Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 875. SEPULCROS DE VAQUEROS / ROBERTO BOLAÑO

Patria
Mi padre fue campeón de boxeo, el más valiente,el más salvaje, el más astuto, el mejor ...

Cuando abandonó la profesión el comisario Carner, de Concepción, le ofreció trabajar en Investigaciones. Mi padre se rio y dijo que no, que de dónde demonios sacaba semejante idea. El jefe de policía contestó que él podía oler de lejos a los servidores de la ley. Un olfato infalible. Mi padre dijo que la ley le importaba un carajo y que además, con perdón, no tenía vocación de conchudo. A mí me gusta trabajar, dijo, no se lo tome a mal. El jefe de policía comprendió que aunque el boxeador estaba borracho hablaba en serio. No se lo tomó a mal. Es raro, dijo, porque yo huelo a los policías a veinte kilómetros de distancia. A los buenos, por supuesto. No me huevees, Carner, tú lo que quieres es un peso pesado para calentar a los lanzas, dijo mi padre. Eso jamás, dijo el comisario, yo soy un cana moderno. Moderno o no, Carner leía libros de los rosacruces y era, sin demasiado rigor, un adepto de John William Burr, el publicista hoy ya olvidado de la metempsicosis. En mi casa aún hay panfletos de Burr editados por El Círculo, de Valparaiso, y por la Asociación Gustavo Peña, de Lima, que mi padre, previsiblemente, nunca leyó. Que yo recuerde, mi padre sólo leía las noticias deportivas de los periódicos

VENTAJAS DE ESCRIBIR

La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, Siri Hustvedt, p. 152-153
En Advances in Psychiatric Treatment del año 2005, el resumen de los hallazgos comienza con la siguiente frase: “Se ha descubierto que escribir sobre acontecimientos traumáticos, estresantes o emocionales produce una mejoría en la salud física y psicológica de poblaciones clínicas y no clínicas». Escribir sobre sucesos neutros no proporciona ningún beneficio. Los autores del artículo sostienen que, aunque el efecto inmediato de la escritura sobre las experiencias angustiosas es un “estado de ánimo y síntomas físicos negativos”, los efectos a largo plazo cuando se comparan los controles médicos son, entre otros, un mejor funcionamiento del sistema inmunológico, un descenso de la presión arterial, una mejora de la función hepática y mejor humor. La lista es impresionante. No todos los pacientes psiquiátricos están traumatizados, pero el hecho de que la escritura tenga un efecto positivo sobre la “población no clínica” induce a pensar que sus efectos no se limitan a las personas con diagnósticos específicos. Los autores del artículo enumeran los “mecanismos” que podrían explicar que la escritura expresiva tenga tales efectos y resultan bastante menos impresionantes. Son cuatro:
l. Catarsis emocional (los autores añaden la palabra improbable).
2. Hacer frente a emociones anteriormente inhibidas: puede reducir el estrés fisiológico resultante de la inhibición, pero es poco probable que sea la única explicación.
3. Elaboración cognitiva: es probable que el desarrollo de una narrativa coherente contribuya a reorganizar y estructurar los recuerdos traumáticos, dando como resultado esquemas internos más adaptativos.

4. Exposición continuada: puede implicar la extinción de las respuestas emocionales negativas ante los recuerdos traumáticos, pero algunos hallazgos ambiguos.

DE LA VULNERABILIDAD

La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, Siri Hustvedt, p. 141
Desde esta estrechez de miras, los hombres ignoran o suprimen a todas las mujeres porque la idea de que puedan ser rivales en términos de logros humanos resulta impensable. Verse frente a frente con una mujer, cualquier mujer, es necesariamente castrante.
 “La homofobia -escribe Kimmel- es el miedo a que otros hombres nos desenmascaren, nos castren, revelen a nosotros mismos y al mundo que no estamos a la altura, que no somos verdaderos hombres.” Esta declaración podría describir, de hecho, los horrores y las humillaciones que se dan en Mi lucha. En el mundo paranoico y extrañamente hermético del hombre blanco heterosexual, el secreto sucio, según Kimmel, es que el semidiós ungido no se siente tan poderoso. Por el contrario, vive angustiado, sentimiento que surge de mantener una posición insostenible, una especie de Yo falso. Ésos son “los sentimientos de los hombres que crecieron creyéndose con derecho a sentir ... poder, pero que no lo sienten”. El hombre que tira de una maleta con ruedas en lugar de cargar con ella corre el peligro de convertirse en la mujer débil o el hombre afeminado. Está haciendo un viaje al territorio contaminado y  aterrador de las mujeres y los gays, donde la hombría del verdadero hombre puede quedar expuesta como una endeble fachada.

