Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SOBRE LAS DISTINTAS ESCUELAS DE POBREZA

De Desde la ciudad nerviosa de Vila-Matas, p. 32

No hay en los últimos años un solo viaje a París en el que, tarde o temprano, no termine cruzándome con el sempiterno clochard que está apostado a la puerta de la librería La Hune, en el boulevard Saint-Germain. Le hago aparecer en mi novela Doctor Pasavento, pero cuando le veo en París, no lo identifico con el personaje de mi libro. Y es más, espero que no se entere nunca de que aparece ahí. Y tampoco de que aparece aquí en este dietario. Me atrae irremediablemente su personalidad. No hay persona que salude más en París que este clochard, que hoy me ha hecho recordar a otros dos mendigos, también de estirpe intelectual. Uno es aquel del que hablaba a menudo Roberto Bolaño: un mendigo de Santiago de Chile que, en una esquina de la calle (hoy avenida) Ahumada, se declaraba nieto de Lev Tolstoi y pedía limosna diciendo: “Miren dónde me ha dejado la Revolución Rusa”. El otro es aquel mendigo de Madrid que Unamuno veía siempre a la puerta de una iglesia y al que un día le preguntó por qué usaba siempre la misma queja salmodiada. “Por supuesto —replicó el viejo mendigo—, hay otras escuelas; quizás usted prefiera a los naturalistas”.

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