SPQR, Mary Beard, p. 497
Así pues, si no acudían a la ley,
¿dónde podían buscar ayuda la gente corriente, aparte de amigos y familiares? A
menudo recurrían a sistemas de apoyo «alternativos», a los dioses, a lo
sobrenatural y a aquellos, como los adivinos baratos, que aseguraban tener
acceso al conocimiento del futuro y al resultado de los problemas, y a los que,
como era de esperar, la élite miraba por encima del hombro. El único motivo por
el que conocemos el delito de las capas en la Bath romana es porque la gente
acudió a la fuente sagrada de Sullis, la diosa local, e inscribió una maldición
dirigida al ladrón en pequeñas tablillas de plomo y las arrojó al agua. Se han
descubierto muchas de estas tablillas con sus desesperados o iracundos
mensajes, tal como reza una de ellas: «Docilianus hijo de Brucerus .a la más
sagrada diosa Sulis, maldigo a aquel que me robó la capa con capucha, sea
hombre o mujer, esclavo o libre, que la
diosa Sulis le inflija la muerte y no le deje dormir ni tener hijos ahora ni en
el futuro hasta que devuelva mi capa al templo de su divinidad". Este
texto es típico de muchas tablillas.
Uno de los recursos alternativos,
y uno de los documentos más extraños que se conservan de la Antigüedad clásica,
nos conduce directamente a los problemas e inquietudes que afligían las vidas
de los antiguos hombres y mujeres de la calle. Este texto titulado Los oráculos
de Astrampsiro, en alusión al nombre de un legendario mago egipcio (con el que
en realidad no tenía nada que ver), que proclama (inverosímilmente) en la
introducción que fue escrito por el filósofo Pitágoras y que fue el secreto de
los éxitos de Alejandro Magno, no es más que un manual de adivino listo para
usar, que probablemente se remonte al siglo n d. C., siglos después de
Pitágoras o de Alejandro. Consiste en una lista numerada de noventa y dos
preguntas que uno querría plantear a un vidente, además de una lista de más de
mil posibles respuestas. La idea era que el preguntante eligiese la pregunta
que mejor encajaba con su problema y le diese el número al adivino, que siguiendo
las instrucciones del manual-un inmenso galimatías consistente en elegir más
números, restar el número inicial y así sucesivamente-, llegaba por fin a la
única respuesta correcta de las mil.
Quien fuera que recopilase los
Oráculos pensó que estas noventa y dos preguntas resumían los problemas que con
mayor probabilidad plantearía la gente al vidente local de pacotilla. Una o dos
cuestiones parecen indicar la existencia de clientes de un nivel relativamente
superior. «¿Llegaré a ser senador?», no era precisamente una de las
preocupaciones habituales de la mayoría, aunque bien podría ser una pregunta
fantasiosa del tipo «¿Me casaré con un hermoso príncipe?”, que en el mundo
moderno podrían formular quienes no tienen la menor probabilidad de conocer a
ningún miembro de la familia real, y menos de casarse con él. Gran parte de las
preguntas se centran en inquietudes mucho más corrientes. Algunas, como era de
esperar, hacen referencia a la salud, el matrimonio y los hijos. La número 42,
«¿Sobreviviré a la enfermedad?», debió de ser una de las más frecuentes, aunque
resulta interesante que la de «¿He sido envenenado?.» aparezca también en la
lista, una sospecha al parecer no limitada a la casa imperial. La número 24,
«¿Está embarazada mi esposa? », queda equilibrada por la consulta culpable de
«¿Me pillarán pronto en adulterio?» y por «¿Criaré al bebé?», que apunta al
antiguo dilema de exponer o no a un recién nacido. Es evidente que también
había esclavos entre los supuestos clientes («¿Seré liberado?» y «¿Seré
vendido?») y que los viajes se considerabanuno de los peligros más acuciantes
(«¿Está vivo el viajero?”y «¿Será segura la navegación?,). Pese a todo, la
principal preocupación es el dinero y el sustento, que aparecen en una pregunta
tras otra: «¿Podré pedir prestado el dinero?», «¿Abriré un taller?», «¿Pagaré
lo que debo?», «¿Venderán mis pertenencias en subasta», «¿Heredaré de un
amigo?»