Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SOLDADITOS


Fractal, Andrés Trapiello, p. 52

SUBÍAN al cuartel por la calle Barquillo, a última hora, tres reclutas de paisano antes del toque de retreta. Jóvenes de semblante atezado y embrutecido ya por el trabajo más duro, pero con la belleza de la juventud en la línea de la boca, en el brillo de los ojos, en la firmeza del cuello. Venían sin hablarse, no hostiles, pero tampoco amigos. Compañeros pero no camaradas. Subían lentamente, de la mano del tedio. Imagino lo que habrá sido esta tarde de paseo, errantes por Madrid, que no conocen, hastiados de dar vueltas y con los pies hinchados  (llevaban las botas duras de su uniforme), con el dinero justo para haberse tomado un refresco, sin hablarse, sí, pero soltando de vez en cuando una risotada de paleto ante cualquier cosa que no comprenden para después sumirse en su silencio, en su incapacidad de verbalizar el mundo y de expresarlo.

Se me ha encogido el corazón al verlos, golpeado por su irreductible tristeza. La tristeza de sus bocas, la tristeza de sus ojos, la desoladora tristeza de unos cuerpos hechos para dormir hasta el amanecer en brazos de unas novias parecidas a ellos. Y entonces he sentido al pasar a su lado que esta noche esos niños llorarán en silencio su hombría sobre la almohada y soñarán a su modo en el regreso, en sus lejanas tierras, tal vez en los tiernos abrazos de la amada. Y me enternece su patria hecha de lágrimas y sueños, es decir, ese lugar donde ya no hay palabras, sino un lecho en medio de la noche, como cama de liebre.


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