Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 912. A LA INTEMPERIE / ROBERTO BOLAÑO


El estridentismo
Yo no pienso, yo muerdo. Para Alain Jouffroy, el artista de vanguardia es el primero en arriesgarse, el primero en tirarse al agua. El que pone la maquinita peluda del amor y la aventura a toda velocidad. Para Alain Jouffroy, y en esto se toca con los situacionistas, el artista de vanguardia es el que, por sobre todo, subvierte la cotidianidad, transformando y transformándose. Yo no muerdo, yo me araño. Y se necesitaba tener un espíritu muy heroico para sobrevivir y crear y difundir una poesía nueva en el México de 1928: un movimiento que no antecede a la revolución, pero que se va extinguiendo con esta revolución. Los sabrosos veinte, la visión de Huidobro jugando chirlitos con Reverdy, Pablo de Rokha construyendo una de las más hermosas ballenas de este siglo -la que muchos años después le daría un revólver para que se suicidara-. Alberto Hidalgo haciendo antologías con Borges (el primero murió riéndose de su pobreza y su olvido; el segundo todavía hace chistes públicos de un humor macabro). Girando era bailarín y pudo ser actor de Hollywood. Vallejo pensaba en Rita. Oquendo de Amat escribía a los diecisiete años sus cinco metros de poesía y ya no escribiría nunca más. Martín Adán ponía coma final a La casa de cartón, y pululaban por América unos jóvenes que tenían facha de terroristas (además, lo eran), y que hacían poesía. Ante esa obra lo que se escribe, por ejemplo, por los cuarenta o cincuenta (para no hablar de los sesenta, en donde la cosa parece, hasta nueva orden, que volviera a brotar), se ve definitivamente asqueroso

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