Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 288. VIA REVOLUCIONARIA / RICHARD YATES
Uno
Los sonidos finales del ensayo general dejaron a los Laurel Players allí plantados, sin nada que hacer, callados e indefensos, parpadeando ante las candilejas de un auditorio vacío. Apenas se atrevieron a respirar cuando la figura solemne y menuda del director salió de los asientos desnudos para reunirse con ellos en el escenario, mientras sacaba de bastidores sin contemplaciones una escalera de mano y trepaba a la mitad de la misma y les decía, tras aclararse varias veces la garganta, que eran gente con muchísimo talento, gente con la que era maravilloso trabajar.
—No ha sido fácil —dijo, mientras sus gafas despedían discretos destellos hacia el proscenio—. Hemos tenido muchos problemas, y, para seros franco, ya casi me había resignado a no esperar gran cosa de vosotros. Pues bien. Tal vez os sonará cursi, pero aquí ha pasado algo. Esta noche, mientras estaba sentado ahí abajo, he tenido la clara certeza de que todos vosotros estabais poniendo el corazón por primera vez en vuestro trabajo.
Abrió los dedos de una mano sobre el bolsillo de su camisa para ilustrar hasta qué punto el corazón era una cosa simple, física; luego los cerró formando un puño, que procedió a agitar lentamente en una larga y callada pausa dramática, mientras cerraba un ojo y dejaba que su húmedo labio inferior escenificara una mueca de orgullo triunfal.
—Haced lo mismo mañana por la noche —dijo— y la función será apoteósica.
Podrían haberse echado a llorar. Temblorosos, procedieron en cambio a lanzar vítores y risas, a estrecharse las manos y a besarse, y alguien salió a por una caja de cer-
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