así llegó hasta Creta, donde construyó el Laberinto para el rey Minos. ¡Vamos! ¡Hasta fabricó la primera máquina de follar, la que permitió a Pasifae tirarse a un toro y dar a luz al Minotauro!”
Le respondió que conocía la leyenda del Minotauro, y el mito de Dédalo y su hijo. No volar demasiado alto. Le explicó que era copropietario de un bar. Forner replicó que eso no le importaba en absoluto.
“La mayoría de las personas desean ascender. No les basta con tener un buen sueldo, un trabajo cómodo y hasta posibilidades de acceso a un cierto nivel de corrupción: exigen que su trabajo sea reconocido porque necesitan fingir que sirven para algo. El ego siempre acarrea problemas. Le parecerá una exageración, pero no es fácil encontrar a personas capaces de vivir toda su vida en la oscuridad del laberinto. Ya sabe usted, prefieren fabricarse unas alas e intentar volar por su cuenta, aunque solo sea para impresionar a su familia o a los individuos del sexo por el que se sientan atraídos. Por eso los espías acaban por traicionar y traicionarse, porque tienen expectativas. Verá cuantos problemas de ese tipo les surgirán a esos nuevos chicos que están ahora remodelando los despachos de los ministerios, sustituyendo las antiguas mesas de roble por muebles italianos lacados... »
SOBRE CONRAD
De La infancia perdida y otros ensayos, de Graham. Greene, p. 123
RECORDANDO A JONES
Este libro [Prefacios de Conrad a sus obras). conmemora por igual a Edward Garnett y a Conrad: es un homenaje al más grande lector de entre todos los editores, al hombre entre bastidores a quien debemos las obras de Conrad. Es sospechoso el editor que reclama el descubrimiento de un autor: es el autor quien suele descubrir al editor, y el cometido de éste se reduce a pagar a un hombre de confianza para que reconozca el mérito cuando le llega por paquete postal. Pero tenemos el propio testimonio de Conrad diciendo que de no haber sido por el aliento, medido con tacto, de Edward Garnett, podría no haber escrito nunca otro libro después de Almayer’s Fdfly, y uno sospecha que fue Garnett quien organizó la opinión crítica de tal manera que Conrad tuviese el respaldo de sus iguales durante los años de indiferencia del público. En cuanto a Garnett mismo, nada podría ser más esclarecedor que la nota biográfica de su hijo. Edward Garnett fue educado por padres que mezclaban la «respetabilidad victoriana con las opiniones completamente liberales. Los niños eran indisciplinados y totalmente anárquicos; sólo cuando manifestaban cosas como mundanidad o egoísmo sorprendían y sobresaltaban a sus padres».
Los prefacios de Conrad no son como los de James, una complicada reconstrucción de objetivos técnicos. No son prólogos a los que los novelistas recurrirán con tanta frecuencia como lectores: tratan de la vida tanto como del arte, de las palabras o de las acciones que por una razón u otra han sido excluidas de las novelas.
RECORDANDO A JONES
Este libro [Prefacios de Conrad a sus obras). conmemora por igual a Edward Garnett y a Conrad: es un homenaje al más grande lector de entre todos los editores, al hombre entre bastidores a quien debemos las obras de Conrad. Es sospechoso el editor que reclama el descubrimiento de un autor: es el autor quien suele descubrir al editor, y el cometido de éste se reduce a pagar a un hombre de confianza para que reconozca el mérito cuando le llega por paquete postal. Pero tenemos el propio testimonio de Conrad diciendo que de no haber sido por el aliento, medido con tacto, de Edward Garnett, podría no haber escrito nunca otro libro después de Almayer’s Fdfly, y uno sospecha que fue Garnett quien organizó la opinión crítica de tal manera que Conrad tuviese el respaldo de sus iguales durante los años de indiferencia del público. En cuanto a Garnett mismo, nada podría ser más esclarecedor que la nota biográfica de su hijo. Edward Garnett fue educado por padres que mezclaban la «respetabilidad victoriana con las opiniones completamente liberales. Los niños eran indisciplinados y totalmente anárquicos; sólo cuando manifestaban cosas como mundanidad o egoísmo sorprendían y sobresaltaban a sus padres».
Los prefacios de Conrad no son como los de James, una complicada reconstrucción de objetivos técnicos. No son prólogos a los que los novelistas recurrirán con tanta frecuencia como lectores: tratan de la vida tanto como del arte, de las palabras o de las acciones que por una razón u otra han sido excluidas de las novelas.
SOBRE STEVENSON
De La infancia perdida y otros ensayos, de Graham. Greene, p. 79
DE LAS PLUMAS AL HIERRO
A la reputación de Stevenson le ha perjudicado su muerte temprana quizá más que cualquier otra causa. Murió tan sólo a los cuarenta y cuatro y dejó lo que principalmente viene a ser un gran número de obras juveniles. Por alegre, brillante y perpetuamente atractiva que pueda ser su obra, posee una madurez espuria que oculta el hecho de que, como los demás hombres, Stevenson estaba evolucionando. En realidad sólo en Los últimos seis años de su vida —los años de Samoa— su talento bellamente acicalado empezó a despojarse de sus finuras engañosas y a enseñar el granito que había debajo
DE LAS PLUMAS AL HIERRO
A la reputación de Stevenson le ha perjudicado su muerte temprana quizá más que cualquier otra causa. Murió tan sólo a los cuarenta y cuatro y dejó lo que principalmente viene a ser un gran número de obras juveniles. Por alegre, brillante y perpetuamente atractiva que pueda ser su obra, posee una madurez espuria que oculta el hecho de que, como los demás hombres, Stevenson estaba evolucionando. En realidad sólo en Los últimos seis años de su vida —los años de Samoa— su talento bellamente acicalado empezó a despojarse de sus finuras engañosas y a enseñar el granito que había debajo
JAMESIANA
De La infancia perdida y otros ensayos, de Graham. Greene, p. 29-30
Siempre había sido estrictamente justo con la verdad tal como la veía, y lo único que la creciente profundidad de su experiencia había hecho por él era modificar un asesinato en un adulterio, pero mientras que en Los americanos no se había apiadado del asesino, en La copa dorada cierta mente había aprendido a compadecer a los adúlteros. No había victoria para los seres humanos, tal era su conclusión; eras castigado a tu propia manera, ya estuvieses en el bando de Dios o en el del diablo. James creía en lo sobrenatural, pero entendía el mal como una fuerza igualada con el bien. La humanidad era carne de cañón en una guerra demasiado equilibrada para que pudiese concluir. Si él también era culpable del supremo egoísmo de conservar su existencia propia, al menos dejó el material, en su análisis profundo y despiadado, para hacer incluso al egoísmo la máxima justicia, de dar al mal su merecido.
Al oír esto, Spencer Brydon se puso de pie.
-Te «gustas ese horror...?
-Podría haberme gustado. Y para mi —dijo ella— no era un horror, yo le había aceptado.«Yo le había aceptado.» James, que nunca se había interesado demasiado por el «swedenborgianismo» de su padre, había juntado el suficiente para fortalecer su más antigua y mas tradicional herejía. Pues su padre creía, en sus propias palabras, que «el mal o el elemento infernal de nuestra naturaleza, aun cuando es de orden divino.., es, sin embargo, no sólo menos vigoroso que el último, sino por el contrario más enérgico, sagaz y productivo de eminentes usos terrenales» (así podría conceptuarse la adquisición de dinero por parte de Milly Theale). La diferencia, por supuesto, era más grande que la semejanza. El hijo no era un optimista, no compartía las esperanzas de su padre sobre el elemento infernal, se limitaba a compadecer a quienes estaban inmersos en él; y es precisamente la justicia final de su piedad, la integridad de un análisis que le faculté para compadecer al más mísero, al más corrupto de sus actores humanos, lo que le sitúa entre los más grandes escritores creativos. Es un solitario en la historia de la novela como Shakespeare en la de la poesía
SOBRE FLAUBERT
De El loro de Flaubert, de Julian Barnes, p.160
8. Que procuró no vivir muy a fondo
«Para pintar el vino, el amor, las mujeres o la gloria, es necesario no ser borracho ni amante ni marido ni soldado raso. Entremezclado con la vida, es difícil verla correctamente, la sufres o la gozas demasiado.» Esto no es una contestación de alguien que se declara culpable, sino la protesta de quien se queja de que la acusación está mal formulada. ¿Qué quiere decir usted con eso de «vivir»? Si habla de política, es una cuestión que ya hemos tratado. ¿Se refiere quizás a la vida sentimental? Por medio de su familia, sus amigos y sus amantes, Gustave llegó a conocer todas las estaciones de ese via crucis. ¿Quería decir usted quizá matrimonio? Una protesta bastante curiosa, pero antigua. ¿Quiénes escriben las mejores novelas, los casados o los solteros? ¿Son mejores escritores los filoprogenitivos que los que no han tenido hijos? A ver, enséfleme sus estadísticas.
Para un escritor, no hay mejor clase de vida que la que le ayuda a escribir los mejores libros. ¿Estamos seguros de saber más de este asunto que él mismo? Flaubert «vivió», por decirlo con la palabra que usted ha usado, mucho más que otros escritores en comparación con él, Henry James fue una monja. Es posible que Flaubert haya intentado vivir en una torre de marfil...
8. Que procuró no vivir muy a fondo
«Para pintar el vino, el amor, las mujeres o la gloria, es necesario no ser borracho ni amante ni marido ni soldado raso. Entremezclado con la vida, es difícil verla correctamente, la sufres o la gozas demasiado.» Esto no es una contestación de alguien que se declara culpable, sino la protesta de quien se queja de que la acusación está mal formulada. ¿Qué quiere decir usted con eso de «vivir»? Si habla de política, es una cuestión que ya hemos tratado. ¿Se refiere quizás a la vida sentimental? Por medio de su familia, sus amigos y sus amantes, Gustave llegó a conocer todas las estaciones de ese via crucis. ¿Quería decir usted quizá matrimonio? Una protesta bastante curiosa, pero antigua. ¿Quiénes escriben las mejores novelas, los casados o los solteros? ¿Son mejores escritores los filoprogenitivos que los que no han tenido hijos? A ver, enséfleme sus estadísticas.
Para un escritor, no hay mejor clase de vida que la que le ayuda a escribir los mejores libros. ¿Estamos seguros de saber más de este asunto que él mismo? Flaubert «vivió», por decirlo con la palabra que usted ha usado, mucho más que otros escritores en comparación con él, Henry James fue una monja. Es posible que Flaubert haya intentado vivir en una torre de marfil...
INCIPIT 188. SEÑORES Y SIRVIENTES / PIERRE MICHON
A uno le adjudicó Correos ese destino, de forma arbitraria o atendiendo a sus deseos; el otro fue allí porque había leído libros; porque aquello era el Sur, donde creía que el dinero escaseaba menos, las mujeres eran más clementes, y los cielos, extremosos y japoneses. Porque iba huyendo. Unas cuantas casualidades los hicieron arribar a ambos a la ciudad de Arlés, en 1888. Aquellos dos hombres tan dispares se agradaron; cuando menos, el aspecto de uno ellos, del de más edad, agradó al otro lo suficiente para que lo pintase cuatro o cinco veces: es, pues, creencia común que sabemos cómo eran los rasgos que tenía el hombre aquel en aquel año, a los cuarenta y siete de su edad, de la misma forma que sabemos cómo eran los de Luis XIV en cualquiera de sus edades, o de Inocencio X en 1650; y es innegable que no se destocó para retratarse, que es lo mismo que hacen los reyes, y aparece en sus retratos sentado como un papa; con eso basta. También sabemos unos cuantos asuntillos de su vida, que a él le causaría gran asombro ver, bajo su propio rostro, en las prolijas notas de libros muy eruditos. Sabemos, por ejemplo, que la administración de Correos lo trasladó, a finales
INCIPIT 187. VIDAS DE SANTOS / EDUARDO MENDOZA
—Pero, bueno, ¿se puede saber cuándo llega el obispo Cachimba?, dijo el tío Víctor.
La tía Conchita lo fulminó con la mirada y le dijo que hiciera el favor, si no sentía el menor respeto por la religión, de tener por lo menos consideración hacia la sensibilidad de los creyentes; pero en cuanto hubo pronunciado estas palabras, se mordió el labio inferior, se levantó del rincón del sofá donde solía sentarse en las reuniones familiares y dio un corto paseo por el salón para disimular su nerviosismo, porque después de haber considerado toda su vida al tío Víctor un necio y un inútil, de un tiempo a esta parte le temía más que a nada en el mundo. La tía Conchita y el tío Víctor eran hermanos y también hermanos de mi padre. La tía Conchita era la mayor de siete hermanos, los ya dichos, el tío Antón, que se había ido a vivir a la Guinea Española, donde explotaba un negocio de maderas, el tío Francisco, «Fran’>, que le representaba en el mercado peninsular, y otros dos, un varón y una hembra, que por haber muerto antes de nacer yo, no forman parte de mis recuerdos de aquel tiempo. La tía Conchita estaba casada con Agustín Voralcamps, el tío Agustín, un hombre gordo, calvo, feo y muy rico, con el que había tenido
La tía Conchita lo fulminó con la mirada y le dijo que hiciera el favor, si no sentía el menor respeto por la religión, de tener por lo menos consideración hacia la sensibilidad de los creyentes; pero en cuanto hubo pronunciado estas palabras, se mordió el labio inferior, se levantó del rincón del sofá donde solía sentarse en las reuniones familiares y dio un corto paseo por el salón para disimular su nerviosismo, porque después de haber considerado toda su vida al tío Víctor un necio y un inútil, de un tiempo a esta parte le temía más que a nada en el mundo. La tía Conchita y el tío Víctor eran hermanos y también hermanos de mi padre. La tía Conchita era la mayor de siete hermanos, los ya dichos, el tío Antón, que se había ido a vivir a la Guinea Española, donde explotaba un negocio de maderas, el tío Francisco, «Fran’>, que le representaba en el mercado peninsular, y otros dos, un varón y una hembra, que por haber muerto antes de nacer yo, no forman parte de mis recuerdos de aquel tiempo. La tía Conchita estaba casada con Agustín Voralcamps, el tío Agustín, un hombre gordo, calvo, feo y muy rico, con el que había tenido
JAMESIANA
Henry James según Poca Chica; de Vidas de santos, p.167-168
El recluso hizo un ademán de indiferencia. «No importa», dijo, «así está bien. Supongo que la nota es justa y, de todos modos, nadie había hecho nunca tanto por mí. Le estoy muy agradecido. ¿Puedo pedirle un último favor?».
“Según de qué se trate», repuso ella con la natural prevención.
«Sé que todavía ha de volver un par de días antes de irse de vacaciones. ¿Tiene algún libro de Henry James?»
