Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

AL FIN ESA COSA DISTINGUIDA

De El viajero más lento, de Enrique Vila-Matas, p.51-52
   El final de las vacaciones, que no de la vida, le llegó un mal día de agosto en forma de ataque de hemiplejía que iba a dejarle sentado veinte años en una silla de ruedas. Aunque conservó enteras su lucidez y su memoria, cayó en una confusión total del lenguaje, carente (desde que le abatiera el ataque) de organización sintáctica, reducido a sustantivos o a infinitivos aislados, reducido a un mutismo tan inquietante como su tendencia a partir de entonces a leer (dicen que con los ojos fijos en términos que acaso para él eran ya profundos enigmas) grandes diccionarios. A lo largo de esos veinte años, sus amigos siguieron visitándole y, aunque él sólo pronunciaba de vez en cuando algún que otro infinitivo o sustantivo aislado, resultaba evidente que seguía reconociéndoles a todos y que era muy consciente del estado en el que se encontraba. Y una tarde, rodeado de algunos íntimos, pronunció (después de años de mutismo y ante la sorpresa general) una frase, literariamente patética.
   -Bonsoir les choses d'ici bas - dijo.
   Palabras intraducibles ya que, como ha observado Héctor Bianciotti en el cuento que le inspirara Larbaud, en bonsoir hay crepúsculo, el día que se acaba, en vez de noche, y una leve ironía la colora al referirse a las cosas de aquí abajo, es decir, de este mundo. Sustituirla por adiós alteraría el delicado matiz. 
   Y cuentan que repitió la frase varias veces, siempre conteniendo su risa, sin duda para mostrar que no se engañaba, que sabía que la frase no significaba nada, acaso para comentar la vanidad de toda empresa.

INCIPIT 275. ESCUPIRE SOBRE VUESTRA TUMBA / BORIS VIAN

PREFACIO


Hacia julio de 1946,Jean d'Halluin conoció a Sullivan, en una especie de reunión franco-americana. Dos días más tarde, Sullivan le entregaba su manuscrito.
En el entretanto, le contó que se consideraba más negro que blanco, pese a haber cruzado la frontera; como se sabe, varios millares de «negros» (considerados como tales por la ley) desaparecen todos los años de las listas de empadronamiento y se pasan al otro bando; su preferencia por los negros le inspiraba a Sullivan una especie de desprecio por los «buenos negros», por aquellos a los que los blancos, en las novelas, daban palmaditas cariñosas en la espalda. Opinaba que era posible imaginar, e incluso encontrar en la vida real, a negros tan "duros» como los blancos. Es lo que, por su parte, había intentado demostrar en la breve novela cuyos derechos exclusivos de publicación adquirió Jean d'Halluin tan pronto como se enteró, por su amigo, de su existencia. Sullivan no tenía el menor inconveniente en dejar su manuscrito en Francia, ya que los contactos que había establecido

BENETIANA

Sobre La península de Julián Gracq ( Babelia, 06.04.12)


Científico de la construcción narrativa y orfebre de la frase (y modelo en las dos instancias de Juan Benet," para quien fue seminal, más que Faulkner), leer a Gracq consiste en introducirse en un paraíso intoxicante donde, entre la vegetación frondosa y bellísima siempre hay, a punto de brotar, un convulso mundo de pasiones (el escritor coqueteó con el surrealismo y publicó un libro, lleno de interés, sobre André Breton)