La ironía es que el punto débil del poder masculino  blanco, de la postura exclusiva, autocomplaciente, congratulatoria Y pugilista, es la vulnerabilidad extrema. Todo ser humano es susceptible de ser herido. Si los sentimientos causados por los mev1tables cortes y rasguños que cada persona acumula en el transcurso de una vida se consideran “femeninos”, me parece que estamos todos muy confundidos. La diferencia entre la vulnerabilidad masculina y la femenina tal vez sea que esta encaja mejor en el esquema perceptivo de una mujer en el de un hombre.
(En la imagen Santa Catalina de Siena de Il Sodoma)

LITERATURA FEMENINA

La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, Siri Hustvedt, p. 128-129
Todos, hombres y mujeres, codificamos la masculinidad y la feminidad en esquemas metafóricos implícitos que dividen el mundo por la mitad. Las ciencias y las matemáticas son difíciles, racionales, reales, serias y masculinas. La literatura y el arte son fáciles, emocionales, irreales, frívolos y femeninos. En un artículo que recomendaba a los docentes métodos para inculcar en los niños la afición a la lectura, me encontré con  la siguiente frase que se hace eco de los dolorosos recuerdos de Knausgard de su niñez cuando lo llamaban afeminado: “Los muchachos a menudo expresan aversión a la lectura por considerarla una actividad pasiva, incluso femenina”. La comprensión y el manejo de los números no llevan el mismo estigma. ¿Es más activa la aritmética? ¿No debe un niño dominar también la lectura y la escritura? ¿No es el dominio de la lectura y la escritura algo de vital importancia para ir por el mundo? Por otra parte, puesto que los números y las letras son signos abstractos, representaciones sin género, el prejuicio contra la lectura como algo femenino es poco menos que asombroso o, en palabras de Knausgard, demencial. Sin embargo, la tendenciosidad es asociativa. Todo lo que se identifica con lo femenino, ya sea una profesión, un libro, una película o una enfermedad, pierde estatus. La pregunta interesante aquí gira en torno al problema de los sentimientos: ¿qué lleva a Knausgiird a pasar directamente de los sentimientos a la feminidad?

A Knausgard se le podría llamar el rey contemporáneo de la escritura automática. Mi lucha es un texto incontrolado. Ésa es la naturaleza del proyecto. En la entrevista le pregunté sobre la escritura automática, pero él no sabía nada acerca de su historia en la psiquiatría o el surrealismo. Tampoco sabía nada del género francés de la autoficción. En una “autoficción”, término acuñado por Serge Doubrovslcy, el protagonista del libro debe coincidir con el autor, y el contenido, aunque puede utilizar los recursos de la ficción, debe provenir de fuentes autobiográficas. (Curiosamente, el libro de Knausgard pasó sin pena ni gloria en Francia, al igual que en Alemania, donde su título no fue traducido como Mein Kampf) En la entrevista, Knausgard insistió en que no había editado el libro, no había cambiado una palabra, una vez escrita, y no tengo ningún motivo para dudar de él. La obra es una cruda avalancha de palabras libre de censura procedente de un Yo vulnerable y magullado, un Yo que la mayoría reconocemos de una forma u otra pero decidimos proteger. No obstante, como el desenfrenado torrente autobiográfico que es, a menudo de gran intensidad emocional, adopta las convenciones de la novela: descripciones explícitas y diálogos que ningún ser humano realmente recuerda. Esta forma flexible y poco rígida significa que el lector debe tolerar ciertas longueurs inevitables, pasajes llenos de divagaciones en los que apenas sucede nada. También hay digresiones semifliosóficas, cavilaciones sobre el arte, los escritores y las ideas, algunas de ellas brillantes, otras aburridas.

