Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BARTEBLY


Conversaciones con Ian McEwan, p. 237

Querría preguntarle acerca de Bartleby el escribiente, porque se diría que rompe todas las reglas de la comunicación humana. No quiere entrar en el juego y vuelve loco al narrador del relato de Melville. En determinado momento, el narrador se da cuenta de que ése es su destino, de que Dios le ha mandado a Bartleby, y de que su papel en la vida es simplemente proporcionarle a Bartleby un lugar tras la mampara de su oficina en el que estar. Luego pasas la página y no quiere más que librarse de ese horrible íncubo. Pasa de un estado de ánimo a otro. En cierto modo, es una historia paralela a «Los muertos », porque la muerte de Bartleby produce también una poderosa sensación de humanidad. El descubrimiento por parte del narrador del único pequeño dato que ha podido averiguar sobre la vida de Bartleby-que tuvo un trabajo en otra oficina que consistía en abrir cartas muertas cuyos remitentes habían fallecido- produce el famoso grito: « ¡Ah, Bartleby! ¡Ah, humanidad!» al final del relato. Pero me pregunto, desde el punto de vista cognitivo, ¿qué le pasa a Bartleby? Siempre he pensado que era autista.

Pinker: Es posible. El déficit cognitivo más evidente en el autismo es la falta de intuición, que es precisamente lo que usamos para leer entre líneas, para meternos en la mente de otros e imaginarnos qué quieren decir. A menudo, a las personas autistas se les escapan las sutilezas de la conversación, al menos por lo que respecta a la comprensión. Un amigo mío, que tiene un hijo autista, llamó a su casa un día y el chico cogió el teléfono. Mi amigo le preguntó: «¿Está tu madre en casa?» y el chico dijo: «Sí». Y eso fue toda la conversación. Su madre estaba en casa. No comprendió que le estaba pidiendo hablar con la madre.

McEwan: Bartleby muestra esa falta de conciencia.


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