La señorita Bruss, la perfecta secretaria, recibió a Nona Manford en la puerta del gabinete materno («el despacho», lo llamaban los hijos de la señora Manford) con un gesto de rechazo de lo más amable.
- Ya sabes que le gustaría verte,
querida, tu madre siempre quiere verte -alegó Maisie Bruss, en un tono engolado
y aguzado por el uso constante del teléfono.
La señorita Bruss, al servicio de
la señora Manford desde poco después del segundo matrimonio de ésta, conocía a
Nona desde que era una niña, y tenía el privilegio, incluso ahora que carecía
de autoridad sobre ella, de tratarla con cierta benevolente familiaridad; la
benevolencia era una característica de la familia Manford.
-Pero mira su agenda, iy sólo
para esta mañana! -continuó diciéndole la secretaria, al tiempo que le tendía
un bloc alargado con el reverso y la parte superior de tafilete, en el que estaba
escrito con anodina caligrafla de secretaria: «7:30: elevación mental; 7:45:
desayuno; 8:00: psicoanálisis; 8:15: ver a la cocinera; 8:30: meditación
silenciosa; 8:45: masaje facial; 9:00: el hombre de las miniaturas persas;
9:15: correspondencia; 9:30: repaso manicura; 9:45: sesión de ejercicios
eurítmicos; 10:00: ondulación del cabello; 10:15: posar para el busto; 10:30:
recibir a la delegación para el Día de la Madre; 11:00: lección de baile;
11:30: comité de Control de la Natalidad en casa ... ».
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