Truman Capote, George Plimpton, p. 350
Dinamarca
SLIM KEITH. Me llevó a ver a Isak
Dinesen. Salimos al campo. Ella era como un cadáver. Maravillosa. Pensé que su
sombra de ojos aumentaba su belleza y aquel delicado rostro, con mejillas muy
prominentes. Delgada, delgada, delgada. Se sirvió el té a las cuatro y fue la
cosa más rebuscada y compleja que he visto en mi vida. Paté y tostada, y crepe
suzette, y un montón de dulces y pasteles. Comentó algo sobre un libro del que
Truman había hablado. «¿Te gustó ese libro», le preguntaron. «Sí. Pero no había
suficiente aire, o agua o cielo en ese libro». Uno sabía exactamente lo que
quería decir. No había suficiente espacio.
Se interesó por mí: «¿Puedo hacer
algo por ti?».
Le dije: «Mi libro favorito,
casi, de toda la literatura inglesa es Memorias de África. Me encantaría tener
un ejemplar firmado».
Ella dijo: «Bueno, te lo envío
mañana». Efectivamente, al día siguiente recibí un ejemplar del libro. Estaba
firmado: «Para Nancy Hawks, en recuerdo de un día encantador. .. Karen Blixen».
Luego debió de descubrir que yo ya no estaba casada con Howard Hawks, sino, en ese momento, con Leland Hayward. Al día
siguiente recibí otro libro; la dedicatoria decía: «Para Nancy Hayward. El que
no comete errores es porque nunca hace nada. Karen Blixen».
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