«Sí; no me digas que te interesa.»
«No lo he leído, pero por lo que dicen los manuales, parece un tío legal. ¿Me puede prestar uno?»
«Es un peñazo.»
«Ya lo veremos. Usted y yo funcionamos con distintos parámetros.»
«Parámetros! ¿De dónde has sacado tú esta palabra?»
«De donde salen todas, joder, del diccionario de la Real Academia. Y no veo qué tiene de malo. Echas una blasfemia y nadie te dice nada, pero dices parámetros y todo dios se escandaliza. ¿Qué pasa con los marginados, a ver?»
«Nada, hombre, no seas picajoso. Sólo trataba de bajarte los humos para que no hagas el ridículo.»
Antolín Cabrales leyó a Henry James y lo encontró de baten. A la señorita Fornillos se le iba la cabeza al oír a aquel muchacho, que a principios de curso no había leído ni siquiera el As, emitir juicios sobre Los embajadores.
«Pero ¿tú entiendes este galimatías?»
«No hay nada que entender, ¿vale? No va de eso.»
La señorita Fornillos ya no se preguntaba si su alumno era tonto, sino si lo era ella. A veces le asaltaba el temor de ser víctima de un engaño colosal, urdido por Antolín Cabrales o quizá por otro recluso que utilizaba a Antolín Cabrales para llevar adelante su proyecto diabólico. Pero por más que se devanaba los sesos no alcanzaba a comprender en qué podía consistir aquella conspiración y en el fondo se negaba a creer que alguien, incluso una mente superior, urdiera un plan criminal que incluyera la lectura de Henry James.
LA FAMILIA
La familia, según Eduardo Mendoza,; en Vidas de santos, p.102
Para poder llevar a término un objetivo tan drástico, redujo el mundo a su familia. No era empresa fácil: la tía Conchita no se dejaba engañar por sus fantasías y sabía con qué material tenía que trabajar; sabía que con su marido no podía contar y que de sus hermanos, dos eran unos zascandiles, otro era tonto y otro alcohólico, pero nada de esto le hizo desanimarse ni retroceder. Era la única hermana, y la mayor, y además rica, y esto le daba un poder considerable en una sociedad matriarcal y reducida a la obediencia. De este modo, con su extraordinaria fuerza de voluntad, consiguió mantener durante varias décadas lo que en mi recuerdo son lánguidas veladas en un salón sobrecargado, a la tenue luz de unas bombillas de baja intensidad filtrada por pantallas de seda granate, en invierno con una calefacción asfixiante y el crepitar de unos troncos en la chimenea, en verano con las baldosas desnudas, los balcones abiertos, las fundas blancas sobre los sofás y las butacas y el ruido acompasado de los abanicos. No tenía ideología ni creencias. Hizo suyas la religión y la dictadura porque le proporcionaban el método para llevar a cabo su proyecto personal, pero de puertas afuera no le interesaba nada y aborrecía mezclarse con cualquier manifestación pública: nunca trató de codearse con el poder, como hicieron tantas esposas de hombres influyentes, y salvo el estricto cumplimiento de los preceptos, ni siquiera frecuentó la iglesia. El suyo era un reino de clausura, penumbra y silencio.
Para poder llevar a término un objetivo tan drástico, redujo el mundo a su familia. No era empresa fácil: la tía Conchita no se dejaba engañar por sus fantasías y sabía con qué material tenía que trabajar; sabía que con su marido no podía contar y que de sus hermanos, dos eran unos zascandiles, otro era tonto y otro alcohólico, pero nada de esto le hizo desanimarse ni retroceder. Era la única hermana, y la mayor, y además rica, y esto le daba un poder considerable en una sociedad matriarcal y reducida a la obediencia. De este modo, con su extraordinaria fuerza de voluntad, consiguió mantener durante varias décadas lo que en mi recuerdo son lánguidas veladas en un salón sobrecargado, a la tenue luz de unas bombillas de baja intensidad filtrada por pantallas de seda granate, en invierno con una calefacción asfixiante y el crepitar de unos troncos en la chimenea, en verano con las baldosas desnudas, los balcones abiertos, las fundas blancas sobre los sofás y las butacas y el ruido acompasado de los abanicos. No tenía ideología ni creencias. Hizo suyas la religión y la dictadura porque le proporcionaban el método para llevar a cabo su proyecto personal, pero de puertas afuera no le interesaba nada y aborrecía mezclarse con cualquier manifestación pública: nunca trató de codearse con el poder, como hicieron tantas esposas de hombres influyentes, y salvo el estricto cumplimiento de los preceptos, ni siquiera frecuentó la iglesia. El suyo era un reino de clausura, penumbra y silencio.
INCIPIT 186. LA PALABRA MAGICA / AUGUSTO MONTERROSO
LOS LIBROS TIENEN SU PROPIA SUERTE
Los libros tienen sus propios hados. Los libros tienen su propio destino. Una vez escrito –y mejor si publicado, pero aun esto no es imprescindible– nadie sabe qué va a ocurrir con tu libro. Puedes alegrarte, puedes quejarte o puedes resignarte. Lo mismo da: el libro correrá su propia suerte y va a prosperar o a ser olvidado, o ambas cosas, cada una a su tiempo.
No importa lo que hagas por él o con él.
Puede quedarse escondido o escrito en cifra en un desván y ser descubierto ciento treinta y dos años más tarde; estar en todas las vitrinas y en manos y en bocas de todos y pasar al olvido inmediatamente después de tu muerte, cuando para la gente seas apenas un nombre o un fantasma, o ni tan sólo un fantasma; cuando hayas desaparecido y ya ninguno te tema o espere favores de ti; o ya seas simpático y tu famoso ingenio no haga reír a más nadie, porque nadie estará ahí para reírse, ni contigo y ni siquiera de ti.
O al contrario, donde los dulces novios pasaban de largo agarrados de la mano sin dignarse a echar una mirada a tu querido libro, del que sólo tú sabes el trabajo
Los libros tienen sus propios hados. Los libros tienen su propio destino. Una vez escrito –y mejor si publicado, pero aun esto no es imprescindible– nadie sabe qué va a ocurrir con tu libro. Puedes alegrarte, puedes quejarte o puedes resignarte. Lo mismo da: el libro correrá su propia suerte y va a prosperar o a ser olvidado, o ambas cosas, cada una a su tiempo.
No importa lo que hagas por él o con él.
Puede quedarse escondido o escrito en cifra en un desván y ser descubierto ciento treinta y dos años más tarde; estar en todas las vitrinas y en manos y en bocas de todos y pasar al olvido inmediatamente después de tu muerte, cuando para la gente seas apenas un nombre o un fantasma, o ni tan sólo un fantasma; cuando hayas desaparecido y ya ninguno te tema o espere favores de ti; o ya seas simpático y tu famoso ingenio no haga reír a más nadie, porque nadie estará ahí para reírse, ni contigo y ni siquiera de ti.
O al contrario, donde los dulces novios pasaban de largo agarrados de la mano sin dignarse a echar una mirada a tu querido libro, del que sólo tú sabes el trabajo
INCIPIT 185. ESTA PARED DE HIELO / JOSE MARIA GUELBENZU
A don Juan en Pisuerga
Una forma de hombre, ya no un cuerpo, que caminaba penosamente por un paraje seco, pelado y frío, se acercó a la figura sentada bajo el único árbol a la orilla del río. Una barca flotaba inmóvil amarrada al árbol. El árbol estaba desnudo de hojas, desguarnecido y era escuálido; se alzaba en el aire como un esqueleto sorprendido en el acto de contraer sus huesos. Cuando la forma se acercó a pocos pasos de ella, la figura se irguió de pronto. Era un anciano alto y fornido y llevaba una capa andrajosa anudada al cuello; esperó y observó al recién llegado con ojos llameantes: era la figura de una persona sin edad, de larga barba y cabellera blancas. El espectro del hombre anduvo los pasos que faltaban con evidente fatiga y, al llegar ante el anciano, se estremeció. El recién llegado era un forma de hombre de edad madura atacado por una lividez casi transparente, pero no un viejo. Estuvo contando tiempo en silencio mientras recuperaba el aliento. El cielo incoloro reflejaba la tierra. Al cabo de un momento, aquella alma levantó la cabeza y preguntó, como si le costara un gran esfuerzo:
-¿Es éste el lugar donde vive la Muerte?
-Éste es -repuso la figura.
-En tal caso -dijo el alma del hombre-, aquí es adonde vengo.
Una forma de hombre, ya no un cuerpo, que caminaba penosamente por un paraje seco, pelado y frío, se acercó a la figura sentada bajo el único árbol a la orilla del río. Una barca flotaba inmóvil amarrada al árbol. El árbol estaba desnudo de hojas, desguarnecido y era escuálido; se alzaba en el aire como un esqueleto sorprendido en el acto de contraer sus huesos. Cuando la forma se acercó a pocos pasos de ella, la figura se irguió de pronto. Era un anciano alto y fornido y llevaba una capa andrajosa anudada al cuello; esperó y observó al recién llegado con ojos llameantes: era la figura de una persona sin edad, de larga barba y cabellera blancas. El espectro del hombre anduvo los pasos que faltaban con evidente fatiga y, al llegar ante el anciano, se estremeció. El recién llegado era un forma de hombre de edad madura atacado por una lividez casi transparente, pero no un viejo. Estuvo contando tiempo en silencio mientras recuperaba el aliento. El cielo incoloro reflejaba la tierra. Al cabo de un momento, aquella alma levantó la cabeza y preguntó, como si le costara un gran esfuerzo:
-¿Es éste el lugar donde vive la Muerte?
-Éste es -repuso la figura.
-En tal caso -dijo el alma del hombre-, aquí es adonde vengo.
INCIPIT 184. BURLANDO A LA PARCA / JOSH BAZELL
¡De modo que voy camino del trabajo, me paro a ver cómo una paloma se pelea con una rata en la nieve y un gilipollas intenta atracarme! Naturalmente tiene una pistola. Se me acerca por detrás y me la clava en la base del cráneo. Está fría, y en realidad produce una sensación agradable, como de digitopuntura.
–Tranquilo, doctor –me sugiere.
Lo que lo explica todo, al menos. Incluso a las cinco de La mañana, no soy la clase de tío al que se suele atracar. Soy como una estatua de estibador plantada en la Isla de Pascua. Pero el capullo me ve bajo el abrigo los pantalones azules del pijama sanitario y los zuecos de plástico verde perforados, así que piensa que debo de llevar drogas y dinero encima. Y que a lo mejor he hecho alguna especie de juramento de no patearle su culo de tonto del culo por tratar de asaltarme.
Apenas tengo drogas y dinero suficiente para pasar el día. Y el único juramento que he hecho, según recuerdo, es el de no tener propósito de hacer daño. Me parece que ya hemos pasado de ese punto.
–Vale –digo, alzando las manos.
La rata y la paloma se han largado. Cobardicas.
11
INCIPIT 183. NOCILLA LAB / AGUSTIN FERNANDEZ MALLO
Parte 1
MOTOR AUTOMÁTICO DE BÚSQUEDA
Hay una historia real, además de muy significativa: un hombre regresa a la ciudad abandonada de Prípiat, en Chernóbil, tras haber huido 5 años atrás con el resto de la población, cuando ocurriera la explosión de la Central Nuclear, recorre las calles absolutamente vacías, los edificios en pie y en perfecto estado le van recordando la vida en esa ciudad, no en vano fue uno de los obreros que contribuyó, en la década de los 70, a su construcción, llega a su calle, busca las ventanas de su piso en el conjunto de bloques de edificios, observa las fachadas detenidamente un par de segundos, 7 segundos, 15 segundos, 1 minuto, y dice dirigiéndose a la cámara, No estoy seguro, no estoy seguro de que aquí estuviera mi casa, vuelve a detener la mirada en el bosque de ventanas e insiste, sin ya mirar a cámara, No lo sé, no lo sé, quizá sea ése, o aquel de allí, no lo sé, y este hombre ni llora ni muestra afectación alguna, ni siquiera perplejidad, ésta es una historia importante en lo que se refiere a la existencia de parecidos entre cosas, yo podría haberle seguido la pista a este hombre, haber investigado su pasado, sus condiciones de vida actuales, sus fiestas patronales y dramas domésticos, la cantidad de milisieverts que recibió su organismo años atrás en forma de radiación gamma, alfa y beta, incluso las mutaciones de sus tejidos internos, o qué clase de involuntario afán por borrar sus pasos le lleva ahora a no saber dónde vivía, a no querer entrar en su casa para ver allí todas sus cosas, el filete de vaca rusa en la sartén, la mesa puesta, la cama deshecha, la tele apagada pero con el botón en posición ON, el reloj despertador
SOBRE SUSPENSE, DE JOSPEH CONRAD
Del prefacio a Suspense de Joseph Conrad, por Alfonso Barguñó Viana
La recepción de esta obra por parte de la crítica fue dispar, como la de todas las últimas obras de Joseph Conrad. Si en sus primeras novelas obtuvo el favor de autores como Henry James y sólo más tarde el del público con, por ejemplo, El espejo del mar, al final de su vida Conrad se lamentaba de ser incomprendido tanto por unos como por otros. Críticos como E C. Kennedy no dudaron en calificar Suspense como una obra absolutamente prescindible, una mera sombra de sus novelas más importantes. Otros, sin embargo, acertaron a ver un cambio de estilo, un intento de evolución cuyo alcance no se pudo evaluar por la muerte repentina del autor. Es el caso de su gran amigo Edward Garnett o de Milton Waldman, que defendieron este loable intento de cambio de dirección en la obra conradiana, argumentando que las últimas obras no debían leerse
del mismo modo. Quizá aquí radica la cuestión. El lector no debe esperar encontrar en esta novela —o al menos no de una forma tan obvia— al Conrad más oscuro, al narrador que no trata de mostrar lo que las cosas o los seres son en sí, sino su eco en la conciencia; un voz narradora que constituye, junto a la voz de Henry James, la bisagra entre la novela del XIX y la del XX. Hallará sin embargo una férrea estructura y una relación cohesionada de las partes con el todo, además del estilo exótico e introspectivo que le caracteriza y el recurso del fiash-back utilizado de forma admirable, que nos coloca en el mismo núcleo del enigma por desentrañar.
