Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ROBERTO BOLAÑO

De Desde la ciudad nerviosa, de Enrique Vila-Matas, p.90
ME PARECE HABERLE VISTO
Me parece haberle visto, a Roberto Bolaño, entrando en un cine pomo a ver las piruetas sexuales de Moana Pozzi, su actriz favorita.
Me parece haberle visto, por primera vez en la vida, en el Bar Novo de Blanes. Ahora, cuando ya todo lo vamos dejando atrás y ya casi nada importa, los recuerdos van y vienen con matices difuminados y cruzan avenidas de ambiguas sombras y ya nada es como creímos vivirlo y las dudas se agigantan frente a las certezas de antaño. Pero a mí me parece haberle visto por primera vez, a Bolaño, ese día en el que entró en el Novo con su mujer, Carolina, y el niño Lautarito con la sana idea —que llevaron a la práctica— de tomar unos refrescos a la hora del crepúsculo.
Me parece haberle visto en los días en que lustraba zapatos para un maniático, en los días en que fue todo un personaje de Robert Walser: mayordomo durante dos semanas en la Costa Brava.
Me parece haberle visto trabajando de vigilante nocturno de un cámping a la espera de que algún día le llegara la oportunidad de vigilar espacios más atractivos. Un burdel, por ejemplo, y así poder ver realizado su viejo sueño sureño, faulkneriano.
Me parece haberle visto hablando conmigo. Cuando uno conversa con el escritor chileno de Blanes, un segundo puede a veces parecer un siglo en miniatura, pues tal es la intensidad que revisten algunas charlas con el autor de Llamadas telefónicas.

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