DEL PROGRESO DE LA CIVILIZACION Y LA AMPLIACION DE LA CONCIENCIA DE LA HUMANIDAD

Fernando Pessoa, Libro del desasosiego


A mi sensibilidad cada vez más profunda y a mi conciencia cada vez mayor de la terrible y religiosa misión que todo hombre de genio recibe de Dios con su genio, todo cuanto es futilidad literaria, mero-arte, va sonando gradualmente cada vez más hueco y repugnante. Poco a poco, pero con segundad, en el divino cumplimiento íntimo de una evolución cuyos fines me son ocultos, he venido alzando mis propósitos y mis ambiciones cada vez más a la altura de aquellas cualidades que recibí. Tener una acción sobre la humanidad, contribuir con todo el poder de mi esfuerzo a la civilización se me vienen convirtiendo en los graves y pesados fines de mi vida. Y así, hacer arte me parece algo cada vez más importante, misión cada vez más terrible -deber que ha de ser cumplido arduamente, monásticamente, sin desviar los ojos del fin creador-de-civilización de toda obra artística. Y por eso mi propio concepto estético del arte aumentó y ganó en dificultad; me exijo ahora mucha más perfección y una elaboración cuidada. Hacer arte rápidamente, aunque sea bien hecho, me parece poco. Debo a la misión que en mí siento una perfección absoluta en lo realizado, una seriedad íntegra en lo escrito. (...) Regreso a mí. Durante años he viajado recogiendo maneras-de-sentir. Ahora, habiéndolo visto y sentido todo, tengo el deber de encerrarme en casa dentro de mi espíritu y trabajar, cuanto pueda y en todo cuanto pueda, para el progreso de la civilización y la ampliación de la conciencia de la humanidad.

CONSPIRACION SHANDY

De El corazón aventurero, de Ernst Jünger, p.24-25

Tristram Shandy
Berlín
Durante los combates en Bapaum llevaba siempre conmigo en el guardamapas la edición de bolsillo del Tristram Shandy y también figuraba entre mis cosas cuando aguardábamos la orden de ataque ante la localidad de Favreuil. Puesto que se nos obligaba a esperar en la loma donde estaban las posiciones de artillería, desde el alba hasta bien pasado el mediodía, no tardó en invadirme el tedio, a pesar de que la situación entrañaba peligro. Así pues, comencé a hojearlo, y su melodía entreverada y atravesada por diversas luces, se desposó pronto, como una secreta voz de acompañamiento, con las circunstancias externas, en una armonía de claroscuro. Tras muchas interrupciones y tras haber leído algunos capítulos, recibimos finalmente la orden de ataque; guardé el libro de nuevo y al ponerse el sol ya había caído herido. En el hospital militar retomé una vez más el hilo, como si todo lo acaecido en el intermedio sólo fuera un sueño o perteneciera al contenido mismo del libro como si se hubiese interpolado un tipo particular de fuerza espiritual. Me administraron morfina y continué la lectura ora despierto ora aletargado, de tal modo que los múltiples estados de ánimo fragmentaron y ensamblaron una vez más los pasajes del texto ya mil veces fragmentados y ensamblados. Los accesos de fiebre que combatía con cócteles de borgoña y codeína, los bombardeos de artillería y aviación sobre el lugar a través del cual ya comenzaba a fluir la retirada y donde con frecuencia nos dejaban completamente olvidados, todas estas circunstancias aumentaban aún más el desconcierto, de modo que hoy sólo me ha quedado de aquellos días un recuerdo confuso de un estado de excitación mitad sensibilidad y mitad delirio, en el que uno mismo no se habría sorprendido ni siquiera por una erupción volcánica y en el que el pobre Yorick y el honrado tío Toby eran las figuras más familiares que se me presentaban.
Así, en circunstancias tan dignas, ingresé en la orden secreta de los shandystas, a la que, hasta el día de hoy, he permanecido fiel.

OBLOMOV

De Oblomov, de Iván Alexándrovich Goncharov, p.74-75
- El señor iba a escribir al propietario, ¿no es cierto, Ilia IIIich?