La recepción de esta obra por parte de la crítica fue dispar, como la de todas las últimas obras de Joseph Conrad. Si en sus primeras novelas obtuvo el favor de autores como Henry James y sólo más tarde el del público con, por ejemplo, El espejo del mar, al final de su vida Conrad se lamentaba de ser incomprendido tanto por unos como por otros. Críticos como E C. Kennedy no dudaron en calificar Suspense como una obra absolutamente prescindible, una mera sombra de sus novelas más importantes. Otros, sin embargo, acertaron a ver un cambio de estilo, un intento de evolución cuyo alcance no se pudo evaluar por la muerte repentina del autor. Es el caso de su gran amigo Edward Garnett o de Milton Waldman, que defendieron este loable intento de cambio de dirección en la obra conradiana, argumentando que las últimas obras no debían leerse
del mismo modo. Quizá aquí radica la cuestión. El lector no debe esperar encontrar en esta novela —o al menos no de una forma tan obvia— al Conrad más oscuro, al narrador que no trata de mostrar lo que las cosas o los seres son en sí, sino su eco en la conciencia; un voz narradora que constituye, junto a la voz de Henry James, la bisagra entre la novela del XIX y la del XX. Hallará sin embargo una férrea estructura y una relación cohesionada de las partes con el todo, además del estilo exótico e introspectivo que le caracteriza y el recurso del fiash-back utilizado de forma admirable, que nos coloca en el mismo núcleo del enigma por desentrañar.
SNOPES
La Voz de Galicia entrevista a José Luis Peñas en su edición del 25/10/2009
-¿Qué sabe de las relaciones de la trama con Galicia?
-Correa me comentó que Pablo Crespo le había hecho muchos favores en Galicia cuando era secretario de Organización del PP gallego. De hecho, cuando se fue dejó firmado que se debían 50 millones de pesetas a la empresa de Correa; así, a la remanguillé.
-¿Qué le comentó Crespo?
-Tenía más trato con él que con Correa. Me contó que tenía una caja fuerte llena de documentación que si la sacaba hundía al Partido Popular, que es la que han pillado en Pontevedra. Estaba muy dolido por cómo lo echaron del PP, pero hizo mucho por el partido en cuanto a su financiación se refiere.
-¿Buscó financiación para el PP gallego?
-Las pruebas están ahí, en Galicia, en Valencia y en Madrid. Para mí, a día de hoy la financiación irregular está clarísima, si es ilegal lo dirá un juez.
-¿Pablo Crespo ya trabajaba para Correa cuando era secretario de Organización del PPdeG?
-Claro. Durante esos años todo lo hacía Correa allí. Cuando lo echan, Bárcenas llama a los gerentes de Galicia presionando para que les siguieran dando contratos, como el de las vacas locas. La relación era tan íntima que cuando Crespo sale de Galicia Correa se lo lleva a Madrid, pagándole un sueldo importante. Igual que cuando Aznar deja la Moncloa y llama a Correa para que coloque a su secretario, Antonio Cámara.
COMPSON
En El País del sábado 24 de octubre de 2009
La primera reunión entre el presidente autonómico del colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (Colega), Rafael Morales, y el Valedor do Pobo, Benigno López González, dejó a todos con buen sabor de boca. El objetivo del encuentro era acercar posturas; la asociación dio a conocer al defensor las denuncias que les llegan y le pidió, de vuelta, que le explicara cómo trata estos casos.
La primera reunión entre el presidente autonómico del colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (Colega), Rafael Morales, y el Valedor do Pobo, Benigno López González, dejó a todos con buen sabor de boca. El objetivo del encuentro era acercar posturas; la asociación dio a conocer al defensor las denuncias que les llegan y le pidió, de vuelta, que le explicara cómo trata estos casos. El representante del colectivo aprovechó para denunciar la exclusión en la que aún viven, "fruto de la desinformación" y las dificultades que encuentran para ver aplicadas en Galicia las leyes a favor del colectivo. Puso como ejemplo el asesino confeso de dos gays en Vigo, que un jurado popular consideró que había asestado 57 puñaladas en defensa propia.
Galicia ocupa el noveno puesto en aceptación de lesbianas, gays y transexuales, sobre todo en zonas rurales, donde "existe una gran brecha con lo urbano". Esto significa, en palabras de Morales, que a los gallegos les cuesta "exteriorizar sus emociones y su condición", lo que les dificulta normalizar su día a día. Estas conclusiones se extraen de un estudio encargado por Colega (Diversidad y Juventud Galicia 2009 del Observatorio de la Diversidad de Orientación Sexual e Identidad de Género) que valora cómo entiende la sociedad gallega la homosexualidad. "Los que mejor la aceptan son los jóvenes en las aulas. El peor ambiente, el espacio de trabajo", dice Morales.
La de ayer se enmarca dentro de la serie de encuentros que la asociación quiere mantener con las instituciones autonómicas para pedirles que no rebajen las partidas dedicadas a gasto social, "y hagan cumplir las leyes a favor del colectivo gay". Lamentan que, en su intento, fracasaran con el presidente de la Diputación de A Coruña, Salvador Fernández Moreda (PSdeG), que aplaza la cita a 2010. "Antes, dice que no podía", afirma Morales, incrédulo.
EL BIBLIOFAGO
De Cincuenta caracteres de Elías Canetti, p. 143- 144
El bibliófago
El Bibliófago lee todos los libros sin distinción, siempre que sean difíciles. Los que se comentan no lo dejan satisfecho, han de ser raros y olvidados, difíciles de encontrar. A veces se pasa un año buscando un libro porque nadie lo conoce. Cuando al final lo encuentra, lo lee, lo entiende, lo memoriza y puede citarlo siempre. A los 17 años tenía ya el mismo aspecto que ahora, a los 47. Cuanto más lee, menos se transforma. Todo intento de sorprenderlo con un nombre fracasa, es igualmente versado en cualquier campo. Como siempre hay cosas que desconoce, no se aburre nunca. Procura, eso sí, no citar algo que desconozca, no vaya a ser que otro se le adelante en la lectura.
El Bibliófago es como un arcón que nunca se abre para que no se pierda nada. Teme hablar de sus siete doctórados y sólo cita tres; muy fácil le resultaría sacar cada año uno nuevo. Es amable y le gusta hablar, y para poder hablar también cede a otros la palabra. Cuando dice: «No lo sé)), cabe esperar una conferencia detallada y erudita. Es rápido, porque siempre busca gente nueva que lo escuche. No olvida a nadie que lo haya escuchado, el mundo se compone, para él, de libros y de oyentes. Sabe apreciar debidamente el silencio ajeno, él mismo sólo calla unos instantes antes de iniciar
un discurso. En realidad, nadie quiere aprender nada de él, puesto que sabe mucho más. Propaga incertidumbres no tanto porque sea incapaz de repetirse, sino porque nunca se repite ante el mismo oyente. Sería entretenido si no cambiara de tema. Es justo con sus conocimientos, todo cuenta, cuánto no daríamos por descubrir algo que le importe más que el resto. Pide excusas por el tiempo que, como la gente normal, dedica al sueño.
Con gran expectación y deseando pillarle al fin una mentira vuelve uno a verle después de varios años. Inútil esperanza:
aunque aborde temas totalmente distintos, sigue siendo el mismo hasta la última sílaba. Entretanto, a veces se ha casado o ha vuelto a divorciarse. Sus mujeres desaparecen, siempre falla algo. Admira a quienes le animan a superarse, y, una vez superado, da con ellos al traste. Nunca ha ido a una ciudad sin antes leer todo sobre ella. Las ciudades se adaptan a sus conocimientos, corroboran lo que ha leído, no parece haber ciudades ilegibles.
Se ríe de lejos cuando se le acerca un necio. La mujer que quiera ser su esposa deberá escribirle cartas pidiéndole datos. Si le escribe con cierta periodicidad, él sucumbirá y querrá tener siempre a mano sus preguntas.
El bibliófago
El Bibliófago lee todos los libros sin distinción, siempre que sean difíciles. Los que se comentan no lo dejan satisfecho, han de ser raros y olvidados, difíciles de encontrar. A veces se pasa un año buscando un libro porque nadie lo conoce. Cuando al final lo encuentra, lo lee, lo entiende, lo memoriza y puede citarlo siempre. A los 17 años tenía ya el mismo aspecto que ahora, a los 47. Cuanto más lee, menos se transforma. Todo intento de sorprenderlo con un nombre fracasa, es igualmente versado en cualquier campo. Como siempre hay cosas que desconoce, no se aburre nunca. Procura, eso sí, no citar algo que desconozca, no vaya a ser que otro se le adelante en la lectura.
El Bibliófago es como un arcón que nunca se abre para que no se pierda nada. Teme hablar de sus siete doctórados y sólo cita tres; muy fácil le resultaría sacar cada año uno nuevo. Es amable y le gusta hablar, y para poder hablar también cede a otros la palabra. Cuando dice: «No lo sé)), cabe esperar una conferencia detallada y erudita. Es rápido, porque siempre busca gente nueva que lo escuche. No olvida a nadie que lo haya escuchado, el mundo se compone, para él, de libros y de oyentes. Sabe apreciar debidamente el silencio ajeno, él mismo sólo calla unos instantes antes de iniciar
un discurso. En realidad, nadie quiere aprender nada de él, puesto que sabe mucho más. Propaga incertidumbres no tanto porque sea incapaz de repetirse, sino porque nunca se repite ante el mismo oyente. Sería entretenido si no cambiara de tema. Es justo con sus conocimientos, todo cuenta, cuánto no daríamos por descubrir algo que le importe más que el resto. Pide excusas por el tiempo que, como la gente normal, dedica al sueño.
Con gran expectación y deseando pillarle al fin una mentira vuelve uno a verle después de varios años. Inútil esperanza:
aunque aborde temas totalmente distintos, sigue siendo el mismo hasta la última sílaba. Entretanto, a veces se ha casado o ha vuelto a divorciarse. Sus mujeres desaparecen, siempre falla algo. Admira a quienes le animan a superarse, y, una vez superado, da con ellos al traste. Nunca ha ido a una ciudad sin antes leer todo sobre ella. Las ciudades se adaptan a sus conocimientos, corroboran lo que ha leído, no parece haber ciudades ilegibles.
Se ríe de lejos cuando se le acerca un necio. La mujer que quiera ser su esposa deberá escribirle cartas pidiéndole datos. Si le escribe con cierta periodicidad, él sucumbirá y querrá tener siempre a mano sus preguntas.
DON JUAN Y DON EDUARDO Y DOÑA ROSA
Eduardo Mendoza en El País del 22 de octubre de 2009; habla de su nuevo libro: Vidas de santos, y de Don Juan, quien por cierto, presentó La ciudad de los prodigios en la ciudad de BCN. Siempre está muy bien acompañado Don Eduardo.
"Lo que pasa es que soy idiota y me van los retos; podría haber seguido haciendo novelas humorísticas y tal, pero bueno, en esto de la literatura siempre le he hecho caso a lo que me dijo un día Juan Benet: 'No hagas nunca nada que ya sabes que quieres hacer y lo tengas claro; que todo sea arriesgado y a lo que te salga'. Y él se inventó eso de escribir con ese rollo de papel inmenso, un preordenador casi", revive el autor. […]
Total, que de esas inquietudes y de la (re) lectura de Henry James y de Joseph Conrad, se decidió a repescar, retocar y escribir tres relatos, de largo aliento en espacio (el corto supera las 30 páginas) y en tiempo (el primero lo inició poco después de La ciudad de los prodigios, de 1986).
SNOPES. BERNINI VS. CARAVAGGIO
A Bataille le parece cómico que tanto el erotismo como el misticismo lleguen a utilizar las mismas palabras e imágenes y, sin embargo, se ignoren, ya que, para él ¡no hay pared medianera entre erotismo y mística!, si bien la experiencia mística se logra plenamente, mientras que el exceso erótico puede desembocar en la imposibilidad de seguir. Aun así, Bataille explica que la experiencia erótica es quizá cercana a la santidad en su intensidad extrema. Tanto en los trances místicos como en el orgasmo se opera un desbordamiento de una alegría de ser infinita, y la única diferencia entre la experiencia mística y la erótica radica en que en el místico todo se reduce a la conciencia, sin intervención voluntaria de los cuerpos. La exaltación sexual y la mística propician la anulación del yo y lo impersonal desconoce el sentimiento de posesión: el ser se abandona. Eckhart era enfático al hablar de la liberación del yo: sólo quien se libera del yo es dueño de sí. Este olvido es también suscitado por el orgasmo –llamado en francés petite mort–, acto en que culmina la experiencia erótica.
Desintegrarse o integrarse en la atemporal impersonalidad que produce el éxtasis –palabra que significa estar fuera de sí– se llega a convertir en deseo irreprimible. Cuando se rompen las normas del Tiempo –afirma Ramón del Valle-Inclán en La lámpara maravillosa–, el instante más pequeño se rasga como un vientre preñado de eternidad. El éxtasis es el goce de sentirse engendrado en el infinito de ese instante. En El Baphomet, al referirse a la estatua de Santa Teresa, Pierre Klossowski habla del éxtasis en estos términos: Fuera de sí, el interior convertido en exterior, desplegados los pliegues del alma en las fijas volutas de mármol. […].
En cuanto a Bataille –para quien Dios ha muerto– la experiencia ateológica carece de cualquier objetivo. Para él, el último móvil es el no-móvil, lo Absoluto es el no-saber y no la constitución de otro orden. La única salida del no-saber es el éxtasis, aunque el movimiento anterior al éxtasis del no-saber es el éxtasis ante un objeto; pero al fusionarse y desaparecer el sujeto y el objeto, lo que permanece es el no-saber o la noche. Por ello el autor francés no está de acuerdo con la palabra místico. Para él la experiencia interior (los estados de éxtasis) es una experiencia desnuda, exenta de ataduras con cualquier confesión e incluso carece de origen; por tanto, la experiencia carece también de finalidad. Lo que Bataille califica de operación soberana no se subordina a nada y es indiferente a los efectos que se pueden derivar de ella. La existencia soberana, la pérdida inútil del excedente de energía, no se separa de lo imposible, de lo ilimitado (lo posible es un límite). El amado huye siempre en un poema de San Juan, donde la mujer –el alma– lo busca. Pero si el místico tiene ante Dios la actitud de súbdito, de siervo, en cambio, quien pone el ser ante sí mismo –dice Bataille– tiene la actitud de un soberano. Sólo un soberano conoce el éxtasis, a no ser que sea Dios quien lo conceda. La experiencia interior de Bataille –ateológica– es independiente de aquello a lo que los místicos la ligan. Como no hay Dios ni elementos mágicos, el misticismo plasmado por el escritor del siglo XX es en general un misticismo ateológico en el sentido de que, como en Bataille, es asistemático y no proviene de una revelación sobrenatural. La Voz que se escucha en La vida interior, de Moravia, carece de omnisciencia y desemboca en la ambigüedad en tanto posibilidad de ser interpretada como manifestación de locura. Pero, a pesar de todo esto, existe la vivencia interna. Dice Bataille: dispongo, si quiero, de estados místicos, pero a la vez opone a los misticismos la lucidez de la conciencia de sí mismo, que tiene por objeto la interioridad y, por tanto, no está subordinada al futuro, a un fin. La experiencia interior es ampliación de las posibilidades humanas hasta su límite y por ello todo apego, ya sea a un Dios, a los proyectos o a la moral, es un tipo de servidumbre, aunque Desideria, en La vida interior, llegue a servir a una supuesta Revolución, que en realidad es una voluntad de transgresión. Lo posible se experimenta siempre en el exceso y la experiencia interior no tiene otra salida que el éxtasis, donde el ser está en nosotros por exceso, de tal modo que parece que morimos. Al no haber Dios como ser sobrenatural, la experiencia mística de Bataille carece de utilidad. Esto es notorio en novelas como Madame Edwarda e Historia del ojo. También Salvador Elizondo y García Ponce conciben el erotismo místico desde una experiencia ateológica. El arte, pues, carece de utilidad en tanto palabra esencial. Así como los místicos niegan cuanto pertenece al mundo para que el alma alcance la sabiduría divina y el silencio, así el Arte niega la contingencia y se la apropia para que en el silencio lo contemplemos. Y así como el místico atribuye a Dios todo lo que es perfecto y elimina de éste todo lo negativo, todo el error (vías atributiva y negativa), el artista y el espectador percibirán el arte en términos semejantes: en el arte hay renuncia de la vida en el momento de su creación o de su goce, de modo que el contemplativo puede decir, con San Juan: Entréme donde no supe..., o Vivo sin vivir en mí.
