Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL POTLACH SEGUN LANDERO

De Retrato de un hombre inmaduro, de Luis Landero, p.188 ss.
Otras noches me convierto en multimillonario. Ríase usted de BilI Gates, de Warren Buffet, del sueco de Ikea, de ese tal Mittal, el rey del acero, de los príncipes árabes y de los potentados rusos. En mi historia, yo tengo más dinero que todos esos juntos. Una fortuna que he ido actualizando al ritmo de la economía real, que ha crecido con los años, y que ahora debe andar por los quinientos mil millones de euros.
¿Que cómo he llegado a tanto? Bueno, la historia es breve y confusa, apenas lo necesario para que parezca medianamente verosímil. Digamos que he creado un sistema informático que es la base de una red comercial cuya trama y capacidad de control se extienden por todo el planeta, hasta sus últimos rincones, y que para la economía global significa algo así como las aportaciones de Einstein a la fisica o de Picasso a la pintura. Pero ése es sólo el principio, porque luego extiendo mi imperio a la ingeniería genética, a la aeronáutica, a la automoción, a las energías alternativas, de forma que descubrimos y explotamos remedios contra toda clase de enfermedades, construimos aeronaves seguras, combustibles limpios y secretos, armas invencibles..., y hay noches en que mi capital me parece poco y lo subo al billón, y si no voy más allá es porque más allá las cifras se me hacen ya inmanejables, casi irreales.
En el Maracaná hemos hablado alguna vez de lo que cada cual haría si fuese millonario. Ya se puede imaginar usted las fantasías al uso. El único caso digno de mención es el del hombre Chicoserio, aquel al que todo le sale mal, al que le aprietan los zapatos, al que si se rasca le sale un sarpullido, si juega a los chinos siempre pierde, si se escapa una hostia le toca a él, el que no pudo ser payaso porque no había disfraz que lograra ocultar su verdadera identidad, y para el que la vida es una suma continua de pequeñas contrariedades. Ni siquiera podía elevar su protesta con cierta altura trágica porque ninguno de sus males era grave ni digno de ser contado con elocuencia o con desgarro, sino que todo en él era la adversidad hecha comedia. Así que cuando salió la conversación de lo que cada cual haría si fuese millonario, él dijo: «Si yo fiera millonario, pero millonario de los grandes, de los de miles de millones, me dedicaría a joder al prójimo. ¿Que cómo? Pues muy fácil. Por ejemplo, compraría una mañana todos los churros del Maracaná y alrededores para que la gente se quedara sin churros. Compraría un fin de semana todos los condones de las farmacias del barrio y adyacentes para que la gente no pudiera follar, el pan de todas las panaderías, los periódicos y revistas de todos los quioscos, las entradas del fútbol y los toros, dejaría sin vino a los borrachos y sin putas a los puteros”. «Pero, hombre...», intentamos decirle. Y él: «Nada, nada, que se jodan como me jodo yo!».

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