PRÓLOGO
EL FILOS0FO ANAXÁGORAS DE
CLAZOMENE ESCRIBE A ALGUNOS MIEMBROS DEL CONSEJO DE LA CIUDAD DE LAMPSACO
Mucho me honráis, amigos míos, al
pedirme que escriba, para enseñanza de las edades futuras, una relación de los
pensamientos y acciones de Pericles, el Ateniense, de cuya muerte acabamos de enterarnos.
Y tengo por lo menos dos razones para que me deleite la tarea que me pedís. En
primer lugar, Pericles era mi discípulo y mi amigo; me salvó la vida. De no
haber sido por él, nunca hubiera llegado a esta agradable ciudad de Lampsaco.
Por ello, se justifica que desee conmemorar y, en la medida de mis fuerzas,
hacer inmortal a un hombre a quien debo mucho y que me inspira gran consideración.
Pero tengo otros motivos, ya no de naturaleza
personal, que me impelen a escribir acerca de este gran hombre. Pues creo que
ha de admitirse que ha sido el más emprendedor, el más resuelto y el más
inteligente de todos los griegos de nuestra época. Dejando por completo a un
lado el encanto de su naturaleza y la brillantez de sus realizaciones,
constituye un personaje de importancia filosófica. Los méritos que le atribuyo
son, lo admito, grandes. Sin duda ninguna, cabe decir que Pericles era inferior
a TemÍstocles o a Cimón como general, a Esquilo o a Sófocles como poeta, a mí
mismo o a Parménides como filósofo. ¿Y entonces? Aspectos como los enumerados
no impiden que sea superior a todos nosotros. Como señalé de forma muy
cuidadosa en mi obra filosófica, en todo existen elementos de todo, si bien una
característica, cuando está bien acentuada, determinará la apariencia del conjunto.
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