De Erotismo, misticismo y arte de Juan Antonio Rosado.
JORGE HERRALDE Y ENRIQUE VILA-MATAS
De Letras libres -mágnifica revista mejicana-, nº 97: una entrevista con Herralde
Son los grandes grupos, entonces, el malo de la película, mucho más que los agentes.
Bueno, algunos agentes literarios y algunos grupos hacen una pinza con muy pocos escrúpulos, considerándolo todo una mercancía.
¿Cómo se sintió personalmente ante la marcha de Vila-Matas?
Bueno, está dentro de una normalidad… indeseada. Pero mira, yo he publicado a Vila-Matas durante veinticinco años. Hablamos de un Vila-Matas que publicó cuatro libros con un fracaso estrepitoso –dos en Tusquets, donde luego ya no lo quisieron, y dos en editoriales minúsculas. Empezó a publicar con nosotros y durante casi veinte años fue subiendo lentamente, a base de buenas críticas y de convertirse en autor de culto. Hasta Bartleby y compañía no hubo una eclosión y empezó a venderse –como veinte mil ejemplares. Lo animé a que se presentara al premio, lo ganó, y llegamos a publicar sus cuatro o cinco últimos libros. Tras el pináculo que fueron Bartleby... y París no se acaba nunca, en los tres últimos libros había habido un declive claro. Hay que decir que de los anticipos que le pagábamos en cuanto empezó a vender, no se recuperaba ni la mitad. En el momento en que él tomó a una agente, muy codiciosa y muy conocida, ya preví el desenlace. Esta agente me mandó la novela y me dijo: “también la presentaré a otras editoriales, porque Vila-Matas quiere saber cuál es su valor en el mercado”, y le contesté: “me parece muy bien, pero te referirás al mercado de las subastas, porque el mercado de las ventas reales él ya lo sabe”. Con Vila-Matas siempre habíamos hecho lo mismo desde que empezó a vender: él me decía lo que quería cobrar y yo se lo pagaba, y así se lo reiteré a la agente, para que se quedara a gusto en Anagrama. La cantidad que dio era astronómica y… son cosas que pasan. En realidad no me afectó mucho, incluso te diría que si tuviera un director financiero, estaría aplaudiendo su marcha.
¿Cuándo diría que se disparó esta burbuja de adelantos exorbitados?
Tiene una fecha bastante precisa, y es a finales de los ochenta, cuando se produjeron las grandes concentraciones editoriales. Planeta absorbió editoriales tan importantes como Seix Barral o Destino, y se creó esta especie de extraño engendro Random-Mondadori-Bertelsmann, que también compró editoriales prestigiosas como Lumen o Plaza y Janés. Tenía razón José Manuel Lara Jr. una vez que me dijo: “claro, somos tan gigantescos, que nos movemos un poco y aplastamos a alguien”.
¿Quién le ha querido comprar Anagrama?
Prácticamente todos. El primero fue José Manuel Lara padre, que dijo en televisión: “yo quiero comprar Anagrama pero con Herralde dentro”. También se interesaron franceses e italianos (Hachette, Bompiani), pero la respuesta siempre fue la misma: Anagrama no está en venta. Luego uno no puede impedir las leyendas urbanas, y desde hace veinte años se dice que si Anagrama y Planeta tal o cual, y nunca hemos tenido la menor conversación. Las opiniones que he vertido sobre Planeta últimamente creo que demuestran que es una leyenda urbana, tenaz pero leyenda.
¿La competencia son colegas o son enemigos?
Cuando empecé a editar, no se nos pasaba ni por la cabeza que pudiéramos ser enemigos ni competidores. En aquel entonces, un grupo de ocho editores incluso montamos una distribuidora común, Distribuciones de Enlace –con Carlos Barral, Beatriz de Moura, Josep María Castellet, etcétera–, que creaba esta sensación de que éramos cómplices. Sí hay el pacto no escrito, que nosotros seguimos a rajatabla, de no buscar jamás a ningún escritor publicado por una editorial independiente donde se sienta a gusto. Un ejemplo es la mujer de Paul Auster, Siri Hustvedt, una excelente novelista que publicaba en la editorial Circe, de una buena amiga mía: hasta que Hustvedt no quiso salir de esa editorial, yo no le ofrecí publicar en Anagrama.
Son los grandes grupos, entonces, el malo de la película, mucho más que los agentes.
Bueno, algunos agentes literarios y algunos grupos hacen una pinza con muy pocos escrúpulos, considerándolo todo una mercancía.
¿Cómo se sintió personalmente ante la marcha de Vila-Matas?
Bueno, está dentro de una normalidad… indeseada. Pero mira, yo he publicado a Vila-Matas durante veinticinco años. Hablamos de un Vila-Matas que publicó cuatro libros con un fracaso estrepitoso –dos en Tusquets, donde luego ya no lo quisieron, y dos en editoriales minúsculas. Empezó a publicar con nosotros y durante casi veinte años fue subiendo lentamente, a base de buenas críticas y de convertirse en autor de culto. Hasta Bartleby y compañía no hubo una eclosión y empezó a venderse –como veinte mil ejemplares. Lo animé a que se presentara al premio, lo ganó, y llegamos a publicar sus cuatro o cinco últimos libros. Tras el pináculo que fueron Bartleby... y París no se acaba nunca, en los tres últimos libros había habido un declive claro. Hay que decir que de los anticipos que le pagábamos en cuanto empezó a vender, no se recuperaba ni la mitad. En el momento en que él tomó a una agente, muy codiciosa y muy conocida, ya preví el desenlace. Esta agente me mandó la novela y me dijo: “también la presentaré a otras editoriales, porque Vila-Matas quiere saber cuál es su valor en el mercado”, y le contesté: “me parece muy bien, pero te referirás al mercado de las subastas, porque el mercado de las ventas reales él ya lo sabe”. Con Vila-Matas siempre habíamos hecho lo mismo desde que empezó a vender: él me decía lo que quería cobrar y yo se lo pagaba, y así se lo reiteré a la agente, para que se quedara a gusto en Anagrama. La cantidad que dio era astronómica y… son cosas que pasan. En realidad no me afectó mucho, incluso te diría que si tuviera un director financiero, estaría aplaudiendo su marcha.
¿Cuándo diría que se disparó esta burbuja de adelantos exorbitados?
Tiene una fecha bastante precisa, y es a finales de los ochenta, cuando se produjeron las grandes concentraciones editoriales. Planeta absorbió editoriales tan importantes como Seix Barral o Destino, y se creó esta especie de extraño engendro Random-Mondadori-Bertelsmann, que también compró editoriales prestigiosas como Lumen o Plaza y Janés. Tenía razón José Manuel Lara Jr. una vez que me dijo: “claro, somos tan gigantescos, que nos movemos un poco y aplastamos a alguien”.
¿Quién le ha querido comprar Anagrama?
Prácticamente todos. El primero fue José Manuel Lara padre, que dijo en televisión: “yo quiero comprar Anagrama pero con Herralde dentro”. También se interesaron franceses e italianos (Hachette, Bompiani), pero la respuesta siempre fue la misma: Anagrama no está en venta. Luego uno no puede impedir las leyendas urbanas, y desde hace veinte años se dice que si Anagrama y Planeta tal o cual, y nunca hemos tenido la menor conversación. Las opiniones que he vertido sobre Planeta últimamente creo que demuestran que es una leyenda urbana, tenaz pero leyenda.
¿La competencia son colegas o son enemigos?
Cuando empecé a editar, no se nos pasaba ni por la cabeza que pudiéramos ser enemigos ni competidores. En aquel entonces, un grupo de ocho editores incluso montamos una distribuidora común, Distribuciones de Enlace –con Carlos Barral, Beatriz de Moura, Josep María Castellet, etcétera–, que creaba esta sensación de que éramos cómplices. Sí hay el pacto no escrito, que nosotros seguimos a rajatabla, de no buscar jamás a ningún escritor publicado por una editorial independiente donde se sienta a gusto. Un ejemplo es la mujer de Paul Auster, Siri Hustvedt, una excelente novelista que publicaba en la editorial Circe, de una buena amiga mía: hasta que Hustvedt no quiso salir de esa editorial, yo no le ofrecí publicar en Anagrama.
LA CANCION DE BENET
De Letras libres -mágnifica revista mejicana-, nº 97: un artículo de Molina Foix: La canción de Benet
Fui a ver Amazing Grace, temiéndome lo peor, como homenaje a Juan Benet, una de las personas fundamentales de la literatura española contemporánea (por no hablar de mi vida). Se confirmó lo peor, pero en dos momentos sentí emoción, no por el film, que es de un convencionalismo apabullante, sino por el recuerdo de las noches en la calle Pisuerga de Madrid donde vivía Benet y de donde raramente se salía sin la ceremonia de escuchar “Amazing Grace”, el himno humanitario que el político abolicionista William Wilberforce cantó vibrantemente en un mitin a finales del siglo XVIII y que desde entonces es popular en el ámbito anglosajón. A Benet, la persona menos sentimental que he conocido, el mensaje del himno le daba un poco igual, y lo tenía grabado en una versión para banda de música con predominio de gaitas escocesas, que es lo que a él le gustaba: al sentimiento de base de la melodía se superponía la pompa un poco chistosa del viento de la gaita.
[…]
Sólo tienen viveza, y me temo que eso lo dan el set y la situación, las escenas de debate parlamentario; ver los escaños de los Comunes y los Lores, las pelucas, el griterío mordaz de sus señorías y el mazo del speaker en acción siempre reconforta. Y aún más cuando algunos de los personajes históricos que debaten están interpretados por actores de genio. Por ellos (y por la memoria gaitera de Benet) di por bien gastados los euros de mi entrada, pues no es un lujo superfluo ver a Michael Gambon (en el papel de Lord Charles Fox); a Albert Finney, encarnando a John Newton, el verdadero creador de la canción “Amazing Grace”, en sus dos escenas, una como vidente, otra como ciego; a Rufus Sewell en una recreación del orate Thomas Clarkson para la que sin duda se ha inspirado en el aspecto, el peinado y la voz cavernosa del Antonin Artaud actor de Gance y Pabst. Y así como el protagonista, Ioan Gruffudd, no le da densidad, sino sólo aspavientos, a su Wilberforce, es para mí un descubrimiento el actor Benedict Cumberbatch en su rol de Pitt el Joven, una de las figuras más atractivamente enrevesadas de la política dieciochesca.
LOS FILISTEOS, SEGUN VLADIMIR
De modo que el personaje al que me refiero al decir «filisteo satisfecho» no es el filisteo a ratos, sino el tipo total, el burgués cursi, el producto completo y universal de la vulgaridad y la mediocridad. Es el conformista, el que se conforma a los usos de su grupo, y que también se caracteriza por el hecho de ser pseudo-idealista, pseudo-compasivo, pseudosabio. El engaño es el mejor aliado del filisteo genuino. Todas las palabras elevadas, «Belleza”, «Amor», «Naturaleza», «Verdad», etcétera, se convierten en máscaras y falsedades en boca del filisteo satisfecho/Han oído ustedes a Chíchikov en Almas muertas, a Skimpole en Casa desolada, a Homais en Madame Bovary. Al filisteo le gusta impresionar y dejarse impresionar, y consecuencia de ello es que a su alrededor se vaya tejiendo un mundo de f alsedad y de mutuo engaño.
En su intento apasionado de conformarse, de asimilarse y de integrarse, el filisteo se ve desgarrado entre dos anhelos: el deseo de hacer lo que hace todo el mundo, de admirar o utilizar tal o cual cosa porque hay millones de personas que lo hacen, y la ambición febril de pertenecer a un círculo distinguido, a una organización, a un club, a una clientela de hotel o comunidad de transatlántico (con el capitán vestido de blanco y comidas maravillosas), y darse el gusto de saber que tiene a su lado al presidente de una gran empresa o a un conde europeo. El filisteo suele ser un snob. Le emocionan la riqueza y la categoría social: «Querido, he estado hablando con una duquesa! »
El filisteo ni sabe nada ni se le da nada del arte, incluida la literatura; su naturaleza esencial es antiartística, pero quiere información y está educado en la lectura de revistas. Es lector asiduo del Saturday Evening Post, y al leer se identifica con los personajes.
En Curso de literatura rusa, p.448
En su intento apasionado de conformarse, de asimilarse y de integrarse, el filisteo se ve desgarrado entre dos anhelos: el deseo de hacer lo que hace todo el mundo, de admirar o utilizar tal o cual cosa porque hay millones de personas que lo hacen, y la ambición febril de pertenecer a un círculo distinguido, a una organización, a un club, a una clientela de hotel o comunidad de transatlántico (con el capitán vestido de blanco y comidas maravillosas), y darse el gusto de saber que tiene a su lado al presidente de una gran empresa o a un conde europeo. El filisteo suele ser un snob. Le emocionan la riqueza y la categoría social: «Querido, he estado hablando con una duquesa! »
El filisteo ni sabe nada ni se le da nada del arte, incluida la literatura; su naturaleza esencial es antiartística, pero quiere información y está educado en la lectura de revistas. Es lector asiduo del Saturday Evening Post, y al leer se identifica con los personajes.
