Manual corsario, Pier Paolo Pasolini, p. 20
Es de aquellos años el pasaje,
conocido como «teta veleta», que más tarde Pasolini explicará de la siguiente
manera:
Sucedió en Belluno, yo tenía poco
más de tres años. Lo que más me chocaba de los chicos que jugaban en los
jardines públicos enfrente de mi casa eran sus piernas, sobre todo la parte
convexa del interior de las rodillas, donde, al doblarse en la carrera, los
nervios se tensan en un gesto elegante y
violento. En aquellos nervios yo Veía un símbolo de la vida que aún debía
alcanzar; aquel gesto de jovencito corriendo representaba para mí el ser mayor.
Ahora sé que se trataba de un agudo sentimiento sexual. Si lo recuerdo siento
perfectamente, en mis vísceras, la ternura, la ansiedad y la violencia del
deseo. Era el sentido de lo inalcanzable, de lo carnal; un sentido para el que
aún no ha sido inventado un nombre. Yo lo inventé entonces y fue “teta veleta”,
Al ver aquellas piernas dobladas en la furia del juego me dije a mí mismo que
sentía, ”teta veleta”, algo parecido a un cosquilleo, una seducción, una
humillación.
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