DE LA INVISIBILIDAD FEMENINA

La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, Siri Hustvedt, p. 128-129
Detrás de este caso común -hombres interrumpiendo a mujeres- tiene que haber una serie de experiencias que se convierten en expectativas, lo que algunos científicos llaman “antecedentes”, lo suficientemente sólidas como para hacer que toda una persona desaparezca, al menos un rato. Pero ¿cuáles son exactamente esos supuestos o ideas inconscientes y qué relación podrían tener con leer literatura?
Otra anécdota personal ofrece una respuesta o, por lo menos, una respuesta parcial. En una ocasión entrevisté al escritor noruego Karl Ove Knausgard en Nueva York delante de una audiencia. Fue poco después de la publicación en inglés del primer volumen de su enorme obra autobiográfica Mi lucha. Como admiro el libro o, más bien, los libros, tanto en noruego como en la excelente traducción al inglés (hasta ahora), estaba encantada de entrevistar al autor. Había preparado unas preguntas y él las respondió con sinceridad e inteligencia. Hacia el final de la charla le pregunté por qué en un libro en el que había cientos de referencias a escritores, sólo se mencionaba a una mujer: Julia Kristeva. ¿No había otras obras escritas por una mujer que hubieran tenido alguna influencia sobre él como escritor? ¿Había algún motivo que explicara esa omisión un tanto sorprendente? ¿Por qué no hablaba de alguna otra escritora?
La respuesta no se hizo esperar. “No son competencia”.
Me desconcertó un tanto y, aunque debería haberle pedido que se explicara, quedaba poco tiempo y no tuve oportunidad de hacerlo. Sin embargo, he tenido en la cabeza la respuesta como una melodía recurrente.”No son competencia.” No creo que Knausgard piense realmente que Kristeva es la úníca mujer, viva o muerta, capaz de escribir o de pensar bien. Eso sería absurdo. Más bien intuyo que para él competir, literariamente o de otro modo, significa medir fuerzas con otros hombres. Las mujeres, por brillantes que sean, simplemente no cuentan, con la posible excepción de Kristeva, que da la casualidad de que sé que era muy popular cuando Knausgard asistió a la Universidad de Bergen, y que tal vez por esa razón se coló en su libro. Si hubiera vivido en otro lugar o en otra época, Virginia Woolf o Simone Weil habrían podido ocupar la posición de “mujer intelectual o escritora”. Knausgard no es el único que descarta a las mujeres como competencia. De hecho, él tal vez sea más honesto que muchos escritores, académicos y compañeros que no ven o no escuchan a una mujer porque no es competencia. No creo que ésta sea la única razón para hacer desaparecer a las mujeres de una sala o del campo más amplio de la literatura, pero es sin duda una idea interesante que hay que abordar. ¿Es consciente Knausgard de una actitud en la que otros hombres y mujeres creen implícitamente pero no quieren o no se atreven a expresar?

En una entrevista para el periódico inglés The Observer, Knausgard reconocía que de niño fue objeto de burlas, lo llamaban jessie, afeminado, y admite que nunca se recobró de ello. “Yo no hablo de sentimientos” dijo en la entrevista

11 S SANTIAGO DE CHILE

Sepulcros de vaqueros, Roberto Bolaño, p. 26-27
en aquel mismo lugar, en los malones literarios que gustaba organizar el doctor Narváez, recité, de memoria, uno de los mejores poemas de Nicanor Parra. Mi voz temblaba. Mis manos, al gesticular, temblaban. Pero todavía sigo creyendo que era un buen poema, aunque entonces fue recibido con beneplácito por unos y con manifiesta desaprobación por otros. Recuerdo que al subirme a la silla me di cuenta que aquella noche yo también había bebido como un cosaco. La silla era de madera de araucaria y desde allí arriba el suelo, los arabescos de la alfombra parecían infinitamente lejanos.
Iría por el decimoquinto verso cuando una muchacha y dos muchachos aparecieron por la puerta de la cocina y dieron la noticia. La radio informaba que en Santiago se estaba perpetrando un golpe militar. BlitzkriegoAnschluss, qué más daba, el Ejército de Chile estaba en marcha.