-Sí, le escribiré . Pero todo no se puede hacer al mismo tiempo.
- Podría escribirle en este momento, si quiere hacerlo.
-¡ Ahora! Ahora tengo otras cosas mucho más importantes en que pensar. Imaginas que todo es tan fácil como cortar leña. ¡ Mira, mira, ni tan siquiera tenemos tinta en casa ! -exclamó Oblomov introduciendo la pluma en el tintero--. ¿ Cómo puedo escribir sin tinta?
-Voy a llenarlo de kvas - repuso Zajar, y cogiendo el tintero salió del cuarto, mientras Oblomov buscaba una hoja de papel
-¡ Tampoco hay papel¡ - exclamó Ilia lllieh montando en cólera- . ¡Este ZaJar! ¡Será mi ruina! Te repito que eres un criminal! -exclamó cuando le vio entrar- ¡No te preocupas de nada! ¡En toda la casa es imposible encontrar una hoja de papel de escribir!
Zajar sacó de un cajón media hoja de papel gris.
- No sirve -repuso Oblomov- . Es el que utilizo para cubrir el vaso de noche.
Zajar guardó silencio.
- Bien, dámelo. Luego Alexeiev lo copiará.
Ilia Illich tomó asiento ante la mesa e inmediatamente empezó a escribir:
Muy señor mío ...
- ¡Vaya una tinta! - exclamó-. ¡Otra vez procura ocuparte de las cosas mejor, Zajar!
Transcurrieron unos segundos y continuó escribiendo:
El piso en el cual habito, en el segundo rellano de la casa en la cual se propone usted realizar obras, es muy adecuado para mi manera de vivir a los hábitos que he ido adquiriendo durante mi larga estancia en esta casa. Pero habiéndome enterado por mi criado Zajar Trofimich, de que usted le había dicho que el piso que yo ocupo…
Oblomov se detuvo y releyó lo escrito.
-¡Qué calamidad! --exclamó en voz alta-o He puesto dos veces el cual y luego tres que seguidos.
Corrigió la redacción, pero entonces parecía que el cual hiciera referencia al piso en vez de a la casa. Trató de arreglarlo y suprimió uno de los ques. Tachó la palabra, pero tuvo que volver a escribirla, haciéndolo hasta tres veces; siempre sin el menor éxito.
No hay modo de solucionarlo -murmuró lleno de impaciencia- . ¡Maldita carta ! Pero no quiero romperme la cabeza por una tontería como ésta. Al parecer, he perdido el hábito de escribir cartas de negocios. Pero veo que están a punto de dar las tres." .
- ¡Zajar!
Oblomov rompió en cuatro pedazos el papel y lo arrojó al suelo.

INCIPIT 274. LOS EMBAJADORES /HENRY JAMES

I


Cuando Strether llegó al hotel, su primera pregunta fue acerca de su amigo; no obstante, al enterarse de que Waymarsh no iba a llegar, al parecer, hasta la noche, no se desconcertó del todo. En recepción le entregaron un telegrama, con respuesta pagada, en que aquel le encargaba una habitación «siempre que no fuera ruidosa»; de modo que el acuerdo de que se encontrarían en Chestery no en Liverpool seguía teniendo validez hasta el momento. El oculto prurito, empero, que había impelido a Strether a no desear por ningún concepto la presencia de Waymarsh en el muelle y que en consecuencia le  había llevado a posponer dicha alegría durante unas horas era el mismo que a la sazón le hacía comprender que aún podía esperar sin sentir ninguna decepción. En el peor de los casos cenarían juntos y, con todos sus respetos para el querido Waymarsh -incluso para sí mismo, dadas las circunstancias-, había poco temor de que en lo sucesivo no se vieran con suficiencia. El prurito en activo a que acabo de referirme había sido, por lo que toca al hombre que había desembarcado después, enteramente instintivo; resultado del insistente presentimiento de que, por agradable que fuese, tras separación tan larga, ver la cara de su compañero, todo se disolvería en una bagatela sin importancia si se las arreglaba para que dicha cara se presentase al próximo vapor como la primera «nota» de Europa. A esto había que añadir ya su certeza de que demostraría, como mucho y de todas todas, dicha nota europea en medida más que suficiente.

25

DE LOS POLITICOS

De La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, p.56
Ésta es una idea profunda mía, pero nació a su vez de otro idea profunda. Lo dijo un invitado de papá que vino ayer a cenar: "Los que saben hacer las cosas, las hacen; los que no saben, enseñan a hacerlas; los que no saben enseñar, enseñan a los que enseñan, y los que no saben enseñar a los que enseñan, se meten en política.» Todo el mundo pareció encontrar aquello muy inspirado, pero no por los motivos adecuados. "Cuánta razón tiene», dijo Colombe, que es especialista en falsa autocrítica. Forma parte de aquellos que piensan que el saber vale por el poder y el perdón. Si sé que formo parte de una elite autosatisfecha que sacrifica el bien común por exceso de arrogancia, me libro de la crítica y consigo con ello el doble de prestigio. Papá también tiende a pensar así, aunque es menos cretino que mi hermana. Él todavía cree que existe algo llamado "deber» y, aunque sea a mi juicio quimérico, ello lo protege de la idiotez del cinismo. Me explico: no hay mayor frivolidad que ser cínico.

