Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BENETIANA


Autobiografía de papel, Félix de Azúa, p. 87

Para los de mi grupo, sin embargo, no cabía duda de que el único escritor que se saltaba todas las convenciones artísticas en la España de los años sesenta era Benet, junto con alguien que de un modo igualmente heterodoxo debía ser adscrito a la vanguardia, muy a su pesar, Rafael Sánchez Ferlosio.

Que Benet tenía una idea muy clara de sus propósitos literarios puede constatarse en su ensayo La inspírací6n y el estilo (1966), una de las más lúcidas e imprescindibles reflexiones sobre la literatura que se hayan escrito en España, pero también en su biografía. Como a los poetas del romanticismo, a Benet no le importaba en absoluto «hacer carrera», sólo ir avanzando en las derivas de la prosa como quien experimenta con drogas. Su primer libro, ya plenamente benetiano, Nunca llegarás a nada (1961), es un conjunto de relatos cada uno de los cuales crea una atmósfera densa y fatídica que podríamos llamar «cinematográfica» si no fuera porque a Benet le horrorizaba el cine. Ninguno de los cuentos permite afirmar dónde sucede, quiénes son los personajes, por qué se nos cuenta la historia, quién la cuenta o en qué temporalidad viene a ser. La primera frase del libro, «Un inglés borracho al que encontramos no recuerdo dónde, y que nos acompañó durante varios días y quizás semanas enteras ... », es característica. En efecto, el relato parece narrado por un borracho que no sabe dónde está, ni con quién, ni para qué y es incapaz de distinguir los días de las semanas. Sin embargo, como en otros de sus libros, el lenguaje se convierte en una trampa envolvente de la que no se puede escapar si no es por aburrimiento.


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