Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA ANTIIMAGEN


SENS: on peut voir regarder.
Peut-on entendre écouter, sentir?
M:D.
Tal vez los dos pintores que han ejercido mayor influencia en nuestro siglo son Pablo Picasso y Marcel Duchamp. El primero por sus obras; el segundo por una obra que es negación misma de la moderna noción de obra. Los cambios de Picasso --sería más exacto decir: sus metamorfosis-- no han cesado de sorprendernos durante más de cincuenta años; la inactividad de Duchamp no es menos sorprendente y, a su manera, no menos fecunda. Las creaciones del gran español han sido simultáneamente, encarnaciones y profecías de las mutaciones que ha sufrido nuestra época, desde el fin del impresionismo hasta la segunda guerra mundial. Encarnaciones: en sus telas y en sus objetos el espíritu moderno se vuelve visible y palpable; profecías: en sus cambios nuestro tiempo sólo se afirma para negarse y sólo se niega para inventarse e ir más allá de sí. No un precipitado de tiempo puro, no las cristalizaciones de Klee, Kandinsky o Braque, sino el tiempo mismo, su urgencia brutal, la inminencia inmediata del ahora. Desde el principio Duchamp opuso al vértigo de la aceleración el vértigo del retardo. En una de las notas de la célebre Caja verde apunta: "decir retardo en lugar de pintura o cuadro; pintura sobre vidrio se convierte en retardo en vidrio --pero retardo en vidrio no quiere decir pintura sobre vidrio..." Esta frase nos deja vislumbrar el sentido de su acción: la pintura es la crítica del movimiento pero el movimiento no es la crítica de la pintura. Picasso es lo que va a pasar y lo que está pasando, lo venidero y lo arcaico, lo remoto y lo próximo. La velocidad le permite estar aquí y allá, ser de todos los siglos sin dejar de ser del instante. Más que los movimientos de la pintura en el siglo XX es el movimiento hecho pintura. Pintura de prisa y, sobre todo, la prisa pinta con sus pinceles: el tiempo pintor. Los cuadros de Duchamp son la presentación del movimiento: el análisis, la descomposición y el revés de la velocidad. Las figuraciones de Picasso atraviesan velozmente el espacio inmóvil de la tela; en las obras de Duchamp el espacio camina, se incorpora y, vuelto máquina filosófica e hilarante, refuta al movimiento con el retardo, al retardo con la ironía. Los cuadros del primero son imágenes; los del segundo, una reflexión sobre la imagen.

Picasso es un artista de fecundidad inagotable e ininterrumpida; las telas del otro no llegan al medio centenar y fueron ejecutadas en menos de diez años: Duchamp abandonó la pintura propiamente dicha cuando tenía apenas veinticinco años. Cierto, siguió "pintando" por otros diez años pero todo lo hizo a partir de 1913 es parte de su tentativa por sustituir la "pintura-pintura" por la "pintura-idea". Esta negación de la pintura que él llama olfativa (por su olor a terebantina) y retiniana (puramente visual) fue el comienzo de su verdadera obra. Una obra sin obras: no hay cuadros sino el Gran Vidrio (el gran retardo), los ready-made, algunos gestos y un largo silencio. La obra de Picasso recuerda a la de su compatriota Lope de Vega y, en realidad, al hablar de ella habría que usar el plural: las obras. Todo lo que ha hecho Duchamp se concentra en el Gran Vidrio, que fue definitivamente inacabado en 1923. Picasso ha hecho visible a nuestro siglo; Duchamp nos ha mostrado que todas las artes, sin excluir a la de los ojos, nacen y terminan en una zona invisible. A la lucidez del instinto opuso el instinto de la lucidez: lo invisible no es oscuro ni misterioso, es transparente... Este apresurado paralelo no es una mezquina comparación. Ambos artistas, como todos los que lo son de verdad, sin excluir a los llamados artistas menores, son incomparables. He asociado sus nombres porque me parece que, cada uno a su manera, definen a nuestra época: el primero por sus afirmaciones y sus hallazgos; el segundo por sus negaciones y sus exploraciones. Ignoro si son los "mejores" pintores de este medio siglo. No sé qué quiere decir la palabra "mejor" aplicada a un artista. El caso de Duchamp --como los de Max Ernst, Klee, Chirico, Kandinsky y otros pocos más-- me apasiona no por ser "mejor" sino por ser único. Esta última palabra es la que le conviene y le define.

1 comentario:

Fauve, la petite sauvage dijo...

Perdona, pero "únicos" somos todos.

Un saludo, Pi, hoy te di la lata pero a base de bien... ;-)

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