Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 916. VIEJA ESCUELA / T. WOLFF


Robert Frost nos visitó en noviembre de 1960, sólo una semana después de las elecciones generales. Dice algo sobre nuestro colegio que la perspectiva de su llegada suscitara más interés que la contienda electoral entre Nixon y Kennedy, la cual para la mayoría de nosotros no fue en absoluto una contienda. Nixon era un estrecho y un gruñón. Si hubiera sido uno de los nuestros le habríamos parado los pies. Kennedy, sin embargo ... Ése sí que era luchador, irónico, preciso y nada histérico. Controlaba perfectamente la ropa. Su mujer era una  preciosidad.
Y había leído y escrito libros, de los cuales Por qué se durmió Inglaterra era lectura obligada en mi seminario avanzado de historia. A Kennedy lo reconocíamos; todavía podíamos ver en él al chico que hubiera sido aquí uno de los preferidos, travieso y listo, con esa desenvoltura tan comedida que dejaba a las claras, y al tiempo pasaba por alto, el hecho de su clase social.
Pero no habríamos admitido que la clase social desempeñaba el menor papel en el hecho de que Kennedy nos gustase. El nuestro no era un colegio esnob, o eso nos creíamos, y hacíamos todo lo que podíamos por que aquello pareciera verdad. Todo el mundo realizaba alguna tarea. Los becados podían declarar que lo eran o no, como les apeteciera; el propio colegio no hacía distingos.

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