Fue cosa de decirlo e iniciarse la estampida, primero hacia la cocina y luego hacia la puerta de calle, como si todos hubieran enloquecido de repente. Recuerdo que en medio de la desbandada alguien gritó que me callara, por lo que colijo que yo seguía recitando. Recuerdo insultos, amenazas, exclamaciones de incredulidad, rostros que pasaban de la heroicidad más sublime al espanto, alternativamente, todo revuelto e inacabado, mientras yo tartamudeaba enredado con un verso y miraba hacia todos los rincones, el último en entender lo que se cernía sobre la República. Mi silla, ante la avalancha de gente que salía disparada, se tambaleó y caí de bruces contra el suelo. El costalazo fue seco e indoloro. Semiinconsciente, pensé que no acababa nunca de desmayarme. Luego todo se volvió negro.

INCIPIT 874. BERTA ISLA / JAVIER MARIAS

Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se está pensando o soñando, si uno aún conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó.

Estos eran los mejores periodos, los más tranquilos y satisfactorios y mansos, pero nunca duraban mucho, no es fácil desentenderse de una cuestión así, de una duda así. Lograba dejarla de lado durante unas semanas y sumergirse en la impremeditada cotidianidad, de la que gozan sin ningún problema la mayoría de los habitantes de la tierra, los cuales se limitan a ver empezar los días, y cómo trazan un arco para transcurrir y acabarse. Entonces se figuran que hay una clausura, una pausa, una división o una frontera, la que marca el adormecimiento, pero en realidad no la hay: el tiempo sigue avanzando y obrando, no sólo sobre nuestro cuerpo sino también sobre nuestra conciencia, al tiempo le trae sin cuidado que durmamos profundamente o estemos despiertos y alerta, que andemos desvelados o se nos cierren los ojos contra nuestra voluntad como si fuéramos centinelas bisoños en esos turnos nocturnos de guardia que se llaman imaginarias, quién sabe por qué, quizá porque luego le parece que no hayan tenido lugar

DEL ESPANTO

Berta Isla, Javier Marías, p. 540-541
Sin embargo ahora, un año y medio más tarde, veo que ha perdido su continuo estado de tensión y alerta. Al contrario, a menudo se muestra melancólico y pasivo. Cuando viene a casa y yo estoy ocupada y los chicos fuera, se pasa largo rato mirando por los balcones, la vista fija en los árboles que tan sólo fueron míos durante años y años. Se sienta en el sofá y se abstrae, mientras yo preparo mis clases en mi despacho. Y cuando vuelvo al salón y ya ha atardecido, ahí continúa, como si para él no hubiera transcurrido ese tiempo. No sé lo que piensa ni lo que recuerda, no sé en qué se abisma ni lo sabré nunca. Me digo que todos tenemos nuestras tristezas secretas. También los que hemos permanecido quietos y no nos hemos sometido a sacudidas aparatosas. O, como escribió Dickens si no me equivoco de cita, al que me toca enseñar algunos cursos, me digo que 'toda criatura humana está destinada a constituir un profundo secreto y misterio para todas las otras. Es una consideración solemne que, cuando llego a una gran ciudad de noche, cada una de esas casas arracimadas lóbregarnente encierra su propio secreto; que cada habitación en cada una de ellas encierra su propio secreto; que cada corazón palpitante en los centenares de millares de pechos que allí se esconden, es, en algunas de sus figuraciones, un secreto para el corazón más próximo, el que dormita y late a su lado. Y hay en todo ello algo atribuible al espanto ... '.

DEL PUEBLO

Berta Isla, Javier Marías, p. 324-325
El pueblo, que a menudo es vil y cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo, nunca lo riñen ni le afean su conducta, sino que invariablemente lo ensalzan, cuando poco suele tener de ensalzable, el de ningún sitio. Es sólo que se ha erigido en intocable y hace las veces de los antiguos monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos, posee la prerrogativa de la veleidad impune, no responde de lo que vota ni de a quién elige, de lo que apoya, de lo que calla y otorga o impone y aclama. ¿Qué culpa tuvo del franquismo en España, como del fascismo en Italia o del nazismo en Alemania y Austria, en Hungría y Croada? ¿Qué culpa del stalinismo en Rusia ni del maoísmo en la China? Ninguna, nunca; siempre resulta ser víctima y jamás es castigado (naturalmente no va a castigarse a sí mismo; de sí mismo se compadece y apiada). El pueblo no es sino el sucesor de aquellos reyes arbitrarios, volubles, sólo que con millones de cabezas, es decir, descabezado. Cada una de ellas se mira en el espejo con indulgencia y alega con un encogimiento de hombros: 'Ah, yo no tenía ni idea. A mí me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron. Y qué sabía yo, pobre mujer de buena fe, pobre hombre ingenuo'. Sus crímenes están tan repartidos que se desdibujan y se diluyen, y así los autores anónimos están en disposición de cometer los siguientes, en cuanto pasan unos años y nadie se acuerda de los anteriores.

