De Los sinsabores del verdadero policía, de Roberto Bolaño, p. 31
En cierta ocasión, recordaba Amalfitano, al salir de un cine Padilla le confesó que pensaba hacer una película en un futuro no muy lejano. La película se llamaría Leopardi y según Padilla iba a ser una biopic al estilo de Hollywood sobre el famoso y multidisciplinar poeta italiano. Como aquella que hizo John Huston sobre Toulouse-Lautrec. La película de Padilla, sin embargo, al no contar con un gran presupuesto (en realidad no contaba con ningún presupuesto) limitaría los papeles principales no a grandes actores sino a colegas escritores, los cuales trabajarían por amor al arte en general, por amor al gobbo en particular o simplemente por figurar. El papel de Leopardi estaba reservado para un joven poeta de La Coruña adicto a la heroína cuyo nombre Amalfitano había olvidado. El papel de Antonio Ranieri Padilla lo tenía reservado para sí mismo. Es el más interesante de todos, adujo. El conde Monaldo Leopardi lo iba a personificar Vargas Llosa, a quien el papel, con un poco más de sombra en la cara y algo de talco, le iba como anillo al dedo. Paolina Leopardi era para Blanca Andreu. Carlo Leopardi, para Enrique Vila-Matas.
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