Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

KAFKA

De España, de Manuel Vilas, p.145
La casa, en el viejo barrio de Steglitz, había aguanta do las bombas de la guerra. Y antes de marcharme, volví a tocar la cama, como quien toca la boca de su amante. La anciana nos despidió con una sonrisa llena de serpientes, crucifixiones, levantamiento de cadáveres, derrotas sin explicación. Mi amigo dijo que la abuela estaba completamente chiflada y que vete a saber de quién era la cama que nos había enseñado.
Cerré el libro, lo metí en la bolsa de la piscina y me fui a bañar con mis amigos. Abrí los ojos bajo el agua y vi una cama con un niño ahogado arado a esa cama con correas de hierro: era yo mismo. Y en efecto, me estaba ahogando, un corte de digestión me llenaba los pulmones de cloro. Vi, finalmente, un dromedario cuya cabeza era mi cabeza. Aquel bicho gigantesco me estaba conduciendo a la nada. Ya por fin en la nada, muerto por ahogamiento, vi a Kafka, quien me dio la mano y me dijo que debería caminar por la senda que se abría a mis pies durante nueve días, y que al término de esos nueve días llegaría al Paraíso. Me dijo que el nombre del paraíso había cambiado, que tal vez surgiera ante mí —dependiendo de las cronologías— con el nombre de “eurocomunismo”, o con el nombre de “solidaridad”, o con el nombre de “capitalismo social”, o con el nombre de “mercado cívico”, o con el nombre de “Francia”, o con el nombre de “España” a secas. Yo le dije que no quería ir al paraíso. Ante mi negativa, me dio una sonora bofetada, y yo me eché a llorar. Cuando dejé de llorar, Kafka me dijo
“mira, esto no se acaba nunca, el dolor es infinito, eso que creías la nada sólo es un disfraz violento y agresivo de la pena, de la Historia, que es esclavitud y crimen, porque
todo es crimen y el ser humano es maligno”.

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