MATRIMONIO

Berta Isla, Javier Marías, p. 254
Aunque ésta no hubiera cambiado esencialmente las cosas para nosotros --quizá algo más para mí, que con ingenuidad la viví como una especie de consecución-, hay una heredada y extraña mística del matrimonio a la que casi nadie permanece inmune ni se sustrae enteramente, lo mismo que hay una mística de la maternidad. Sentimientos atávicos, seguramente. La mujer que se ha casado, el hombre que se ha casado, ya no serán nunca idénticos a los que jamás lo habían hecho. Aunque no se crea en ellas, aunque sean sencillas y se les dé apariencia de trámite, las ceremonias producen su efecto, y por eso se inventaron, supongo: para marcar una línea divisoria, establecer un antes y un después, para convertir en serio lo que no lo era, para subrayar y solemnizar. Para dar una noticia y que así ésta sea asumida, sancionada por la comunidad. ¿Acaso no se sabe siempre quién es el nuevo Rey (a menos que no haya heredero y se sucedan disputas dinásticas), y sin embargo no ha habido nunca monarca que haya renunciado, que se haya saltado una ceremonia de coronación? Puede que aquella pregunta mía tuviera más gravedad de la que yo misma le otorgaba al hacerla. 

BANDERILLERO

Berta, Isla, Javier Marías, p. 35
Berta se había rasgado las medias y le sangraba una rodilla y seguía muy atemorizada, verse con el caballo encima y la porra en el aire, a punto de abatírsele sobre la nuca o la espalda, la había dejado hecha un manojo de nervios, pese al desenlace benévolo del incidente, que a su vez la había dejado con una extraña flojera física, ese desenlace. La mezcla la agotaba momentáneamente, carecía de sentido de la orientación y de voluntad, no habría sabido hacia dónde encaminarse en aquel instante. El joven anticuado, llevándola siempre de la mano como si fuera una niña, la sacó de la zona más conflictiva a buen paso, la condujo hacia la de Las Ventas y le dijo:
-Yo vivo aquí cerca. Sube y te curamos esa herida y te calmas un rato, venga. No vas a volver así a tu casa, mujer. Mejor que descanses y te adecentes un poco. -Ahora ya no la llamó 'muchacha'-. ¿Cómo te llamas?  ¿Eres estudiante?
-Sí. De primero. Berta. Berta Isla. ¿Y tú?
-Yo Esteban. Esteban Yanes. Y soy banderillero.
Berta se sorprendió, nunca había conocido a nadie taurino, ni a los figurantes de ese mundo se los había imaginado fuera del ruedo y vestidos de calle.
-¿Banderillero de toros?

-No, de rinocerontes, a ver de qué va a ser. Dime otro bicho al que se le pongan banderillas.

K

K


A lo largo de los años logró Sancho Panza, proporcionándole en las horas de la tarde y de la noche una gran cantidad de novelas de caballería y de ladrones a su diablo, al que más tarde llamó Don Quijote, que éste se distrajese de él y que montase las fechorías más locas e inconsistentes, que sin embargo a falta de un objeto predeterminado, que hubiera debido ser Sancho Panza, no dañaban a nadie. Sancho Panza, un hombre libre. Seguía de buen ánimo, quizá por un sentimiento de responsabilidad a Don Quijote en sus andanzas y en ello tenía entretenimiento muy útil hasta su fin

