Un apartamento en Urano, Paul B. Preciado, p. 154
Si no eres un hombre que practica el sexo con otros hombres, seguramente la palabra “Truvada» no te diga nada. Por el contrario, si esta palabra te suena es porque está modificando tu ecología sexual: el dónde, el cómo, el cuándo, el con quién. Truvada es un fármaco antirretroviral producido por la compañía de San Francisco Gilead Sciences y comercializado como PrEP, es decir, profilaxis preexpositiva para prevenir la transmisión del virus del sida. Inventado primero como tratamiento para personas seropositivas, desde 2013 la Agencia Estadounidense del Medicamento (FDA) aconseja administrar esta molécula entre las personas seronegativas pertenecientes a grupos de riesgo, lo que en la cartografía epidemiológica dominante equivale aún en gran medida a ser lo que todavía denominan un hombre gay «pasivo», es decir, un receptor anal de penetración y eyaculación. En Europa, los ensayos clínicos comenzaron en 2012 y podrían concluir con una recomendación positiva para su comercialización en 2016. Solo en el primer año Truvada ( cuyo coste mensual es de 1.200 dólares en los lugares donde no existen genéricos) ha producido beneficios de 3.000 millones de dólares. Se calcula que un millón de norteamericanos podrían convertirse en consumidores de Truvada para evitar ... convertirse en consumidores de los fármacos antirretrovirales para seropositivos.
Truvada está produciendo en la
sexualidad gay una transformación semejante a la que la píldora anticonceptiva
produjo en la sociabilidad heterosexual en los años setenta. Tanto Truvada como
la píldora funcionan del mismo modo: son condones químicos pensados para
«prevenir» riesgos derivados de una relación sexual, ya sean estos el contagio
del virus VIH o el embarazo indeseado.