Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 290. MARCOS MONTES / DAVID MONTEAGUDO

Esto no puede ser—replicó Don Quijote—, porque allá me anocheció y amaneció; y tomó a anochecer y amanecer tres veces; de modo que, a mi cuenta tres días he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.
MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha
Parte II, cap. XXIIIPRIMERA PARTE

EL ACCIDENTE
A mis padres

Marcos Montes se despertó unos minutos antes de que sonara el despertador. Oyó entre sueños el ruido de una puerta, y después, ya desvelado, los gemidos y los resoplidos de esfuerzo de su mujer para meterse de nuevo en la cama, trabajosamente, acomodando su vientre abultado, en el que desde hacía algunos meses maduraba y se removía una nueva vida, La rutina, el paso de los días y de los meses, había convertido ya en cotidianas todas esas mágicas alteraciones, como había hecho difusa y prorrogable la conciencia—tan intensa, tan novedosa en un principio—de su futura paternidad.
Ya no se volvió a dormir. Había soñado algo aquella noche; algo impresionante y conmovedor que ahora no conseguía recordar. Tan sólo conservaba la atmósfera del sueño, una vaga sensación, huidiza como un perfume, que se esfumaba cada vez que tiraba de ella, intentando sacar por ese hilo todo el ovillo del sueño. Pero el despertador estaba a punto de sonar; así lo decían los cuatro dígitos que fulguraban en la oscuridad como pequeñas brasas, a medio metro de su cabeza. Sin encender la luz, sin hacer ruido, Marcos Montes se incorporó y se puso las zapatillas, paró el despertador

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