De Vive como puedas, de Joaquín
Bergés, p.60-61
Curiosa y contrariamente las
broncas que tenía con Carmen eran un estrépito de palabras y palabrotas digno incluso
de transcribirse por escrito y leerse luego con calma y espíritu analítico.
Obras maestras del género. Pero Sandra aprendió a lidiar las disputas
domésticas cuando vivía con el padre de
Valle (¿el fantasma de los canutos?) y en lugar de berrear enérgicamente prefiere callar, lo cual es
mucho más intimidatorio. Nada hay más inquietante para un cónyuge que tratar de
imaginar lo que se esconde tras el silencio de su pareja.
Calculo que esta situación se
prolongará por espacio de tres o cuatro días. Es más o menos el tiempo que Sandra necesita para recuperar el
don de la palabra y olvidar lo sucedido. Lo malo es que esta forma de actuar no
favorece la reconciliación y sí el recuerdo, de manera que nuestros trapos
sucios se van depositando en la cesta de la memoria en lugar de ser convenientemente lavados y centrifugados en la
lavadora de la convivencia. Con esta electrodoméstica metáfora en la cabeza he
salido al porche del jardín y me he postrado de rodillas ante un macetero lleno
de geranios.
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