Palabras del Egeo, Pedro Olalla, p. 125
Antes de la explosión, Santorini
se llamaba Strongylé, «la Redonda»; después de la explosión, la mitad de Ja
isla desapareció bajo las aguas y nació, en su lugar, un pequeño archipiélago:
la media luna de Tera, la solitaria isla de Terasia, el diminuto islote de
Aspronisi, y los brotes de lava aún caliente que dan forma a Nea y a Palaia Kameni.
La visión de la cercana Po liegos, que ahí enfrente emerge con sus rocas
volcánicas del azul del mar, me ayuda a imaginar ahora cómo tuvo que ser aquel
terrible estremecimiento de la Tierra y aquel terrible golpe para la
civilización del Egeo.
Por lo que dejan inducir sus
huellas geológicas,'' la catástrofe debió de suceder más o menos así: al
principio, algunos temblores sacudieron el suelo de la isla; las casas de Akrotiri
sufrieron desperfectos, pero la situación no debió de alarmar demasiado a las
gentes, pues algunas viviendas fueron, incluso, reparadas tras los seísmos. Después,
apareció el humo, y, ante ese mal presagio, comenzó la evacuación. Las naves se
alejaban de la isla mientras una funesta columna de humo, ceniza y piedra pómez
se elevaba hacia el cielo desde dentro del cráter del volcán. Pavesas rojizas caían
sobre el mar y la tierra, como copos de nieve, de una nube ígnea que el viento
iba arrastrando, poco a poco, hacia Cárpatos, Rodas y las costas de Creta.
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