Oposición, Sara Mesa, p. 150
¿Sabes lo que es el karoshi?, me preguntó días después, interesadísima
de repente en hablar conmigo. Me encogí de hombros, esperé a que me lo
explicara. La muerte por agotamiento laboral, dijo, en Japón caen miles y miles
de personas como moscas cada año. ¿Te imaginas? ¿Morir por trabajar mucho? Una
está tecleando y pum, se muere. O en mitad de una reunión y pum, se muere. O de
camino al curro y pum, se muere. Se lo había contado Víctor, que estuvo un par
de años viviendo en Tokio, me dijo, y en ese momento empecé a confirmar mis
peores sospechas. Las anécdotas que contaba Víctor de aquella experiencia eran
alucinantes, siguió relatando Sabina, como aquello de la gente durmiéndose de
pie en el metro de puro cansancio. Colocaban sus maletines en los
compartimentos superiores, se agarraban a la barra y se quedaban fritos, en
filas ordenadas, los cinco, siete o diez minutos que durara el trayecto. Lo más
flipante era que siempre se despertaban justo a tiempo, como si tuvieran un
reloj interno, se bajaban y se iban
derechitos al trabajo. Los japoneses se quedaban dormidos en cualquier parte y
ese fenómeno también tenía un nombre, inemori.
Echarse una cabezada en una cafetería, en la sala de espera del médico o
incluso en la oficina, solo unos minutitos, como duermen los gatos, siempre en
tensión, eso allí no se considera de mala educación, le había explicado Víctor.
El inemori es una costumbre aceptada
socialmente y, aunque también es producto del agotamiento, no es lo mismo que
el karoshi, porque hay mucha
diferencia entre dormirse y morirse, ¿no?, rió, una diferencia básicamente de
duración, y se retocó el moño que llevaba sujeto con un boli.
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