Conversaciones con Ian McEwan, p. 237
Querría preguntarle acerca de
Bartleby el escribiente, porque se diría que rompe todas las reglas de la comunicación
humana. No quiere entrar en el juego y vuelve loco al narrador del relato de
Melville. En determinado momento, el narrador se da cuenta de que ése es su
destino, de que Dios le ha mandado a Bartleby, y de que su papel en la vida es
simplemente proporcionarle a Bartleby un lugar tras la mampara de su oficina en
el que estar. Luego pasas la página y no quiere más que librarse de ese
horrible íncubo. Pasa de un estado de ánimo a otro. En cierto modo, es una
historia paralela a «Los muertos », porque la muerte de Bartleby produce
también una poderosa sensación de humanidad. El descubrimiento por parte del
narrador del único pequeño dato que ha podido averiguar sobre la vida de
Bartleby-que tuvo un trabajo en otra oficina que consistía en abrir cartas
muertas cuyos remitentes habían fallecido- produce el famoso grito: « ¡Ah,
Bartleby! ¡Ah, humanidad!» al final del relato. Pero me pregunto, desde el
punto de vista cognitivo, ¿qué le pasa a Bartleby? Siempre he pensado que era
autista.
Pinker: Es posible. El déficit
cognitivo más evidente en el autismo es la falta de intuición, que es
precisamente lo que usamos para leer entre líneas, para meternos en la mente de
otros e imaginarnos qué quieren decir. A menudo, a las personas autistas se les
escapan las sutilezas de la conversación, al menos por lo que respecta a la
comprensión. Un amigo mío, que tiene un hijo autista, llamó a su casa un día y
el chico cogió el teléfono. Mi amigo le preguntó: «¿Está tu madre en casa?» y
el chico dijo: «Sí». Y eso fue toda la conversación. Su madre estaba en casa.
No comprendió que le estaba pidiendo hablar con la madre.
McEwan: Bartleby muestra esa
falta de conciencia.
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