De El váter de Onetti, de Juan Tallón
El hombre no descansa mientras
algo irrisorio y ridículo bulle a su alrededor.
En este sentido, existe una
anécdota reveladora de Visconti, cuando durante la grabación de una de sus
películas decidió descartar una escena ya filmada porque, en la biblioteca que
aparecía al fondo de la estancia donde se rodaba, había un libro que no se
correspondía con la época. Era imposible que el espectador reparase en él, pero
aquella presencia extemporánea en la escena retorcía el ánimo de! cineasta.
Peor que el caso de Visconti, sin embargo, era el de Ludwig Wittgenstein. Vivía
con su hermano en la mansión familiar de Viena, cuando Paul interrumpió un día
sus ejercicios de piano para golpear la pared que daba a la habitación vecina,
donde Ludwig escribía en silencio. «¡Cómo pretendes que toque el piano con tu
escepticismo metiéndose por debajo de la puerta!», le gritó. Ludwig no contestó,
demasiado concentrado en su Tractatus.
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