TANATOIDE

Vineland, Thomas Pynchon, p. 165
-¿Qué es un tanatoide? Vale, en realidad es una abreviatura de «personalidad tanatoide». «Tanatoide» significa «como la muerte, sólo que distinto».
-¿Tú lo entiendes? -preguntó Takeshi a LO.
-Por lo que yo sé, viven todos juntos, en edificios de apartamentos tanatoides, o en casas tanatoides en pueblos tanatoides. Vivienda modular y más bien poco amueblada, no tienen muchos estéreos, cuadros, alfombras, muebles, chucherías, vajillas, cuberterías, nada de eso, porque para qué preocuparse, ¿me equivoco, OB?
--Uh ee ahkhh uh akh uh Oomb -dijo el chaval, con la boca llena de la comida de Takeshi.
-«Pero vemos mucha tele» -tradujo LD. Mientras esperaban los datos necesarios para satisfacer sus necesidades y cumplir sus objetivos entre los a6n vivos, los tanatoides pasaban al menos parte de cada hora de vigilia coa un ojo en la tete.

-Jamás habrá una comedia situacional tanatoide -predijo Ortho Bob, lleno de confianza-, porque lo único que podrían enseñar serían escenas de tanatoides viendo la tele. Dependiendo de lo desesperado que se sintiera el espectador de ese tipo de programas, incluso aquello podría haber sido marginalmente interesante de no haber aprendido los tanatoides recientemente, antes de la profusión ininterrumpida de vídeos, a limitarse exclusivamente, como ya hacían en otras esferas, a las emociones que contribuyeran a arreglar lo que les impidiera progresar hacia la condición mortal. Entre esas emociones, constreñidos como estaban los tanatoides por la historia y por las reglas del desequilibrio y la restauración a sentir poco más que sus necesidades de venganza, la más común era con mucho el resentimiento.

LA MUERTE DE BORGES

De Borges: la posesión póstuma, de Juan Gasparini, p.105-106
Su lucidez continuaba inalterable. La mantuvo intacta hasta que en «las últimas 24 ó 36 horas» el médico lo vio desfallecer «Es como si usted va desconectando uno a uno los fusibles de la electricidad, llega un momento en que la luz se extingue cuando usted apaga un buen número. Calmadamente uno duerme, luego entra en coma, una fase donde se respira cada vez peor, se vuelve a dormir, una agonía no violenta, suave.
El apartamento de la Grand Rue donde Borges se exdnguía con sosiego le fue procurado a comienzos de junio, según la apreciacion de Balavojne «Lo llevamos Ambroset y yo. Fue como la distensión de un resorte, A los tres días falleció apaciblemente El círculo se cerraba, las defensas se distienden. La fatiga y las complicaciones de una neumonía, sumadas a una disfunción cardíaca, le hicieron perder conciencia en las últimas 18 horas, Era casi imposible despertarlo el viernes por la tarde, Yo pasé junto a él un largo momento por la noche y cuando volví a la mañana del sábado acababa de morir. El Dr, Ambroset estaba a su lado en el momento de constatar el deceso. Terminó sereno, digno, como él quería y me lo dijera, habiendo vivido dignamente, Fui yo quien firmé el certificado de defunción a las 8.15 horas del 14 de junio de 1986»,
El recelo del pavor frente a la muerte, aproximado en la entre vista que me concediera en Ginebra en 1984, no sucedió. Dos años antes de que la tuviera enfrente, avizoraba que para él, «la muerte es una esperanza, Yo espero, como dijera mi padre, morir enteramente, en cuerpo y alma, y ser olvidado también, De modo que no pienso la muerte con temor, Aunque quizá cuando llegue sea bas tante cobarde, como lo son todos». Antes de producirse la confrontación, le preocupaba «en qué lengua voy a morir, pero no se quejaba», rescata Jean Pierre Bernés. En esos instantes, no perdió el gobierno de su personalidad. Su mente se mantuvo inundada por la serenidad. En los umbrales de la fractura con la vida ningún rapto de desesperación le aniquiló principios asumidos o lo convirtió en un renegado de lo que fuera. No traicionó sus conviccio nes de agnóstico, abrazando algún credo religioso. Ningun pánico lo movió a saltar del cerco de los estoicos hacia los católicos o protestantes.

