Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 307. EL OLVIDO QUE SEREMOS / HECTOR ABAD FACIOLINCE
Un niño de la mano de su padre
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En la casa vivían diez mujeres, un niño y un señor. Las mujeres eran Tatá, que había sido la niñera de mi abuela, tenía casi cien años, y estaba medio sorda y medio ciega; dos muchachas del servicio -Emma y Teresa-; mis cinco hermanas -Maryluz, Clara, Eva, Marta, Sol-; mi mamá y una monja. El niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá. Fue la primera discusión teológica de mi vida y la tuve con la hermanita Josefa, la monja que nos cuidaba a Sol y a mí, los hermanos menores. Si cierro los ojos puedo oír su voz recia, gruesa, enfrentada a mi voz infantil. Era una mañana luminosa y estábamos en el patio, al sol, mirando los colibríes que venían a hacer el recorrido de las Bores. De un momento a otro la hermanita me dijo:
-Su papá se va a ir para el Infierno.
-¿Por qué? -le pregunté yo.
-Porque no va a misa.
-¿y yo?
-Usted va a irse para el Cielo, porque reza todas las noches conmigo.
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