Fin, KO Knausgard, p.331
Es fácil ser rico para el que
tiene mucho dinero, es fácil ser bueno para el que es íntegro, pero para los
otros, que no son íntegros, la bondad ni les cabe en el horizonte, quizá ni
siquiera haya ningún horizonte, ningún arriba, ningún abajo, nada bueno, nada
malo, sólo ira, dolor o tedio, porque algo dentro de ellos está roto, realmente
jodido, están envueltos en toda clase de sentimientos imprevisibles y su vida
es algo por lo que están luchando de espaldas al mundo, si no se han resignado
ya. Hay muchos que luchan por la vida, otros tantos que se han resignado, y el
resto, los que no conocen el dolor o la ira, están sentados viendo la
televisión y disfrutando con su propia bondad. Cuando pienso en ello, en qué hemos
convertido el mundo, en un gran salón en el que estamos mirando fijamente lo
que hacen otras personas, pienso en lo que dijo mi padre en una ocasión,
ardiente de ironía, estando con la barbacoa en el jardín, él, mi madre y yo, la
encarnación misma de la felicidad y el bienestar. ¡Ahora sí que estamos bien!
¿A que sí? Y cuando pienso en ello pienso que él hizo lo correcto. Al diablo la
sensatez, al diablo todo, beberé hasta caer de bruces. Beberé hasta entrar en
la niebla, beberé hasta entrar en la oscuridad, beberé hasta entrar en el
vacío, porque el vado será vencido por el vado. Bebo y me caigo, me caigo y
bebo. Todo está jodido, todo es una mierda, las personas son idiotas, al
infierno con ellos, bebo hasta ser más tonto que ellos. Todos son
insignificantes y yo bebo hasta volverme más insignificante que ellos. Porque
mientras bebo y me hago cada vez más insignificante, mi sombra en la pared se hace
cada vez más grande, hasta el momento en que me muera y me quede sentado en el
sillón con la nariz rota y sangre en la cara y en la pechera, cuando yo no soy
nadie y mi sombra lo es todo.
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