Fin, KO Knaugard, p. 332
La relación entre padres e hijos
se puede comparar a la que existe en los aeropuertos entre aduaneros y
pasajeros; los aduaneros ven llegar a los pasajeros por la sala de llegadas a
través de una ventana y pueden seguir con la mirada todo lo que hacen, mientras
que los pasajeros, mirando a la misma ventana desde el otro lado, sólo se ven a
ellos mismos. Un niño no puede aprender nada de sus padres, lo mejor que puede
esperar es no repetir sus errores. Mi padre escribió en el diario que él había
pegado y que le habían pegado. Una afirmación de esta clase es, si es que es
algo, un argumento en contra de la idea de que el ser humano es una criatura
racional, dirigida por la razón. Si él vivió como algo doloroso el hecho de que
de niño le pegaran, ¿por qué entonces pegó él también? Tal vez sea la capacidad
de compasión, la capacidad de entender que los demás sienten como uno mismo, y
que esos sentimientos pueden ser tan importantes y ser tratados con la misma
seriedad que los de uno mismo, la que se ha destruido. Al principio, uno está
cerca del mundo, creo, pero si la confianza se rompe, uno busca refugio muy
dentro de sí mismo, como aislado de lo que ocurre fuera, y esa distancia que
entonces se establece será difícil de vencer. Pero una relación así, entre
agravios en la infancia y muy alejada del mundo en la personalidad más adelante,
sólo queda evidente como razonamiento en el sistema en el que rigen las reglas
del mismo, no en la realidad, que está abierta y carece de líneas. Cuando yo
aborrezco la intimidad y toda clase de reacciones emocionales, y en todas mis
relaciones antes o después he ido buscando lo neutro, lo comedido, lo
despejado, no es que ese aborrecimiento sea irreal, un síntoma de que se ha
roto la relación con el padre o la madre. No, si yo aborrezco la intimidad y
las reacciones emocionales es porque realmente aborrezco la intimidad y las
reacciones emocionales, no quiero nada de eso, no quiero estar cerca de eso, y
la distancia que entonces anhelo es un bien, a veces casi el mayor bien de
todos. El deseo sexual es el único que elimina la necesidad de límites, sólo en
él soy capaz de sobrepasar el miedo a la intimidad y la necesidad de distancia,
y acercarme a otra persona.