En Curso de literatura rusa, p.448
SERGIO PITOL HABLA DE VILA-MATAS
La prosa de Vila-Matas se lee con facilidad. Su construcción, en cambio, es el resultado de un taller riguroso, donde el juego de las palabras se procesa con suma exigencia. Su actividad es la de los artesanos pero también la de los alquimistas. El autor se divierte en aprovechar las palabras más anodinas, triviales y grises de una conversación inútil para luego inflamarlas con los tonos del delirio, la demencia, la exaltación, la poesía. De allí salen sus monólogos, murmullos de súbita desolación, y se desliza, como si fuera lo más natural, hacia un panorama de tersa excentricidad. En sus relatos trata de un nusntjo exterior, notablemente visible. Trozos de la comedia humana captados con un ojo que nada tiene de fiscal, de inquisidor, más bien tratados con una benevolente tolerancia. La gesticulación de los protagonistas es tan atrabiliaria, tan desquiciante como sus discursos.
En El mago de Viena
En El mago de Viena
JAMESIANA
HENRY JAMES EN VENECIA. La atracción ejercida por el Mediterráneo sobre los hombres del Norte se pierde en un tiempo en que la literatura era oral y el concepto de Europa estaba lejos de forjarse. Al bárbaro le deslurnbró y atrajo el esplendor y variedad de las antiguas culturas que floreccan en las zonas cálidas. El cristianismo propició más tarde una interminable procesión de creyentes que acudían a Roma para confirmar su fe. El romanticismo desparramó por el Sur deslumbrantes oleadas de neopaganos de todas las especies, deseosos de consumar en tierras meridionales sus nupcias con la luz. La actitud de los hombres del Sur hacia las brumas nórdicas ha sido, en cambio, el resultado de una operación intelectual, jamás de los sentidos: la búsqueda de últimas Thules del conocimiento o de la conciencia.
Los isabelinos, los románticos, los decadentes, los simbolistas han encontrado la Italia apetecida. Las obras de Shakespeare en donde es posible intuir la felicidad ocurren por lo general en las tierras donde florece el limonero. Macbeth, Hamlet y el viejo y loco Lear quedan siempre atrapados en la neblina natal. El romanticismo puebla las ciudades de Italia de una fauna colorida de visionarios afiebrados, quienes revelarán a los lectores ingleses, alemanes o escandinavos un amplio repertorio de personajes, metáforas, cadencias y escenarios nuevos. En la segunda mitad del siglo xix, tardíos pero impetuosos aparecen por allí ¿os personajes nuevos: el ruso y el americano. El primero adquiere carta de naturalización en Europa a través de Turguéniev; al segundo lo introduce Henry James.
Gracias a ambos escritores, tanto los rusos como los norteamericanos dejaron pronto de ser representantes exóticos de abruptas lejanías, o meras encarnaciones del buen salvaje para ejemplificación de tesis generosas. Es más, se revelaron corno individuos de extrema complejidad psicológica, sin temor ante los europeos, cuyas culturas asimilaron con rapidez. Además, se movían con envidiable soltura al desconocer el vasallaje que impone la tradición, y aun la enriquecían por el hecho de ser plenamente conscientes de su vigor y sus carencias.
[...]
Las fotos nos ofrecen la imagen de un señor de aspecto pomposo con mirada entre infantil y visionaria. A sus contemporáneos les fue tan difícil ubicar al personaje como entender sus libros; esa inasibiidad se refleja en la diferente definición que dan de él. Fue comparado con un actor romántico, un almirante retirado, una tortuga ebria, un banquero judío, un elefante, un predicador desencantado de la vida, un fantasma, un hombre de letras francés, una vieja gitana en trance de resolver un misterio a través de su bola de cristal, y con otras muchas personalidades igualmente disímiles!
En su momento, la obra de James careció de lectores y de resonancia crítica. Es posible que aun en el pequeño grupo de fieles que lo rodeaba haya sido entendido mal; que la admiración que le tributaban hubiese surgido de malentendidos, por razones equivocadas. Sólo unos cuantos escritores comprendieron su originalidad. Joseph Conrad consideraba que su obra podía definirse “como un intento individual de rendir el máximo de justicia al mundo de lo visible”, elogio certero dirigido a un autor en el que lo esencial de la narración yace entre líneas, se sumerge y oculta en el subsuelo de la trama, donde sólo es posible avanzar gracias a la poderosa presencia de elementos visuales. El comentario de Conrad anticipa otro del propio James: “La novela, en su definición más amplia, no es sino una impresión personal y directa de la vida”
En El Mago de Viena, de Sergio Pitol
Los isabelinos, los románticos, los decadentes, los simbolistas han encontrado la Italia apetecida. Las obras de Shakespeare en donde es posible intuir la felicidad ocurren por lo general en las tierras donde florece el limonero. Macbeth, Hamlet y el viejo y loco Lear quedan siempre atrapados en la neblina natal. El romanticismo puebla las ciudades de Italia de una fauna colorida de visionarios afiebrados, quienes revelarán a los lectores ingleses, alemanes o escandinavos un amplio repertorio de personajes, metáforas, cadencias y escenarios nuevos. En la segunda mitad del siglo xix, tardíos pero impetuosos aparecen por allí ¿os personajes nuevos: el ruso y el americano. El primero adquiere carta de naturalización en Europa a través de Turguéniev; al segundo lo introduce Henry James.
Gracias a ambos escritores, tanto los rusos como los norteamericanos dejaron pronto de ser representantes exóticos de abruptas lejanías, o meras encarnaciones del buen salvaje para ejemplificación de tesis generosas. Es más, se revelaron corno individuos de extrema complejidad psicológica, sin temor ante los europeos, cuyas culturas asimilaron con rapidez. Además, se movían con envidiable soltura al desconocer el vasallaje que impone la tradición, y aun la enriquecían por el hecho de ser plenamente conscientes de su vigor y sus carencias.
[...]
Las fotos nos ofrecen la imagen de un señor de aspecto pomposo con mirada entre infantil y visionaria. A sus contemporáneos les fue tan difícil ubicar al personaje como entender sus libros; esa inasibiidad se refleja en la diferente definición que dan de él. Fue comparado con un actor romántico, un almirante retirado, una tortuga ebria, un banquero judío, un elefante, un predicador desencantado de la vida, un fantasma, un hombre de letras francés, una vieja gitana en trance de resolver un misterio a través de su bola de cristal, y con otras muchas personalidades igualmente disímiles!
En su momento, la obra de James careció de lectores y de resonancia crítica. Es posible que aun en el pequeño grupo de fieles que lo rodeaba haya sido entendido mal; que la admiración que le tributaban hubiese surgido de malentendidos, por razones equivocadas. Sólo unos cuantos escritores comprendieron su originalidad. Joseph Conrad consideraba que su obra podía definirse “como un intento individual de rendir el máximo de justicia al mundo de lo visible”, elogio certero dirigido a un autor en el que lo esencial de la narración yace entre líneas, se sumerge y oculta en el subsuelo de la trama, donde sólo es posible avanzar gracias a la poderosa presencia de elementos visuales. El comentario de Conrad anticipa otro del propio James: “La novela, en su definición más amplia, no es sino una impresión personal y directa de la vida”
En El Mago de Viena, de Sergio Pitol
JAVIER MARIAS HABLA DE JUAN BENET
Sobre “Los dominios del lobo” y JB, en A propósito de un tal Javier Marías, de Michael Braudeau, p. 21-22
J.M. : Escribí esa novela antes de conocerle, era en parte una parodia de la literatura y el cine clásico estadounidense, una especie de homenaje muy cinematográfico. Sigue gustándome, no me avergüenzo de ella. Se lee con agrado, es una novela «joven»: la empecé a los diecisiete años, la terminé a los dieciocho y la publiqué a los diecinueve. No tenía la menor intención de publicarla. A través de un amigo común, el manuscrito llegó a manos de Juan Benet, que por entonces ya era un escritor de renombre —en todo caso entre los otros autores—, al que considerábamos el más capaz de aportar cambios a la literatura española. Sus juicios eran muy severos, no le gustaba prácticamente nada de lo que se editaba en España. De forma sorprendente, la novela le pareció divertida, la presentó a una editorial, y acabaron publicándomela.
M. B.: Se la dedicó usted, de hecho.
J. M.: Benet ha sido muy importante en mi vida, no solamente en el plano literario (aunque admiro mucho su obra, en parte traducida al francés por Éditions de Minuit), sino también en el personal. Tenía veinticuatro años más que yo y, de alguna manera, fue como un segundo padre para mí. Yo lo consideraba como un maestro, alguien de una rara inteligencia, con una perspicacia única no sólo de literatura, sino también en música y pintura. Leyó en manuscrito todas mis primeras novelas, y su opinión era fundamental para mí. Si Benet me daba su visto bueno, entonces es que estaba bien; por el contrario, si no merecía su aprobación... Hace más de catorce años que ha muerto, y lo sigo echando de menos. A veces, me gustaría poder volver a escuchar sus comentarios, sus observaciones.
J.M. : Escribí esa novela antes de conocerle, era en parte una parodia de la literatura y el cine clásico estadounidense, una especie de homenaje muy cinematográfico. Sigue gustándome, no me avergüenzo de ella. Se lee con agrado, es una novela «joven»: la empecé a los diecisiete años, la terminé a los dieciocho y la publiqué a los diecinueve. No tenía la menor intención de publicarla. A través de un amigo común, el manuscrito llegó a manos de Juan Benet, que por entonces ya era un escritor de renombre —en todo caso entre los otros autores—, al que considerábamos el más capaz de aportar cambios a la literatura española. Sus juicios eran muy severos, no le gustaba prácticamente nada de lo que se editaba en España. De forma sorprendente, la novela le pareció divertida, la presentó a una editorial, y acabaron publicándomela.
M. B.: Se la dedicó usted, de hecho.
J. M.: Benet ha sido muy importante en mi vida, no solamente en el plano literario (aunque admiro mucho su obra, en parte traducida al francés por Éditions de Minuit), sino también en el personal. Tenía veinticuatro años más que yo y, de alguna manera, fue como un segundo padre para mí. Yo lo consideraba como un maestro, alguien de una rara inteligencia, con una perspicacia única no sólo de literatura, sino también en música y pintura. Leyó en manuscrito todas mis primeras novelas, y su opinión era fundamental para mí. Si Benet me daba su visto bueno, entonces es que estaba bien; por el contrario, si no merecía su aprobación... Hace más de catorce años que ha muerto, y lo sigo echando de menos. A veces, me gustaría poder volver a escuchar sus comentarios, sus observaciones.
De Tierras de poniente, de Coetzee
De Tierras de poniente, de Coetzee
p.51
Cuando yo era un niño que avanzaba discretamente por mis años de escuela primaria, tenía en mi habitación unjardín de cristales: agujas y láminas, de color ocre y azul ultramarino, que se erguían frágilmente desde el fondo de un frasco de conservas, estalagmitas que obedecían su fuerza vital de cristales muertos. Las semillas de cristal crecerán para mí. Las de la otra clase no brotan, ni siquiera en California. Planté judías en un frasco para Martin, en una época en que yo todavía participaba en su educación, a fin de enseñarle sus bonitas raíces. Pero lasjudías se pudrieron. Igual que los hámsteres, más adelante.
Los jardines de cristales crecen en un medio llamado silicato de sodio. La existencia del silicato de sodio y de los jardines de cristales la descubrí en una enciclopedia. La enciclopedia sigue sjendo mi género favorito. Creo que al final la ordenación alfabética del mundo resultará ser superior a todas las demás ordenaciones que la gente ha probado.
Fue con la Enciclopedia Británica, en su edición de 1939, como me estropeé la vista.
De niño era un ratón de biblioteca. Crecí con los libros.
Hoy día vivo una vida de cristal. Me florecen formaciones exorbitantes en la cabeza, en ese mundo sellado y sin aire. Primero el envoltorio del cráneo. Después un saco membranoso, un amnión: al moverme, siento el chapoteo de los líquidos pasivos. De noche, la luna hace ascender leves mareas entre las orejas. Ahí es donde parece que estoy teniendo lugar.
p.154-155
A la Compañía le interesaban los beneficios fáciles. El propio Van Riebeeck había mandado expediciones al interior en busca de miel, cera, plumas de avestruz, colmillos de elefante, plata, oro, perlas, concha de tortuga, almizcle, civeta, ámbar, pieles y cualquier otra cosa. Aquellos bienes eran objeto de trueque, A cambio de ellos los agentes de la Compañía suministraban artículos por los cuales el nombre del hombre Blanco se susurraba a lo largo y ancho de Africa: tabaco, licores es— pirituosos, cuentas y otros artefactos de cristal, metales, armas de fuego y pólvora. No nos permitiremos aquí el sarcasmo fácil de los comentaristas de nuestra época sobre dicho comercio. Las tribus del interior vendían sus rebaños de vacas y de ovejas a cambio de chatarra. Esa es la verdad. Era una pérdida necesaria de la inocencia, El pastor a quien el llanto de los niños hambrientos despertaba de su estupor alcohólico para encontrarse sus pastos vacíos para siempre aprendía de esa manera la lección de la Caída: no se puede vivir en el Edén para siempre. Los hombres de la Compañía únicamente estaban interpretando el papel del ángel con la espada llameante en aquella representación de la creación de Dios. El pastor acababa de dar un paso triste en su evolución hacia el estatus de ciudadano del mundo. Podemos reconfortamos con esta idea.
Al Castillo le interesaban los beneficios fáciles, pero solamente en la medida en que no acarrearan responsabilidades añadidas. ((Le suplicamos a la Dirección que asigne veinticinco mercenarios hessianos más a nuestro mando. La depravación de los bosquimanos es tal, y la frontera de la Colonia ha crecido tanto en longitud, que se ha vuelto imperativo establecer un puesto para proteger el camino que viene de Graaf Reynet, en el que hace dos semanas el burgués libre Willem Barendt y sus hijos fueron asesinadosjunto con sus sirvientes, y dos mil cabezas de ganado fueron robadas.)) Podemos imaginarnos la vergüenza de un Mando forzado a escribir una carta así, y por tanto la desconfianza con que se examinaban las peticiones de los burgueses que pedían derechos de pasto cada vez más lejos del Castillo, cada vez más al norte. Podemos maravillarnos del hecho de que se le concedieran dichos derechos a Coetzee en 1758. Con qué confianza se le debía de conteniplar. Mientras que algunos hombres de la frontera no visitaban la Ciudad del Cabo más que una vez en la vida, poniéndose sus mejores galas negras y viajando en sus carromatos de bueyes, con sus novias siguiéndolos en carromatos separados por una cuestión de decoro, para casarse en la Groote Kerk, Coetzee viajaba allí cada año o cada dos con un cargamento de pieles y colmillos. Luego se volvía al norte, flemático, con sus bueyes marchando a un ritmo tenaz de dos millas por hora, con dos barriles de pólvora atados a la parte de atrás, té, azúcar, tabaco y el largo látigo de piel de hipopótamo erguido en su soporte. Cuando llegue el momento oportuno describiré el carromato.
