Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PARIS

París, Marcos Giral Torrente, p.130
No afloró de pronto sino que lo hizo en un momento en el que sus llamadas se habían hecho más urgentes, más emotivas y más imprevisibles, si cabe, de lo acostumbrado. Valiéndome de un recurso no muy correcto porque otorga excesiva rotundidad a una intuición que es de por sí evanescente, diría que desde hacía algún tiempo no parecían obedecer a la rutinaria y perentoria necesidad de saber de mí, sino que surgían de una necesidad más egoísta, como cuando uno, porque se encuentra solo o preocupado y llega esa noche oscura en que todas las dudas se acumulan y nos hieren y no vemos salida a una vida que se nos antoja  irrevocablemente prefigurada por nosotros mismos, necesita el contacto de alguien querido, no tanto porque este alguien vaya a darnos la respuesta imposible, como porque escuchar su voz, sentirlo cerca y que nos reconozca, nos ayuda a reafirmarnos en el camino elegido, a afianzar nuestra elección por encima de todos los errores y aciertos que ya no alcanzamos a    rectificar. De esto no me di cuenta entonces, repito que tampoco estoy seguro de que fuera así. Es, tan sólo, un presentimiento que me asalta retrospectivamente, la impresión indemostrable de que mi madre se demoraba más por teléfono, de que sus llamadas eran más desordenadas aún de lo habitual, y sobre todo el recelo, éste sí sentido mientras sucedía  aunque enseguida rechazado y olvidado, de que no las hacía siempre para hablar conmigo, que a veces quiso eludirme, llamar cuando pensaba que yo no estaba, encontrar sola a mi tía. 

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