Así también son los ejercicios literarios, repetidos una y otra vez en busca de ese tempo, esa lentiutd que no lastre, que no fatigue y aburra; o esa velocidad que no se apura aceleración, que no aturda. es un esfuerzo par air aproximándose a la frase perfecta que nunca alcanzaremos, es cierto, pero a la que tratamos de aproximarnos. En esas artes tan afines de la gimnasia y la literatura, la aproximación es ya grandísima recompensa; todo lo contrario, pongamos por caso, de la filosofía y las artes cinegéticas, en las cuales la aproximación es una chapuza.
A las frase perfectas sólo llegan los excelentes, y cada aficionado, como en los toros, elige a los suyos. en la postguerra española mis excelentes han sido Benet y Ferlosio, en quienes admiro esa perfecta medida del movimiento lento, esa exactitud que evita l abelleza estúpida y sortea la torpeza infantil, patosa. Por eso no he escrito jamás una línea a su imagen y semejanza, en imitación suya. Evito la hipotaxis como los pitagóricos evitaban las habas. Me parece trivial repetir lo perfecto. Pero he procurado prestar oído a su música.
Esplendor y nada, de Félix de Azúa, p. 11-12
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