Barrow acusa a los colonos, a quienes llama erróneamente el campesinado, de emprender bárbaros juegos de mutilación con sus animales. Registra el ejemplo de un granjero que encendió un fuego debajo de un tiro de bueyes cansados.3 Barrow fue víctima de muchos de los entusiasmos y prejuicios de la Europa de la Ilustración. Vino al Cabo a ver lo que él quería ver: salvajes nobles, un campesinado holandés perezoso y brutal y una misión civilizadora echada a perder. Hizo sus recomendaciones y se marchó: China ya estaba, Africa ya estab, ¿qué viene a continuación?
Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.
p.51
Cuando yo era un niño que avanzaba discretamente por mis años de escuela primaria, tenía en mi habitación unjardín de cristales: agujas y láminas, de color ocre y azul ultramarino, que se erguían frágilmente desde el fondo de un frasco de conservas, estalagmitas que obedecían su fuerza vital de cristales muertos. Las semillas de cristal crecerán para mí. Las de la otra clase no brotan, ni siquiera en California. Planté judías en un frasco para Martin, en una época en que yo todavía participaba en su educación, a fin de enseñarle sus bonitas raíces. Pero lasjudías se pudrieron. Igual que los hámsteres, más adelante.
Los jardines de cristales crecen en un medio llamado silicato de sodio. La existencia del silicato de sodio y de los jardines de cristales la descubrí en una enciclopedia. La enciclopedia sigue sjendo mi género favorito. Creo que al final la ordenación alfabética del mundo resultará ser superior a todas las demás ordenaciones que la gente ha probado.
Fue con la Enciclopedia Británica, en su edición de 1939, como me estropeé la vista.
De niño era un ratón de biblioteca. Crecí con los libros.
Hoy día vivo una vida de cristal. Me florecen formaciones exorbitantes en la cabeza, en ese mundo sellado y sin aire. Primero el envoltorio del cráneo. Después un saco membranoso, un amnión: al moverme, siento el chapoteo de los líquidos pasivos. De noche, la luna hace ascender leves mareas entre las orejas. Ahí es donde parece que estoy teniendo lugar.
p.154-155
A la Compañía le interesaban los beneficios fáciles. El propio Van Riebeeck había mandado expediciones al interior en busca de miel, cera, plumas de avestruz, colmillos de elefante, plata, oro, perlas, concha de tortuga, almizcle, civeta, ámbar, pieles y cualquier otra cosa. Aquellos bienes eran objeto de trueque, A cambio de ellos los agentes de la Compañía suministraban artículos por los cuales el nombre del hombre Blanco se susurraba a lo largo y ancho de Africa: tabaco, licores es— pirituosos, cuentas y otros artefactos de cristal, metales, armas de fuego y pólvora. No nos permitiremos aquí el sarcasmo fácil de los comentaristas de nuestra época sobre dicho comercio. Las tribus del interior vendían sus rebaños de vacas y de ovejas a cambio de chatarra. Esa es la verdad. Era una pérdida necesaria de la inocencia, El pastor a quien el llanto de los niños hambrientos despertaba de su estupor alcohólico para encontrarse sus pastos vacíos para siempre aprendía de esa manera la lección de la Caída: no se puede vivir en el Edén para siempre. Los hombres de la Compañía únicamente estaban interpretando el papel del ángel con la espada llameante en aquella representación de la creación de Dios. El pastor acababa de dar un paso triste en su evolución hacia el estatus de ciudadano del mundo. Podemos reconfortamos con esta idea.
Al Castillo le interesaban los beneficios fáciles, pero solamente en la medida en que no acarrearan responsabilidades añadidas. ((Le suplicamos a la Dirección que asigne veinticinco mercenarios hessianos más a nuestro mando. La depravación de los bosquimanos es tal, y la frontera de la Colonia ha crecido tanto en longitud, que se ha vuelto imperativo establecer un puesto para proteger el camino que viene de Graaf Reynet, en el que hace dos semanas el burgués libre Willem Barendt y sus hijos fueron asesinadosjunto con sus sirvientes, y dos mil cabezas de ganado fueron robadas.)) Podemos imaginarnos la vergüenza de un Mando forzado a escribir una carta así, y por tanto la desconfianza con que se examinaban las peticiones de los burgueses que pedían derechos de pasto cada vez más lejos del Castillo, cada vez más al norte. Podemos maravillarnos del hecho de que se le concedieran dichos derechos a Coetzee en 1758. Con qué confianza se le debía de conteniplar. Mientras que algunos hombres de la frontera no visitaban la Ciudad del Cabo más que una vez en la vida, poniéndose sus mejores galas negras y viajando en sus carromatos de bueyes, con sus novias siguiéndolos en carromatos separados por una cuestión de decoro, para casarse en la Groote Kerk, Coetzee viajaba allí cada año o cada dos con un cargamento de pieles y colmillos. Luego se volvía al norte, flemático, con sus bueyes marchando a un ritmo tenaz de dos millas por hora, con dos barriles de pólvora atados a la parte de atrás, té, azúcar, tabaco y el largo látigo de piel de hipopótamo erguido en su soporte. Cuando llegue el momento oportuno describiré el carromato.
Barrow acusa a los colonos, a quienes llama erróneamente el campesinado, de emprender bárbaros juegos de mutilación con sus animales. Registra el ejemplo de un granjero que encendió un fuego debajo de un tiro de bueyes cansados.3 Barrow fue víctima de muchos de los entusiasmos y prejuicios de la Europa de la Ilustración. Vino al Cabo a ver lo que él quería ver: salvajes nobles, un campesinado holandés perezoso y brutal y una misión civilizadora echada a perder. Hizo sus recomendaciones y se marchó: China ya estaba, Africa ya estab, ¿qué viene a continuación?
Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.
INDIGNACION, DE PHILIP ROTH
De Indignación de Philip Roth
No necesito los sermones de moralistas profesionales para que me digan cómo debería actuar. Y, desde luego, no necesito ningún Dios que me diga cómo debo hacerlo. Soy totalmente capaz de llevar una vida regida por la moralidad sin reconocer creencias que no es posible corroborar y son inverosímiles, que, a mi modo de ver, no son más que cuentos de hadas para niños sostenidos por adultos y que, en realidad, no tienen más fundamento que la creencia en Papá NoeI. Supongo, decano Caudwell, que está familiarizado con los escritos de Bertrand Russell, el distinguido matemático y filósofo británico que el año pasado recibió el premio Nobel de literatura. Una de las obras literarias por las que le concedieron el premio Nobel es un ensayo muy difundido, que inicialmente fue una conferencia pronunciada en mil novecientos veintisiete, titulado Por qué no soy cristiano. ¿Conoce usted ese ensayo, señor?
—Por favor, vuelva a sentarse —me pidió el decano.
Hice lo que me dijo, pero seguí diciendo:
—Le pregunto si conoce usted ese importante ensayo de Bertrand Russell, y entiendo que la respuesta es no. Bien, yo lo conozco porque me impuse la tarea de memorizar grandes fragmentos del texto cuando era capitán del equipo de debate en mi instituto. Todavía no lo he olvidado, y me he prometido a mí mismo quejamás lo olvidaré. Ese y otros ensayos contienen el argumento de Russell no solo contra el concepto cristiano de Dios, sino también contra los conceptos de Dios que sostienen todas las religiones del mundo, cada una de las cuales le parece a Russell falsa y nociva. Si leyera usted ese ensayo, y le incito a que lo haga para fomentar su imparcialidad, vería que Bertrand Russell, que es uno de los lógicos más importantes, así como filósofo y matemático, desmonta con una lógica inapelable el argumento de la primera causa, el argumento de la ley natural, el argumento del diseño, los argumentos morales que explican la existencia de una deidad y el
argumento de la reparación de la injusticia. Le pondré dos ejemplos. En primer lugar, respecto a que el argumento de la primera causa no puede tener ninguna validez, dice: «Si todo debe tener una causa, entonces Dios debe tener una causa. Si puede existir algo sin causa, tanto podría ser el mundo como Dios)). En segundo lugar, respecto al argumento del diseño, dice: «Creéis que, si os concedieran omnipotencia, ovnis— ciencia y millones de años en los que perfeccionar vuestro mundo, no habríais producido algo mejor que el Ku Klux lOan o los fascistas?». También comenta los defectos en las enseñanzas de Cristo tal como aparece este en los Evangelios, aunque señalando que, históricamente, resulta muy dudoso que Cristo haya existido. Para él, el defecto más grave del carácter moral de Cristo es que cree en la existencia del infierno. Russell escribe: «Yo no creo que una persona profunda— mente humana pueda creer en un castigo eterno», y acusa a Cristo de furia vengativa contra quienes no escucharan sus sermones. Menciona con absoluta franqueza cómo las iglesias han retrasado el progreso humano y cómo, con su insistencia en lo que deciden llamar moralidad, infligen a toda clase de personas un sufrimiento inmerecido e innecesario. Declara que la religión se basa fundamentalmente en el miedo: el mie.do a lo misterioso, el miedo a la derrota y el miedo a la muer— te. El miedo, para Bertrand Russell, es el padre de la crueldad, y, por lo tanto no es de extrañar que la crueldad y la religión hayan ido de la mano a lo largo de los siglos. Conquistad el mundo por medio de la inteligencia, dice Russell, y no por estar sometidos como esclavos bajo el terror que conlieva vi— vir en él. Llega a la conclusión de que el concepto de Dios es indigno de hombres libres. Esos son los pensamientos de un ganador del premio Nobel reconocido por sus aportaciones a la filosofía y por su dominio de la lógica y la teoría del conocimiento, y estoy totalmente de acuerdo con ellos. Tras haberlos estudiado y reflexionado a fondo, procuro vivir de acuerdo con ellos, y estoy seguro, señor, de que admitirá que tengo todo el derecho a hacerlo.
No necesito los sermones de moralistas profesionales para que me digan cómo debería actuar. Y, desde luego, no necesito ningún Dios que me diga cómo debo hacerlo. Soy totalmente capaz de llevar una vida regida por la moralidad sin reconocer creencias que no es posible corroborar y son inverosímiles, que, a mi modo de ver, no son más que cuentos de hadas para niños sostenidos por adultos y que, en realidad, no tienen más fundamento que la creencia en Papá NoeI. Supongo, decano Caudwell, que está familiarizado con los escritos de Bertrand Russell, el distinguido matemático y filósofo británico que el año pasado recibió el premio Nobel de literatura. Una de las obras literarias por las que le concedieron el premio Nobel es un ensayo muy difundido, que inicialmente fue una conferencia pronunciada en mil novecientos veintisiete, titulado Por qué no soy cristiano. ¿Conoce usted ese ensayo, señor?
—Por favor, vuelva a sentarse —me pidió el decano.
Hice lo que me dijo, pero seguí diciendo:
—Le pregunto si conoce usted ese importante ensayo de Bertrand Russell, y entiendo que la respuesta es no. Bien, yo lo conozco porque me impuse la tarea de memorizar grandes fragmentos del texto cuando era capitán del equipo de debate en mi instituto. Todavía no lo he olvidado, y me he prometido a mí mismo quejamás lo olvidaré. Ese y otros ensayos contienen el argumento de Russell no solo contra el concepto cristiano de Dios, sino también contra los conceptos de Dios que sostienen todas las religiones del mundo, cada una de las cuales le parece a Russell falsa y nociva. Si leyera usted ese ensayo, y le incito a que lo haga para fomentar su imparcialidad, vería que Bertrand Russell, que es uno de los lógicos más importantes, así como filósofo y matemático, desmonta con una lógica inapelable el argumento de la primera causa, el argumento de la ley natural, el argumento del diseño, los argumentos morales que explican la existencia de una deidad y el
argumento de la reparación de la injusticia. Le pondré dos ejemplos. En primer lugar, respecto a que el argumento de la primera causa no puede tener ninguna validez, dice: «Si todo debe tener una causa, entonces Dios debe tener una causa. Si puede existir algo sin causa, tanto podría ser el mundo como Dios)). En segundo lugar, respecto al argumento del diseño, dice: «Creéis que, si os concedieran omnipotencia, ovnis— ciencia y millones de años en los que perfeccionar vuestro mundo, no habríais producido algo mejor que el Ku Klux lOan o los fascistas?». También comenta los defectos en las enseñanzas de Cristo tal como aparece este en los Evangelios, aunque señalando que, históricamente, resulta muy dudoso que Cristo haya existido. Para él, el defecto más grave del carácter moral de Cristo es que cree en la existencia del infierno. Russell escribe: «Yo no creo que una persona profunda— mente humana pueda creer en un castigo eterno», y acusa a Cristo de furia vengativa contra quienes no escucharan sus sermones. Menciona con absoluta franqueza cómo las iglesias han retrasado el progreso humano y cómo, con su insistencia en lo que deciden llamar moralidad, infligen a toda clase de personas un sufrimiento inmerecido e innecesario. Declara que la religión se basa fundamentalmente en el miedo: el mie.do a lo misterioso, el miedo a la derrota y el miedo a la muer— te. El miedo, para Bertrand Russell, es el padre de la crueldad, y, por lo tanto no es de extrañar que la crueldad y la religión hayan ido de la mano a lo largo de los siglos. Conquistad el mundo por medio de la inteligencia, dice Russell, y no por estar sometidos como esclavos bajo el terror que conlieva vi— vir en él. Llega a la conclusión de que el concepto de Dios es indigno de hombres libres. Esos son los pensamientos de un ganador del premio Nobel reconocido por sus aportaciones a la filosofía y por su dominio de la lógica y la teoría del conocimiento, y estoy totalmente de acuerdo con ellos. Tras haberlos estudiado y reflexionado a fondo, procuro vivir de acuerdo con ellos, y estoy seguro, señor, de que admitirá que tengo todo el derecho a hacerlo.
SNOPES
El País del 18 de octubre de 2009
Teconsa es una de las mayores firmas adjudicatarias de infraestructuras en Galicia desde tiempos de Fraga. Y saltó a los titulares cuando el dueño, José Martínez Núñez, encargó presuntamente a unos sicarios el asesinato de Xosé Cuiña, entonces conselleiro de Obras Públicas.
En 1999, un año antes del rocambolesco episodio del intento de asesinato del delfín de Fraga, que al final no pudo ser demostrado, uno de los principales implicados en la trama Gürtel, Pablo Crespo, era recomendado por Cuiña a Correa, que se lo llevó a Madrid. Hasta ese momento y desde 1994, Pablo Crespo hizo las cuentas del PP gallego y fue el encargado de organizar las campañas y los mítines. Nunca hacía declaraciones públicas y para muchos pasaba por ser un trabajador discreto y eficaz. Pero en la ría de Arousa, donde se produjo su bautizo político, hay ex alcaldes que recuerdan sus amenazas y sus mentiras.
