De Por la parte de Swan, de Marcel Proust, p. 410 (Lumen)
Pero, mientras que, una hora después, daba indicaciones al peluquero para que no se le deshiciera el peinado en el tren, volvió a pensar en su sueño, volvió a ver —como las había sentido muy cerca de él— la pálida tez de Odette, las mejillas demasiado delgadas, las facciones descompuestas, las ojeras, todo lo que —alo largo de las ternuras sucesivas que habían convertido su duradero amor a Odettc en un largo olvido de la primera imagen recibida de ella— había dejado de notar desde los primeros tiempos de su relación, a los que seguramente, mientras dormía, había ido su memoria a buscar la sensación exacta. Y con aquella grosería intermiten te que reaparecía en él, en cuanto dejaba de sentirse desdichado, y al tiempo rebajaba el nivel de su moralidad, exclamó para sus adentros: «;Y pensar que he desperdiciado años de mi vida, he querido morir y he sentido mi mayor amor por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!».
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