Te quiero más que a la salvación de mi alma
PEPIN BELLO Y JUAN BENET
Los anaglifos son pequeños poemas divertidos de esos españoles presurrealistas de la Residencia de Estudiantes. Repetían palabra, tenían que incorporar la palabra gallina y se salía por donde se quisiera. Pepín Bello le mandaba algunos a su amigo Ignacio Sánchez Mejías: "El pin, el pan, el pun, la gallina y el comandante". Eran españoles de la risa, de la alegría sin canciones, sin himnos, que pasaban de los lieder de Wagner a la voz de Manuel Torres. El llanto no tardaría en llegar. Ni por ésas, el soltero profesional, el bueno de Pepín, perdió su sentido del humor, sus ganas de jugar ni su pulcra modestia.El AVE llegaba a Barcelona y en Madrid se recordaba a Pepín entre amigos. Les gustaba viajar en tren, incluso imaginar que viajaban en trenes inventados. Afición que siguió hasta los años de amistad con Juan Benet en los que, como niños muy serios, se disponían al viaje a ninguna parte, pero con revisor.
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