Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.573. PRIMER CUADERNO BORGES / ROBERTO ALIFANO

 


En una página dedicada a sus recuerdos más entrañables, Jean Paul Sartre escribe que «la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados». Tuve el privilegio de pertenecer al reducido círculo de personas que trataron íntimamente a Jorge Luis Borges, y evocar aquellos días me encanta la existencia. Fui el amanuense que registró para su obra literaria una parte de sus dictados y, también, quien lo acompañó en diálogos públicos durante jornadas en las que viví, de manera casi familiar, imborrables experiencias anotadas en estos cuadernos. Que me haya elegido para escoltarlo en aquel tramo de su creación literaria es un regalo acaso inmerecido que no termino de agradecer.

Sabio, multifacético, siempre literario, con una humanidad y un sentido del humor incomparables, Borges hizo de su estilo de vida otro modo de creación estética. Nadie que lo haya conocido podrá olvidar la felicidad que daba escucharlo; desligado de lugares comunes, con giros poéticos inesperados y sorprendentes, desde el interlocutor ocasional de la calle hasta los vastos auditorios elitistas que supo convocar, todos recibían su palabra, que dejaba estupefacto de asombro.

Borges no fue sólo el artífice de fabulosas tramas literarias, sino también el hacedor de un personaje que en su espontaneidad nunca dejó de brillar. En su interior, como él imagina en «Borges y el otro», habitaban esos dos Borges que jugaban con su realidad de un modo desconcertante e insólito

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