LA MUERTE DE FAULKNER

Faulkner, de Joseph Blotner, p.578
Lo dejaron instalado en su habitación y la enfermera se quedó con él. Así que Estelle y Jimno podían hacer nada más; ella le dió un beso y luego Jimmy se acercó a la cama: "Hermano Will" le dijo. A Faulkner se le iluminaron los ojos. "Cuando estés listo para volver a casa dímelo y vendré a por ti". Anteriormente su tío le habló de forma confusa y le contó cosas de sargentos y capitanes. Pero ahora le hablaba con toda claridad. "Sí Jim", dijo, "lo haré. Después de esto se fueron.
Se reanudó la rutina habitual en la primera planta. En doctor inició el tratamiento con vitaminas, Benadryl y los demás medicamentos hanitualmente indicados. Pensó que no había necesidad de analgésicos. Del otro lado del vestíbulo llegaban los ruidos del televisor que estaban viendo algunos pacientes. A la derecha había un comedor sencillamente amueblado con un mostrador donde servían café caliente. Unos pocos pacientes tomaban café fumando, balando de l aenfermedad qeu los hbaía llevado allí y de cuando podrían volver a casa, El doctor regresó a sus habitacionesy los ruidos disminuyeron al inicarse el tranquilo turno d enoche.
El gran reloj dió las 12 y llegó el 6 de julio sin indicios de que fuese a mitigar el calor. Los insectos se estrellaban contra la tela metálica de las ventanas mientras ronroneaban por un lado y otro los ventiladores eléctricos. Faulkner había descansado muy tranquilo. Unos minutos después de la una y media se agitó y luego se incorporó sobre un lado de la cama. Antes de que la enfermera pudiese sostenerlo dejó ir un gemido y se desplomó. El doctor llegó a los cinco minutos pero no pudo detectar pulso ni latidos. Inició un masaje cardíaco externo. Lo prolongó durante 45 minutos, sin resultado. Intento la reanimación boca a boca, también sin resultado. No podían hacer nafa más. WF había muerto.

LA MUERTE DE FREUD

Freud, de Peter Gray, p. 719-720
Freud estaba muy cansado y resultaba difícil alimentarlo. Pero aunque sufría mucho, en especial por las noches, no quería que le dieran sednates, ni se los daban. Todavía leía: el último libro fue La piel de zapa, de Balzac, ese relato misterioso sobre la piel mágica que va encogiéndose. Al terminarlo le dijo a Schur, como de pasada, que aquel er ael libromás adecuado que hubiera podido leer en ese momento, puesto que trataba sobre el encogimiento y la inanición. Pasó su últimos días en el estudio de la planta baja, mirando el jardín, E Jones, al que Anna Freud llamó inmediatamente, pues veía que su padre estaba muriendo, llegó el 19 de septiembre. Jones recuerda que Freud estaba dormitando, como slí hacer esos días, Pero cuando le dijo Herr Profesor, Freud abrió un ojo, reconoció al visitante y lo saludó moviendo la mano, después la dejó caer con ungetso muy expresivo que transmitía múltiples significados: bienvenida, adiós, resignación.
Jones interpretó correctamente el gesto de Freud, que estabasaludando a su viejo aliado por última vez. Se había resignado a dejar la vida. A Schur lo atormentaba la imposibilidad de aliviar el sufrimiento de Freud, pero Freud le tomó la mano y le dijo: "Schur, recuerda nuestro contrato, prometió no dejarme en la estacada cuando llegara el momento. Ahora sólo queda la tortura, y no tiene sentido. Hable sobre esto con Anna y si ella piensa que está bien, terminemos". Igual que durante años, también pensó Freud en ese momento en su Antígona. Anna querá posponer el final, pero Schur insistió en que mantener vivo a Freud no conducía a nada. Había llegado el momento, Schur lo sabía y actuó. Era la interpretación que le daba Freud a lo que él mismo había dicho: habí aido a Inglaterra para morir en libertad.
Shur estuvo a punto de llorar viendo a Freud afrontar la muerte con dignidad y sin autocompasión. Nunca había visto  a nadie morir así. El 21 de septiembre le inyectó 3 cg de morfina y Freud se hundión en un sueño tranquilo. Cuando volvió a agitarse, schur repitió la dosis y le administró una final al día siguiente. Freud entró en un coma del que ya no despertó. Casi cuatro décadas antes le había escrito a O. Pfister preguntándose qué debia hacerse el día en que faltan pensamientos o no se encuentran palabras [...] "tengo una súplica totalmente secreta: que no se produzca nunguna invalidez, ninguna parálisis de la spropias capacidades como consecuencia de la miseria corporal. Muramos con la armadura puesta, como decía Macbeth". Había velado para que esa súplica secreta se viera satisfecha. El viejo estoico conservó el control de su vida hasta el final.