INCIPIT 273. GABRIELLE DE BERGERAC / HENRY JAMES

1


Mi viejo y querido amigo, con su albornoz de franela blanca y su peluca «acompañada», como ponen en los menús, de un gorro de noche carmesí, dejó pasar un momento allí, sentado junto al fuego. Al final alzó los ojos y yo supe cómo iba a proseguir:
-Á propos, la pequeña deuda que tengo ...
La deuda no era muy pequeña, en realidad, pero el señor de Bergerac era un hombre de palabra y yo sabía que iba a recuperar mi dinero. Con franqueza me dijo qe no veía ningún medio, en el presente o en el futuro, para reembolsarme en efectivo. Sus únicos  tesoros eran sus pinturas, ¿quería yo elegir una de ellas? Tras haber pasado dos veces por semana, a lo largo de tres inviernos, una hora en el pequeño salón del señor de Bergerac, yo sabía que las pinturas del barón eran, con una sola

7

EL NOMBRE DEL PADRE


De La Herdera de Henry James
- ¿Es posible ofrecer más que el afecto más tierno y una fidelidad para toda la vida? – preguntó el joven.
- Eso depende de como se tome. Es posible ofrecer otras pequeñas cosas además, y no sólo es posible, sino que es la costumbre. Una fidelidad para toda la vida es algo que sólo se mide después; entretanto se suelen dar algunas seguridades materiales.¿Cualés tiene usted? ¿Una figura apuesta y unos buenos modales? Todo eso está muy bien, pero no basta.
- Podría añadir algo más - dijo Morris -: la palabra de un caballero.
- ¿La palabra de un caballero de que amará siempre a Catherine? Tiene que ser un caballero muy cumplido para estar seguro de cosa semejante.
- La palabra de un caballero de que no soy interesado; de que mi afecto por miss Sloper es el sentimiento más puro y desinteresado que jamás se albergó en pecho humano. Su fortuna me importa
tanto como las cenizas de esa chimenea.
- Tomo nota ... tomo nota - dijo el doctor -. Pero, después de hacerlo, vuelvo de nuevo a su categoría. A pesar de la solemne declaración que acaba de salir de sus labios, sigue estando en ella. Contra usted no hay nada más que un accidente, si quiere; pero yo con mis treinta años de profesión
médica sé muy bien que los accidentes pueden tener graves consecuencias.
Morris acarició su sombrero (una chistera muy reluciente), y siguió manteniendo un dominio de sí que el doctor se vió obligado a confesar era muy digno. Pero su decepción era evidente.
- ¿No puedo hacer nada para que me crea?
- Si hubiese algo, sentirla tener que sugerirselo, porque, ¿no lo ve?, yo no quiero creerle - dijo el doctor sonriendo.
- Me iré a labrar el campo.
- Seria una tontería.
- Aceptaré el primer trabajo que se me ofrezca, mañana mismo.
- ¡Hágalo cuanto antes! ¡Pero por usted, no por mi
- Comprendo; ¡me considera un vago! – exclamó Morris, en el tono de quien acaba de hacer un descubrimiento. Pero inmediatamente percibió su error y se sonrojó.
- No importa lo que yo considere una vez le he dicho que no quiero considerarle como posible yerno.

