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Sostiene Pereira que le conoció
un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa
resplandecía. Parece que Pereira se hallaba en la redacción, sin saber qué hacer, el director estaba de vacaciones, él se
encontraba en el aprieto de organizar la página cultural, porque el Lisboa
contaba ya con una página cultural, y se la habían encomendado a él. y él,
Pereira, reflexionaba sobre la muerte. En aquel hermoso día de verano, con
aquella brisa atlántica que acariciaba las copas de los árboles y un sol
resplandeciente, y con una ciudad que refulgía, que literalmente refulgía bajo
su ventana, y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez
que casi hería los ojos, él se puso a pensar en la muerte. ¡Por qué? Eso, a
Pereira, le resulta imposible decirlo. Sería porque su padre, cuando él era
pequeño, tenía una agencia de pompas fúnebres que se llamaba Pereira La
Dolorosa, sería porque su mujer había muerto de tisis unos años antes.
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