CAPÍTULO 1
Caballeros en mulas y a su buen paso de andadura, iban dos hombres por aquel camino viejo que, atravesando el monte, remataba en Viana del Prior. A tiempo de anochecer entraban en la villa espoleando. Las mujenicas que salían del rosario, viéndoles cruzar el cementerio con tal prisa, los atisbaron curiosas sin poder reconocerlos, por ir encapuchados los jinetes con las corozas1 de juncos que usa la gente vaquera en el tiempo de lluvias, por toda aquella tierra antigua. Pasaron los jinetes con hueco estrépito sobre las sepulturas del atrio, y las mujerucas quedáronse murmurando apretujadas bajo el porche, ya negro a pesar del farol que alumbraba el nicho de un santo de piedra. Voces de viejas murmuraban bajo el misterio de los manteos:
—iSon las caballerías del palacio!
—Esperaban, días hace, al señor mi Marqués. Viene para levantar una guerra por el rey Don Carlos.
—iY el sacristán de las monjas espareció!
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