DE LA SOCIEDAD DEL ESPECTACULO

De Ayre de Dylan de Vila Matas. P.104-105


   Le cité una caricatura que había hecho de un intelectual el dibujante Daumier; en ella se veía a una dama de aspecto severo que hojeaba enfadada el periódico en la mesa de un café. «No hay más que deportes, caza y disparos. ¡Y nada sobre mi novela!», se quejaba. Ahí estaba, bien evidente, el gran error: creer que un libro tenía que competir con el último asesino en serie o con el último caudillo árabe destronado. ¿O acaso escribimos para los que sólo siguen las noticias de lo que ocurre en WaIl Street, en Siria, en Libia, en Irak, en Grecia, en Japón y en la pujante China?
   Los hacedores de esas noticias todas tan tremendas, decía Bellow, piensan en la conciencia como un territorio que se acaba de abrir para los colonizadores y la expotación, una especie de fiebre por la tierra de OkIahoma. Pero en realidad, el escritor le habla a un lector indefinido, pero que de algún modo imagina que tiene que ser como él, alguien que no se deja ahogar del todo por los cien mil atractivos de OkIahoma y en cambio se muestra interesado por el esfuerzo grandioso que hay que hacer, a menudo un esfuerzo secreto y más que escondido, para poner en orden la confundida conciencia.
   Ese trabajo secreto con la conciencia, traté de explicarle al odioso colega (que miraba cada vez más hacia otro lado) se desarrolla en perímetros alejados del gran espectáculo del mundo. Hay lectores que son conscientes de que a diario los famosos «mercados» y sus parientes más próximos, los dueños del Teatro de OkIahoma, están abusando de su atención. Pero también son conscientes de que los escritores que sobreviven -seguí diciéndole, creo que algo influenciado por la conferencia de Daisy Skelton de aquella mañana- son sólo aquellos que tienen en cuenta la tragedia de tantos lectores de los que se ha abusado y que, a pesar del abuso, aún muestran fuerzas para prestar atención a quienes, como ellos, traten de poner en orden a la enmarañada conciencia. Ese trabajo secreto con la conciencia no se ve jamás en la televisión, no es mediático, habita en las viejas casas de la vieja literatura de siempre.

5

CRISIS EN LA EUROZONA

Es cierto, haciendo balance de la situación, que parece que no hayamos avanzado, y es muy probable que no hayamos avanzado. Incluso es posible que hayamos retrocedido, cosas ambas difíciles de determinar cuando no se conoce el punto de partida ni el objetivo último de nuestro caminar. Pero también puede darse lo contrario, es decir, que hayamos avanzado sin darnos cuenta. Bien es verdad que avanza...r sin enterarse de que se avanza es lo mismo que no avanzar, al menos para el que avanza o pretende avanzar. Visto desde fuera es distinto. Aun así, yo abrigo la esperanza de que este avance real o imaginario, dentro de poco nos conducirá a la solución definitiva o, cuando menos, al principio de otro avance....


El enredo de la bolsa o la vida, de Eduardo Mendoza



INCIPIT 272. LA FORMA DEL AGUA / ANDREA CAMILLERI

Uno


La luz del amanecer no penetraba en el patio de la Splendor, la empresa adjudicataria de la limpieza urbana de Vigáta. Unas densas y grises nubes cubrían enteramente el cielo, como si alguien hubiera tendido un toldo de color gris de una a otra cornisa. No se movía ni una sola hoja. El siroco tardaba en despertarse de su plúmbeo sueño, y el simple hecho de intercambiar unas palabras producía cansancio. Antes de repartir las tareas, el jefe anunció que, aquel día y los siguientes, Peppe Schémmari y Caluzzo Brucculeri estarían ausentes por motivos justificados. Unos motivos más que justificados: ambos habían sido detenidos la víspera cuando intentaban robar a mano armada en el supermercado. El puesto que habían dejado vacante Peppe y Caluzzo fue asignado a Pino Catalana y a Saro Montaperto, unos jóvenes arquitectos técnicos debidamente desempleados como arquitectos técnicos. Ambos habían sido contratados en calidad de «agentes ecológicos» eventuales gracias a la generosa intervención del honorable Cusumano,

