De Bilbao-New York-Bilbao, de Kirmen Uribe, p. 145-146
El verano pasado leí en la prensa una entrevista que le hicieron a la actriz Meryl Streep. Vino al festival de cine de San Sebastián y los de la prensa le plantearon la siguiente cuestión.
¿Cuál sería la mejor pregunta que podríamos hacerte y cuál su respuesta? Meryl Streep respondió lo siguiente sin pensárselo dos veces: «Hoy en día sirve para algo la ficción?» Ésa era la pregunta que le importaba. Y su respuesta fue ésta: «Si cuenta cosas verdaderas, sí.»
El escritor David Foster Wallace se suicidó el 12 de setiembre. Su mujer lo encontró al día siguiente. Sólo tenía cuarenta y siete años. Foster Wallace se hizo famoso en todo el mundo con The Infinite Jest / La broma infinita, un libro de más de mil páginas. Foster Wallace habla en su novela sobre el futuro, un futuro en el que a los años, en lugar de ponerles números, el 2008, por ejemplo, se les pondrá el nombre de un patrocinador, «Depend, el año de la ropa interior para la gente mayor».
Foster Wallace era innovador, amaba la experimentación, pero en una de las últimas entrevistas que le hicieron afirmó lo siguiente: «Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago. Lo demás no sirve para nada.»
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