"Tenía cero autonomía y responsabilidad política", asegura otro dirigente jubilado. "Más que un intendente, era como la criada del partido, el que hacía los recados, iba a buscar un paquetito aquí, a llevar otro allá. Pero no pintaba nada" en el plano político, señala uno de los también ahora retirados responsables del PP en el sur de Galicia. "Nosotros nos autofinanciábamos, no teníamos ni una deuda en el partido y no recurrimos nunca a él para nada", se apresura a añadir. Los libros con cuentas presuntamente irregulares del PP gallego, que Crespo guardaba en la caja fuerte de un banco en Pontevedra, dispararon estos días las llamadas entre compañeros de filas, con preguntas del tipo "oye, ¿y tú de todo esto tienes algo?".
Crespo había tenido su bautismo político en Vilagarcía, adonde llegó en 1993 para dirigir una sucursal de Caixa Galicia. Tres años después, fue elegido presidente local del PP. Los populares habían perdido la mayoría absoluta en el ayuntamiento gracias a los manejos del secretario general de la Cámara de Comercio, y a la postre narcotraficante, Pablo Vioque, ya desvinculado del PP, en el que había sido un destacado dirigente local años atrás.
De su etapa arousana también se recuerda su campaña a favor de la instalación de los depósitos químicos de Ferrazo, ahora declarados ilegales. Algunos alcaldes de la ría admiten que fueron presionados por él para que apoyaran el proyecto . "Sólo unos pocos no cedimos a unas maniobras que sólo podían entenderse por intereses económicos", comenta un alcalde. "Me dijo 'te vas a acordar', y claro que me acuerdo. Cuando sale esposado en la tele".
CyP de El País del 18 de octubre de 2009
Copyright de la foto de Pincio
SNOPES
El conselleiro de Educación, Jesús Vázquez, evitó ayer manifestar su opinión sobre la polémica del topónimo y se negó a confirmar si la Xunta promoverá una reforma de la ley de normalización lingüística que permita que los nombres de municipios como A Coruña puedan ser utilizados en ambos idiomas en los ámbitos oficiales
Vázquez, a pesar de mostrarse partidario de cumplir la legislación actual, dejó abierta en sus declaraciones la posibilidad del cambio. "El Gobierno gallego respeta la ley de normalización lingüística, mientras no sea derogada", manifestó el conselleiro, que aprovechó para acusar a los nacionalistas de intentar apropiarse del idioma gallego con fines políticos.
"Son los diputados del BNG los que aún no se dieron cuenta de que la lengua es patrimonio de todos los gallegos y no de un gobierno, en concreto de aquel del que los nacionalistas formaron parte", manifestó Jesús Vázquez, que asegura cumplir la legislación vigente al tiempo que "acatar el principio de cooficialidad" de gallego y castellano.
INCIPIT 182. DIARIO DE LA GUERRA DEL CERDO / ADOLFO BIOY CASARES
Lunes, 23 — miércoles, 25 de junio
Isidoro Vidal conocido en el barrio como don Isidro, desde el último lunes prácticamente no salía de la pieza ni se dejaba ver. Sin duda más de un inquilino y sobre todo las chicas del taller de costura de la sala del frente, de vez en cuando lo sorprendían fuera de su refugio. Las distancias, dentro del populoso caserón, eran considerables y, para llegar al baño, había que atravesar dos patios. Confinado a su cuarto, y al contiguo de su hijo Isidorito, quedó por entonces desvinculado del mundo. El muchacho, alegando sueño atrasado porque trabajaba de celador en la escuela nocturna de la calle Las Heras, solía extraviar el diario que su padre esperaba con ansiedad y persistentemente olvidaba la promesa de llevar el aparato de radio a casa del electricista. Privado de ese vetus.to artefacto, Vidal echaba de menos las cotidianas “charlas de fogón” de un tal Farrell, a quien la opinión señalaba como secreto jefe de los jóvenes Turcos, movimiento que brilló como una estrella fugaz en nuestra larga noche política. Ante los amigos, que abominaban de Farrell, lo defendía, siquiera con tibieza; deploraba, es verdad, los argumentos del caudillo, más enconados que razonables; condenaba sus calumnias y sus embustes, pero no ocultaba la admiraci6n por sus dotes de orador, por la cálida tonalidad de esa voz tan nuestra y,
INCIPIT 181. EL HOMBRE QUE PUDO REINAR / RUDYARD KIPLING
El hombre que pudo reinar
Hermano de un príncipe y camarada de un mendigo, siempre que sean dignos de ello.
La ley, arriba citada, prescribe una línea clara de conducta, y nada fácil de seguir. Yo he sido camarada de un mendigo una y otra vez bajo circunstancias que impedían que cada uno de los dos averiguara si el otro era digno de ello. Todavía me falta ser hermano de un príncipe, aunque en cierta ocasión estuve a punto de emparentar con quien pudo haber sido un verdadero rey: un hombre a quien tocaba un reino, con ejército, tribunales, rentas y sistema político, todo completo. Pero, hoy, mucho me temo que mi rey está muerto, y si ambiciono una corona debo procurármela yo mismo.
El comienzo de todo tuvo lugar en un tren del ferrocarril deAjmir a Mhow. Había habido un Déficit en el Presupuesto, que exigió tomar pasaje no en segunda clase, que sólo cuesta la mitad que la primera, sino en intermedia, que es espantosa de veras. En intermedia no hay asientos acojinados, y la población es o bien intermedia, formada
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INCIPIT 180. JERUSALEN / GONÇALO M. TAVARES
ERNST Y MYLAA
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Ernst Spengler estaba soio en su buhardilla con la ventana ya abierta, listo para tirarse, cuando de pronto sonó el teléfono. Una vez, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, Ernst lo cogió.
Mylia vivía en la primera planta del número 77 de la calle Moltke. Sentada en una incómoda silla, pensaba en las palabras fundamentales de su vida. Dolor, pensó, dolor era una palabra esencial.
La habían operado una vez, y luego otra, cuatro veces la habían operado. Y ahora esto. Aquel ruido en el centro del cuerpo, en el meollo. Estar enfermo era una forma de ejercitar la resistencia al dolor o la voluntad de acercarse a un dios cualquiera. Mylia murmuró:
—La iglesia está cerrada de noche.
Cuatro de la mañana del día 29 de mayo, y Mylia no logra dormir. El dolor constante procedente del estómago, o tal vez de más abajo, ¿de dónde viene exactamente este dolor tan ancho, que no pertenece a un solo punto? Quizá de la parte inferior
del estómago, del vientre. Lo cierto es que eran las cuatro de la
mañana y aún no había descansado ni un minuto. ¿Cerrar los
ojos cuando se teme morir?
—9 —
INCIPIT 179. UN CLAVEL ENTRE LOS DIENTES / JORGE DE COMINGES
CAPÍTULO UNO
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Oyó el taconeo de su madre sobre el parqué del pasillo. Los pasos se acercaban y pronto se abriría la puerta y, entonces, el fuerte olor a perfume francés, la caricia de la piel o, quizás, el toque áspero del encaje negro y el beso de despedida. Ana odiaba que sus padres salieran de noche. Sus abuelos, al otro lado del enorme piso, no la protegerían de los amenazadores ruidos nocturnos, los crujidos de la madera, las miradas del iracundo rey de espadas que presidía uno de los salones.
—Mamá, ¿te vas? ¿A qué hora volveréis?
— Pronto, no te preocupes. Estáis con los abuelos. Y Clara también está contigo.
—Dame otro beso.
Sabía que no era verdad. Que su hermana Clara iba a aprovechar la salida de sus padres para salir de casa a escondidas. Ana idolatraba a Clara. Su forma de peinarse el largo cabello negro. La manera de entrar, con seguridad, en las habitaciones llenas de gente, protegida, tal vez, por una miopía que raras veces revelaba poniéndose las gafas. Los libros que leía Clara eran devorados, a su vez, por Ana, que, a sus once años, hubiera preferido que su hermana se dedicara a las novelas rosa en lugar
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Oyó el taconeo de su madre sobre el parqué del pasillo. Los pasos se acercaban y pronto se abriría la puerta y, entonces, el fuerte olor a perfume francés, la caricia de la piel o, quizás, el toque áspero del encaje negro y el beso de despedida. Ana odiaba que sus padres salieran de noche. Sus abuelos, al otro lado del enorme piso, no la protegerían de los amenazadores ruidos nocturnos, los crujidos de la madera, las miradas del iracundo rey de espadas que presidía uno de los salones.
—Mamá, ¿te vas? ¿A qué hora volveréis?
— Pronto, no te preocupes. Estáis con los abuelos. Y Clara también está contigo.
—Dame otro beso.
Sabía que no era verdad. Que su hermana Clara iba a aprovechar la salida de sus padres para salir de casa a escondidas. Ana idolatraba a Clara. Su forma de peinarse el largo cabello negro. La manera de entrar, con seguridad, en las habitaciones llenas de gente, protegida, tal vez, por una miopía que raras veces revelaba poniéndose las gafas. Los libros que leía Clara eran devorados, a su vez, por Ana, que, a sus once años, hubiera preferido que su hermana se dedicara a las novelas rosa en lugar
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INCIPIT 178. LADY BARBERINA / HENRY JAMES
Es bien sabido que existen pocas vistas en el mundo más grandiosas que las avenidas principales de Hyde Park en una bonita tarde de junio. En eso se encontraban completamente de acuerdo dos personas que, un hermoso día de comienzos de ese mes, hace ahora cuatro años, se habían situado bajo los grandes árboles en un par de sillas de hierro (esas grandes con brazos por las que, si no me equivoco, hay que pagar dos peniques) y permanecían allí sentados, dejando a su espalda la lenta procesión del Drive y volviendo el rostro hacia el Row1, que estaba mucho más animado. Estaban perdidos entre la multitud de observadores, y pertenecían, al menos aparentemente, a esa clase de personas que, donde quiera que se hallen, tienden a encontrarse más entre los observadores que entre los observados. Eran tranquilos, sencillos, de edad avanzada y de aspecto neutro; resultaban agradables a todo aquel al que no le pasaran completamente desapercibidos.
INCIPIT 177. SPIRITUS / ISMAIL KADARE
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Penetramos en la tierra de los albaneses por la zona oriental. Era pleno invierno. La planicie macedonia que dejábamos atrás estaba helada. Nuestros anfitriones de acá, al ver cómo limpiábamos los cristales empañados del coche para ver mejor el paisaje, nos dijeron bromeando que se trataba del mismo invierno. Al menos hasta las proximidades de la capital. Estábamos cansados y desalentados.
Llevábamos meses enteros vagando por los territorios del ex imperio comunista. Nadie acababa de comprender qué es lo que andábamos buscando, Nosotros eludíamos las explicaciones pero, aunque hubiésemos deseado ofrecer alguna a nuestros interlocutores, no habríamos podido hacerlo convenientemente. Había días en que nosotros mismos no teníamos del todo claro lo que queríamos.
Llevábamos en nuestras cajas toda suerte de expedientes y testimonios. Horrores, planos de campos y de prisiones, cartas de internos, decisiones secretas y, por supuesto, recortes de periódicos. Todos aquellos documentos nos habían parecido apa-
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BIBLIOFILIA/BIBLIOFOBIA
Javier Marías nació en septiembre de 1951 en Madrid, ciudad en la que reside y en cuya Universidad cursa estudios de Filosofía y Letras. Durante 1967-1958 publicó una serie de cuentos en el diario barcelonés El Noticiero Universal y posteriormente ha trabajado en actividades cinematográficas, guiones, colaboraciones técnicas, etc. Al igual que en otros jóvenes escritores de su generación, come Ana Maria Mcix y Vicente Molina Foix, su estrecho contacto con el cine repercute decisivamente en su técnica narrativa. Los dominios del lobo es su primera novela,
La familia Taeger, compuesta por tres hijos —Milton, Edward y Arthur—, una hija —Elaine—, el abuelo Rudolph, la tía Mansfield, y el señor y la señora Taeger, empezó a derrumbarse en 1922, cuando vivía en Pittsburgh, Pennsylvania.
En aquella época Edward tenía veinte años y estaba casi terminando sus estudios de historia en la Universidad. Sólo le quedaban dos años y quería casarse muy pronto, en cuanto acabara la carrera. Su padre, Davison Taeger, era arquitecto, ganaba mucho dinero, y lo que más le preocupaba, igual que a su esposa Grace, era tener una posición digna y estar considerado como uno de los más distinguidos componentes de la alta sociedad de Pittsburgh. En aquellos tiempos ya lo había conseguido, y daba cada mes una gran fiesta a la que asistían, generalmente, más de doscientos invitados. Fue en una de aquellas fiestas donde comenzó la catástrofe familiar.
La tía Mansfield, hermana de la señora Taeger y viuda del proyecto de senador Archibald Mansfield, muerto en un accidente de aviación en 1919, había encajado muy bien, aparentemente, el fallecimiento de su marido, y nunca había hecho, en aquellos tres años, una escena de llantos o histeria. Sin embargo, por las noches, cuando nadie podía verla en su cuarto, sacaba una pequeña foto
SNOPES EN GALICIA 3
CyP de EL País del 12 de octubre de 2009
Feijóo, convertido en barón del PP nacional desde que recuperó la Xunta con una victoria que salvó el tipo a Mariano Rajoy, trata de evitar cada mañana que la corrupción lo salpique. Y no sólo la de Galicia. Cuando los titulares del escándalo en Valencia se hicieron insostenibles, el presidente gallego pidió "que cada palo aguante su vela".
El presidente repite a menudo que su cabeza está en la Xunta y en cómo salir de la crisis, pero algunos de sus colaboradores empiezan a mirar sin disimulo a Madrid. No piensan en el corto plazo, porque, según un dirigente de su confianza, "Alberto siempre será leal a Mariano, en quien ve a un amigo que lo está pasando mal". Otra cosa es que Rajoy no esté. El día que eso suceda, Feijóo aspira a presentarse como el político impoluto que no se dejó manchar por Gürtel.
Feijóo, convertido en barón del PP nacional desde que recuperó la Xunta con una victoria que salvó el tipo a Mariano Rajoy, trata de evitar cada mañana que la corrupción lo salpique. Y no sólo la de Galicia. Cuando los titulares del escándalo en Valencia se hicieron insostenibles, el presidente gallego pidió "que cada palo aguante su vela".