9



¡PACO PACO PACO¡

De As pontes do ceo de Ramiro Fonte, p.479-480


-¿Aínda non pasou Franco? -pregunta a iso das dez menos cuarto unha que acaba de chegar. Trátase dunha solteirona que non ten nada que facer a aquela hora e vén sentar nunha das titas desocupadas, mesmo debaixo das árbores da estrada.
- Parece que hoxe se atrasa - di un pamparrán que por alí aparece.
Non é a primeira vez que a parella de municipais percorre as rúas e, se por acaso sorprende un bo número de rapazas xogando á ía, comínaas a que vaian á curva saudar o Caudillo.
Os policías da secreta abandonan precipitadamente os coches. Dentro dun Land Rover, un garda civil comunícase por radiofrecuencia. Os axentes de circulación fan soar o silbato. Comezan a deter a tódolos vehículos. Tanto coches particulares como autobuses de transporte. O Ideal que se dirixe a Ferrol, aínda menos mal, tivo sorte, e xa vai pola Ponte de Pedra.
- Xá vén -asegura Francisca Iglesias Calvo. E a primeira dunha serie de falsas alarmas. O vento trae as dúas badaladas das e media.
A xenre fártase de agardar. Pero, á altura da Academia, xa son visibles os faros das motos da Guardia de Franco. Em cuestión de segundos, aparecen no cruzamento. Frean o xusto na curva fechada, e empurran dunha áulica caravana, composta por media ducia de vehículos.
Entón prodúcese unha amigable discusión entre as testemuñas presenciais. Cadaquén recolle unha opinión distinta sobre o acontecemenro.
-¿Onde ía?
-Ia no terceiro.
-Non, que ía no cuarto ...
En certas ocasións óbrase o milagreo Os motoristas reducen a velocidade na recta, e entran devagariño na curva, asubiando. E, detrás deles, así fan tódolos vehículos. A algunhas mulleres dálles tempo a aplaudir e a berrar:
-¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!
No automóbil de maiores dimensións acéndese un ha luz. Aman esquerda do Generalísimo, trémula e sen tento, pero aínda cruel, elabora un aceno que pode estar destinado quer a un cativiño, quer á nai que porta o filio no colo, quer a unha das rapazas en flor.
Paréceme que vin na efixie baleira do vello o rostro dos retratos oficiais. A luz do coche apágase.
-Ia no segundo.
-Non sei ande tes os ollos. Ia no terceiro.
Nesta ocasión tampouco non hai xeito de pór de acordo ás testemuñas presenciais.
Como lles sucede a tódolos tiranos que se apropian durante langas décadas da vida dun pobo, o Generalísimo deixa atrás Pontedeume convencido de que a historia non o condenará. Pensa nun extraordinario reo, nas nerviosas convulsións do peixe prateado na red e do truel, e sostén unha conversa imaxinaria con ese home que guía os seus pasiños curtOS e tementes palas enchoupadas marxes que lamben as augas burbullantes do río. A historia escríbena case sempre os gañadores. Nunca as vítimas. Só, en especiais circunstancias, os sobreviventes.

JAMESIANA

De El significado de la traición, de Rebecca Eest, p.203
Todas y cada una de las décadas del siglo XIX iban a producir más personajes como Mautthew Arnold , que iban a sentir con verdadera furia que, de acuerdo con los criterios tradicionales al uso, ellos formaban la clase superior de la comunidad, la de los sabios y los profetas , y que eran completamente despreciados por una clase en auge de tiranos industriales. A esa furia le dieron dos salidas distintas. Una consistió en aferrarse con uñas y dientes a la antigua aristocracia terrateniente, con algo a menudo difícil de distinguir del esnobismo, aunque en realidad estuviera pendiente de asuntos más profundos. Para hallar un ejemplo de esta clase de adaptación podemos recurrir a un extranjero que, cuando su descontento adoptó la forma habitual de buscar la salvación en otro país, eligió el nuestro. La aristocracia terrateniente inglesa trasplantada a Estados Unidos, había terminado por considerar físicamente imposible abarcar un terreno vastísimo y en expansión constante, con lo que tuvo un débil crecimiento, excepción hecha de ciertas localidades, en tanto que la Revolución industrial, como dicen los hortelanos, había crecido de prisa , y sus flores filisteas eran exuberantes. Henry James lisa y llanamente volvió la espalda al inquietante panorama y se marchó a Inglaterra , decidido a disfrutar al sol que , aunque con fuerza algo mermada, aún caldeaba las terrazas de las grandes mansiones. Su correspondencia ilustra el curioso hecho histórico de que el siglo X IX, que contempló escasos vestigios materiales del sistema de mecenazgo, fue capaz de generar más cartas respetuosas de intelectuales a aristócratas que el siglo XVIII , cuando los pares del reino eran auténticos mecenas que pagaban en metálico.