PRETENCIOSIDAD Y FUTBOL

Pretenciosidad, Dan Fox, p. 137
Podemos encontrar la pretensión en todos los ámbitos de la vida y con ella no sólo se libran batallas por los valores o los gustos. Condiciona las artes, pero también, sin duda, el debate político, la religión y los deportes. (Cualquiera que haya disfrutado escuchando al veterano comentarista futbolístico Ray Hudson puede dar fe del toque imaginativo de sus pretenciosas narraciones: “Ese gol es una escultura de Bernini que rivaliza con el Éxtasis de Santa Teresa, es el golpe magistral de un artista!» fueron las palabras que dedicó a un gol decisivo de Ronaldinho con el que el F.C. Barcelona se impuso en un partido en 2007.) La pretenciosidad suele ir adherida a una mezcolanza de rasgos desagradables: narcisismo, mentira, ostentación, engreimiento, esnobismo, individualismo egoísta. No son conceptos sinónimos. La persona pretenciosa es también quien se atreve a ser diferente, ya sea plantando cara al consenso creativo o sometiéndose al calvario de subirse al último autobús de una noche de sábado vestido de forma distinta a todos los demás.

Nunca podremos incorporarla a nuestro discurso como un término plenamente positivo, pero la pretenciosidad es importante por todo lo que revela acerca de cómo tu identidad se  relaciona con la mía, con la de ellos y con la de todos los demás. Y por dificil que sea de aceptar, ser pretencioso forma parte de nuestra actividad cotidiana. La pretenciosidad hace que la vida siga siendo interesante. Privadas de las libertades que nos concede -la libertad de ensayar nuevas experiencias, de experimentar con las ideas, de comprobar si te gustaría vivir la vida de otra forma-, personas de todas las extracciones sociales no se verían expuestas a la diferencia, a nuevas ideas o historias en los campos que hayan elegido. Una cultura rica sustentada por personas que consagran sus vidas a ella, a menudo con escaso premio o reconocimiento, ha de ser por fuerza pretenciosa. 

VOCACION

Pretenciosidad, Dan Fox, p. 137
Si a cada poeta. músico, bailarín, florista o chef de repostería de todo el mundo le hubieran dicho, en las primeros años de sus vidas, que sería pretencioso por su parte interesarse por la literatura, la música,  el teatro, la jardinería o la cocina –que lo único que podía hacer era ser fiel a las circunstancias que le habían visto nacer-, entonces millones de imaginaciones e inteligencias se habrían atrofiado, millones de manos no habrían aprendido nunca a hacer nada nuevo. Si a cada colegial interesado por el dibujo le hubieran dicho que se olvidara de tomar clases de arte porque no servía para nada o era pretencioso, que eso de estudiar bellas artes era una pamplina presumida y que lo que tenía que hacer era buscarse un empleo, entonces jamás habría estudiado un curso preuniversitario de artes que le habría abierto las puertas a una escuela de diseño gráfico, donde se habría formado como diseñador de información, de productos o industrial, para luego hacer señales de tráfico, electrodomésticos o instrumental médico. Nadie habría cogido su título de bellas artes y se habría metido en el mundo del trabajo social para poner en práctica lo aprendido enseñando terapia artística a personas con dificultades de aprendizaje. Sin duda, no habría nadie que pudiera decirle a tu tía abuela Ethello que quiere decir ese enorme Tintoretto que tienen en la National Gallery. Nadie se habría apuntado a una compañía de teatro amateur y a partir de su amor a las tablas del escenario habría terminado haciendo esas comedias de situación que tanto te gusta ver, y nadie que no se hubiera aferrado con uñas y dientes a su fascinación por las películas de animación haría ahora los dibujos animados que dejan cautivados a tus niños una tarde lluviosa de sábado. No habría nadie que te enfrentara a un reflejo del mundo

WIKIPEDIA

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