El presidente repite a menudo que su cabeza está en la Xunta y en cómo salir de la crisis, pero algunos de sus colaboradores empiezan a mirar sin disimulo a Madrid. No piensan en el corto plazo, porque, según un dirigente de su confianza, "Alberto siempre será leal a Mariano, en quien ve a un amigo que lo está pasando mal". Otra cosa es que Rajoy no esté. El día que eso suceda, Feijóo aspira a presentarse como el político impoluto que no se dejó manchar por Gürtel.
SNOPES
Flem, ¿eres tú?
CyP del Xornal.com del día 12 de octubre de 2009
Además, de las conversaciones intervenidas recogidas en el sumario del caso Gürtel se desprende que algunos miembros de la trama de corrupción también se dedicaban dentro de sus actividades a traficar con mercancías ilegales, posiblemente piedras preciosas, que eran introducidas con ayuda de empresarios y diplomáticos en Europa desde Dubai (Emiratos Árabes Unidos) y Senegal. Especial relevancia cobra el primo de Francisco Correa, Antoine Sánchez, residente en Senegal, que servía de tapadera legal para realizar estas actividades.
En una de las conversaciones telefónicas que Sánchez mantiene con su socio Gueye Tapha, éste le indica que la “mercancía”, que tachan de “demasiado buena”, consta de “3 cajas, de 3 y medio”. En otra llamada, Antoine desvela que se dedica a la venta de “piedras de joyería”. Además, encarga a otra persona que averigüe el precio en el mercado de Amberes, sede del Centro Mundial del Diamante, y concluye que pueden costar “36.000 euros”.
Desde Dubai, el socio Tapha explica que las cajas tienen un cartel de la “Unesco”. “Lo único que tenemos que hacer ahora es rezar a ver si hay suerte, y viendo que el tío es el que me ha hecho venir, el que me ha metido en un hotel, o sea que ahora mismo, él me da pan y techo, pues todo eso no lo va a hacer de forma gratuita”, afirmó Tapha en referencia al individuo con el que negocia, un tal Hassan. “Es verdad, eso es muy bueno, joder... ¡si pudiéramos conseguirlos!”, exclamó Antoine Sánchez.
‘CONTAINERS’
“Si conseguimos introducirlos en Dakar, seguro pillaremos alguna posibilidad de mandarlo a París con el banquero que vendrá especialmente en su propio avión”, manifestó Tapha en relación a la operativa que utilizaban para introducir la mercancía en Europa. No obstante, también baraja otra posibilidad, que consistiría en introducir el material en un container vía marítima, para lo cual cuenta con contactos diplomáticos. Tapha expuso que avisaría a un tal “Jaco”, para que “mande a su diplomático”. “Mi amigo me ha dicho que va a intentar ocultar a los comerciantes. Como sabrás hay muchos comerciantes que no paran de mandar containers. Tiene unos cuantos amigos que están curtidos en estos temas, así que sabrán perfectamente cómo hacerlo llegar a Dakar. Eso es por lo menos lo que a mí me dijo”, explica Tapha.
CyP del Xornal.com del día 12 de octubre de 2009
Además, de las conversaciones intervenidas recogidas en el sumario del caso Gürtel se desprende que algunos miembros de la trama de corrupción también se dedicaban dentro de sus actividades a traficar con mercancías ilegales, posiblemente piedras preciosas, que eran introducidas con ayuda de empresarios y diplomáticos en Europa desde Dubai (Emiratos Árabes Unidos) y Senegal. Especial relevancia cobra el primo de Francisco Correa, Antoine Sánchez, residente en Senegal, que servía de tapadera legal para realizar estas actividades.
En una de las conversaciones telefónicas que Sánchez mantiene con su socio Gueye Tapha, éste le indica que la “mercancía”, que tachan de “demasiado buena”, consta de “3 cajas, de 3 y medio”. En otra llamada, Antoine desvela que se dedica a la venta de “piedras de joyería”. Además, encarga a otra persona que averigüe el precio en el mercado de Amberes, sede del Centro Mundial del Diamante, y concluye que pueden costar “36.000 euros”.
Desde Dubai, el socio Tapha explica que las cajas tienen un cartel de la “Unesco”. “Lo único que tenemos que hacer ahora es rezar a ver si hay suerte, y viendo que el tío es el que me ha hecho venir, el que me ha metido en un hotel, o sea que ahora mismo, él me da pan y techo, pues todo eso no lo va a hacer de forma gratuita”, afirmó Tapha en referencia al individuo con el que negocia, un tal Hassan. “Es verdad, eso es muy bueno, joder... ¡si pudiéramos conseguirlos!”, exclamó Antoine Sánchez.
‘CONTAINERS’
“Si conseguimos introducirlos en Dakar, seguro pillaremos alguna posibilidad de mandarlo a París con el banquero que vendrá especialmente en su propio avión”, manifestó Tapha en relación a la operativa que utilizaban para introducir la mercancía en Europa. No obstante, también baraja otra posibilidad, que consistiría en introducir el material en un container vía marítima, para lo cual cuenta con contactos diplomáticos. Tapha expuso que avisaría a un tal “Jaco”, para que “mande a su diplomático”. “Mi amigo me ha dicho que va a intentar ocultar a los comerciantes. Como sabrás hay muchos comerciantes que no paran de mandar containers. Tiene unos cuantos amigos que están curtidos en estos temas, así que sabrán perfectamente cómo hacerlo llegar a Dakar. Eso es por lo menos lo que a mí me dijo”, explica Tapha.
SNOPES EN GALICIA
Uno de los suyos...
http://www.facebook.com/search/?q=Ignacio+Santos+Cidr%C3%A1s&init=quick#/profile.php?id=1018019965
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JM Y JB +
Un artículo de un emérito de la Yale University, ni más ni menos, dice una serie de cosas, cuando menos curiosas, casi lindezas, sobre Don Juan y el joven Marías. Lo gloso una mínima:
Javier Marías, nacido en 1951, ha vivido --siguiendo a su familia, primero, y después en forma independiente-- en Italia, Estados Unidos (Cambridge, Massachusetts), Inglaterra (Oxford). Es ahora propietario de un piso en la Plaza Mayor de Madrid.
No, no es en la Plaza Mayor; es, creo, en la Plaza de la Villa.
La mayor parte de los críticos que se han ocupado de Javier Marías han relacionado su obra con la de su amigo y mentor, casi su ídolo, el autor de Volverás a Región, Juan Benet. Yo difiero, en parte. Creo más importante el que Marías haya traducido la interesante y compleja novela (¿o quizá no es novela?) del autor inglés del siglo XVIII, Lawrence Sterne. Sterne escribe en forma ligera, humorística, un relato lleno de zigzags subjetivos, de novedades tanto estilísticas como, incluso, tipográficas. Las digresiones son tan abundantes que ahogan, casi, el relato. Hay páginas en blanco, párrafos que terminan en líneas de asteriscos. Y, sobre todo, lo que vemos en la novela son las caprichosas evoluciones y asociaciones de ideas en la mente del autor. Sterne es siempre imprevisto, improvisado, aéreo. En cambio, Benet escribe en forma casi impenetrable, en un lenguaje plúmbeo que recuerda el informe de un geólogo, o geógrafo, o agrimensor, o quizá ingeniero (creo que lo era), y sus personajes no se revelan, más bien emplean lenguaje y léxico inadecuados a su formacion cultural, que los hacen más impenetrables. No sabemos en qué parte de España transcurren sus novelas, en qué años, cómo son en realidad sus personajes. La incertidumbre, la imposibilidad de llegar al fondo de la realidad, es quizá el mensaje central de toda su obra.Sterne, por otra parte, es mucho más jovial, abierto, simpático; nos remite a Cervantes, con quien comparte el espíritu humorístico, burlón, y una incertidumbre inicial (en efecto, nos dice Cervantes en el Quijote, ¿cómo confiar en un historiador árabe, ya que todos ellos son mentirosos, y quizá mal traducido?)De todos modos, el ambiente y los personajes de Marías difieren del ambiente y los personajes de Benet. Yo diría que los personajes de Marías son más conscientes y más civilizados que los de Benet. No me imagino a Benet describiendo una cena en Oxford en que cada personaje es consciente de la mirada exploradora y significativa de los demás. Ambos escritores, desde luego, viven en una época post-kantiana, en que algo sabemos de las incertidumbres señaladas por Heisenberg y la física cuántica, y también, en aspectos más vecinos a las humanidades, las borrosas fronteras del arte, la política, la psicología y la sociología de la postmodernidad (llamada, de otro modo, la confusión total, la falta de principios y de metas que caracteriza nuestro tiempo, y sin duda se refleja, o se define, en nuestras literaturas). Además, Marías se inspira con frecuencia en el cine,y las películas siempre, o casi siempre, tienen una estructura que, tan antigua que nos remite a Aristóteles y su Poética, tiende a organizar lo que ocurre a base de un conflicto que incluye una presentación, un desarrollo, y un desenlace, lo cual hace que las novelas de Marías sean más inteligibles que las de Benet.
Era ingeniero, Don Juan, de Caminos, Canales y Puertos; sus estudios los glosa en algunos libros. Perfecto el pecio de "Otoño en Madrid...."
Ahora, en la novelística española contemporánea, pensemos en novelas tan valiosas como Mazurca para dos muertos, de Camilo José Cela, en que la presencia del autor resalta en cada página, formulando preguntas que contestará (o no) más tarde, manipulando discreta o abiertamente al lector, y también El balneario de Carmen Martín Gaite, y, claro está, Volverás a Región y Herrumbrosas Lanzas, de Juan Benet, a quien es indispensable citar en este caso, si bien los lectores de este ensayo ya se habrán dado cuenta de que Benet no me gusta nada, en absoluto. (Creo, incluso, que hay libros, o más bien novelas, que es peligroso leer: si, por ejemplo, leemos la "novela" de James Joyce, Finnegans Wake, e inmediatamente leemos Volverás a Región, de Juan Benet, y sobre todo si al mismo tiempo estamos escuchando música de Philip Glass, nos colocamos al borde del suicidio.)
Hombre, tanto como suicidio; pues no creo...
Javier Marías, nacido en 1951, ha vivido --siguiendo a su familia, primero, y después en forma independiente-- en Italia, Estados Unidos (Cambridge, Massachusetts), Inglaterra (Oxford). Es ahora propietario de un piso en la Plaza Mayor de Madrid.
No, no es en la Plaza Mayor; es, creo, en la Plaza de la Villa.
La mayor parte de los críticos que se han ocupado de Javier Marías han relacionado su obra con la de su amigo y mentor, casi su ídolo, el autor de Volverás a Región, Juan Benet. Yo difiero, en parte. Creo más importante el que Marías haya traducido la interesante y compleja novela (¿o quizá no es novela?) del autor inglés del siglo XVIII, Lawrence Sterne. Sterne escribe en forma ligera, humorística, un relato lleno de zigzags subjetivos, de novedades tanto estilísticas como, incluso, tipográficas. Las digresiones son tan abundantes que ahogan, casi, el relato. Hay páginas en blanco, párrafos que terminan en líneas de asteriscos. Y, sobre todo, lo que vemos en la novela son las caprichosas evoluciones y asociaciones de ideas en la mente del autor. Sterne es siempre imprevisto, improvisado, aéreo. En cambio, Benet escribe en forma casi impenetrable, en un lenguaje plúmbeo que recuerda el informe de un geólogo, o geógrafo, o agrimensor, o quizá ingeniero (creo que lo era), y sus personajes no se revelan, más bien emplean lenguaje y léxico inadecuados a su formacion cultural, que los hacen más impenetrables. No sabemos en qué parte de España transcurren sus novelas, en qué años, cómo son en realidad sus personajes. La incertidumbre, la imposibilidad de llegar al fondo de la realidad, es quizá el mensaje central de toda su obra.Sterne, por otra parte, es mucho más jovial, abierto, simpático; nos remite a Cervantes, con quien comparte el espíritu humorístico, burlón, y una incertidumbre inicial (en efecto, nos dice Cervantes en el Quijote, ¿cómo confiar en un historiador árabe, ya que todos ellos son mentirosos, y quizá mal traducido?)De todos modos, el ambiente y los personajes de Marías difieren del ambiente y los personajes de Benet. Yo diría que los personajes de Marías son más conscientes y más civilizados que los de Benet. No me imagino a Benet describiendo una cena en Oxford en que cada personaje es consciente de la mirada exploradora y significativa de los demás. Ambos escritores, desde luego, viven en una época post-kantiana, en que algo sabemos de las incertidumbres señaladas por Heisenberg y la física cuántica, y también, en aspectos más vecinos a las humanidades, las borrosas fronteras del arte, la política, la psicología y la sociología de la postmodernidad (llamada, de otro modo, la confusión total, la falta de principios y de metas que caracteriza nuestro tiempo, y sin duda se refleja, o se define, en nuestras literaturas). Además, Marías se inspira con frecuencia en el cine,y las películas siempre, o casi siempre, tienen una estructura que, tan antigua que nos remite a Aristóteles y su Poética, tiende a organizar lo que ocurre a base de un conflicto que incluye una presentación, un desarrollo, y un desenlace, lo cual hace que las novelas de Marías sean más inteligibles que las de Benet.
Era ingeniero, Don Juan, de Caminos, Canales y Puertos; sus estudios los glosa en algunos libros. Perfecto el pecio de "Otoño en Madrid...."
Ahora, en la novelística española contemporánea, pensemos en novelas tan valiosas como Mazurca para dos muertos, de Camilo José Cela, en que la presencia del autor resalta en cada página, formulando preguntas que contestará (o no) más tarde, manipulando discreta o abiertamente al lector, y también El balneario de Carmen Martín Gaite, y, claro está, Volverás a Región y Herrumbrosas Lanzas, de Juan Benet, a quien es indispensable citar en este caso, si bien los lectores de este ensayo ya se habrán dado cuenta de que Benet no me gusta nada, en absoluto. (Creo, incluso, que hay libros, o más bien novelas, que es peligroso leer: si, por ejemplo, leemos la "novela" de James Joyce, Finnegans Wake, e inmediatamente leemos Volverás a Región, de Juan Benet, y sobre todo si al mismo tiempo estamos escuchando música de Philip Glass, nos colocamos al borde del suicidio.)
Hombre, tanto como suicidio; pues no creo...
SNOPES EN GALICIA 2
El País, edición Galicia. 09/10/09 Capicúa
Según el presidente, el sumario del caso Gürtel no aporta novedades: "Las revelaciones lo único que acreditan es lo que ya sabemos".
Feijóo resumió así las revelaciones del caso que figuran en el sumario: "Había una persona que llevó las cuentas del partido entre el 96 y el 99, y los papeles de esas cuentas se los llevó en una caja fuerte y esa caja fuerte está intervenida por las autoridades judiciales que están investigando precisamente las cuestiones que hizo esa persona".
En este momento, implicar al Partido Popular de Galicia en este asunto me parece enredar mucho el tema".
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