INCIPIT 271. BARRA SINIESTRA / VLADIMIR NABOKOV

I


Un charco oblongo engastado en el tosco asfalto; como la caprichosa huella de un pie llena hasta el borde de azogue; como un agujero espatulado a través del cual puede verse el cielo inferior. Rodeado, según advierto, por una difusa y negra humedad tentacular, en los lugares donde se habían pegado algunas pardas y opacas hojas muertas. Ahogadas, diría yo, antes de que el charco se redujese a su tamaño actual.

Yace en la sombra, pero contiene una muestra de un brillo distante, de un sitio donde hay árboles y dos casas. Miradlo más de cerca. Sí, refleja un fragmento de pálido cielo azul -un tono suave e infantil de azul- que deja un regusto de leche en mi boca, porque hace treinta y cinco años tenía yo una taza de este color. También refleja una pequeña maraña de ramitas desnudas y la parda cavidad que ha dejado una rama más gruesa cortada por su base, y una barra transversal de brillante color crema. Se te ha caído algo, esto es tuyo, casa cremosa bajo el sol en la lejanía.

Cuando el viento de noviembre produce uno de sus recurrentes estremecimientos helados, un rudimentario torbellino de ondas diminutas alteran la brillante superficie del charco.

17

LA ESTACION DE PORT-BOU


De Ayre de Dylan, de Enrique Vila-Matas, p.141

Miré lentamente hacia arriba, hacia el tejado del invernadero. ¿Era aquélla la realidad última? No sé por qué, pero aquel tejado me trajo el recuerdo de una noche en la que con mi padre fuimos a dar una vuelta por la estación de trenes de Portbou y vimos que habían que dado atrapados decenas de pájaros, topando allí con la bóveda de hierro, chillando todos con angustia casi humana y estruendo delirante.



LA CAIDA

Cita de Hegel en El castillo de Argol, de Julien Gracq


Si examinamos más de cerca la historia de la Caída -decía-, encontramos, como ya he dicho, que pone de relieve la resonancia universal del conocimiento sobre la vida espiritual. En su forma natural e instintiva, la vida espiritual lleva el vestido de la inocencia y de la confiada simplicidad, pero la esencia misma del espíritu implica la absorción de esa condición inmediata en algo más elevado. Lo espiritual se distingue de lo natural, y en particular de la vida animal, debido a que se eleva al conocimiento de sí mismo y de un ser propio de él. Esa división debe a su vez borrarse y ser absorbida, y e! espíritu puede abrir de nuevo una ruta victoriosa hacia la paz. La concordia es entonces espiritual, es decir, que el principio del restablecimiento se encuentra en el pensamiento y sólo en el pensamiento. "La mano que inflige la herida es también la que la cura".

KURTZ

De El corazón de las tinieblas de Jospeh Conrad


En cuanto a mí, me pareció ver por primera vez a Kurtz. Fue un vislumbre preciso: la canoa, cuatro remeros salvajes; el blanco solitario que de pronto le daba la espalda a las oficinas principales, al descanso, tal vez a la idea del hogar, y volvía en cambio el rostro hacia lo más profundo de la selva, hacia su campamento vacío y desolado. Yo no conocía el motivo . Era posible que sólo se tratara de un buen sujeto que se había entusiasmado con su trabajo. Su nombre, sabéis, no había sido pronunciado ni una sola vez durante la conversación. Se referían a "aquel hombre". El mestizo que, según podía yo entender, había realizado con gran prudencia y valor aquel difícil viaje era invariablemente llamado "ese canalla". El "canalla" había informado que" aquel hombre" había estado muy enfermo; aún no se había restablecido del todo ... Los dos hombres debajo de mí se alejaron unos pasos; paseaban de un lado a otro a cierta distancia . Escuché: "puesto militar... médico... doscientas millas ... ahora completamente solo ... plazos inevitables ... nueve meses ... ninguna noticia ... extraños
rumores". Volvieron a acercarse. Precisamente en esos momentos decía el director: "Nadie, que yo sepa, a menos que sea una especie de mercader ambulante, un tipo malvado que les arrebata el marfil a los nativos".

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