Para apaciguar la alicaída espera
del lunes, un domingo, mis padres decidieron que iríamos al cine. Aunque mi
madre quería escapar esa tarde de la emergente zona residencial al norte de la
Ciudad de México -donde abundaban los terrenos baldíos, las ciudades perdidas y
los edificios de interés social-, mí padre estaba cansado. No hubo tiempo para
escoger la película, nuestro viaje tenía ya un destino seguro, no importaba la
cartelera. El cine Futurama era el coloso de la zona y en la penúltima función
le hizo honor a su nombre. En una distopía situada en la ciudad de Los Ángeles,
año 2019, tuvo lugar el primer llamado de mi vida sexual. Pasaron los días y me
di cuenta de que no podía quitarme esas imágenes de la cabeza. Creí entonces
que en algo así consistía el amor.
En la pantalla el teniente
Deckard está a punto de ser asesinado por uno de los replicantes a los cuales
persigue, cuando Rachel –otro modelo replicante- dispara en contra de ese
tecno-organismo de su misma especie para salvarlo. Corte. Estamos en el
departamento de Deckard, Rachel está ahí también. Ella sabe que es el hogar del
cazador y ella es parte de los perseguidos.
Pero él está en deuda, por lo que ella le confiesa su plan y le hace una
pregunta. Se trata de desaparecer, de huir: «si me fuera al norte, ¿me
perseguirías?». La deuda establece un contrato: «no, no lo haría, sin embargo,
alguien más lo haría en mi lugar» .
No hay comentarios:
Publicar un comentario