Salidas de tono, Félix de Azúa, p. 191
Como a tantos otros, tampoco a mí
me ha escandalizado la audacia de los prelados católicos que han tildado de
«sacrílega » la última película de Godard. ¡Ojalá fuera sacrílega! Lo cierto es
que Godard es un pelmazo de muchísimo cuidado desde hace un montón de años y
que sigue agarrado a la cámara como otros derelictos se agarran a la frasca de aguardiente.
De haber osado una película verdaderamente sacrílega y obscena, es posible que
hubiera salido del túnel impotente en el que se consume como suizo y como
cineasta, y como cineasta suizo.
Ahora bien, la falta de respeto
de los católico-islámicos hacia la pornografía es algo lamentable. ¡Mira que
confundir a ese hoy scout inflado de libros de bolsillo con un autor sacrílego!
El sacrilegio es algo de dificilísima obtención; no todo el mundo está
capacitado para renovar el género. Sacrílegos, lo que se dice sacrílegos, en
los últimos documentos años han sido escasísimos: Voltaire, Nietzsche,
Dostoievski, Buñuel... cuatro gatos. Para poder construir un sacrilegio de
altura, un sacrilegio que no sea como una blasfemia de autobús, hay que ser
teólogo y el pobre Godard no conoce ni el primer capítulo de la Teodicea.
Pero la clientela de Wojtila
tampoco. El único sacrilegio real de los últimos años han sido los disparos de
Ali Agca, cuya monumental estupidez ha acabado por deslucir el teocidio. Ese
turco de aspecto prehistórico le pegó de tiros al representante de Jesucristo,
a su Vicario en la tierra, el Administrador del Redentor. Sin embargo, los
católicos no han dejado de mirarle y oírle; y lo que todavía es más
significativo, el propio Wojtila acudió a comprobar de cerca la complexión
antropoide del sacrílego y cuchicheó con él durante un buen rato; lo que no ha
hecho, ni hará, con Godard. ¿Por qué puede permitirse la contemplación inocente
de ese pornógrafo televisivo que dice ser Jesucristo, pero no se permite la
visión de una película francesa? Porque Ali Agca SÓLO atentó contra un cuerpo
vivo, en tanto que Godard se ha atrevido a utilizar imágenes y símbolos que son
propiedad privada del inconsciente colectivo católico, cuya policía del símbolo
es de las más crueles que han existido jamás.
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