Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PASOLINI Y LA POLICIA


Pasolini, Miguel Dalmau, p. 346

Cuando ayer, en Valle Giulia, os habéis liado a golpes

con los policías,

iyo simpatizaba con los policías!

Porque los policías son hijos de pobres.

Vienen de los suburbios, rurales o urbanos, da igual [ ... ].

Tienen vuestra edad, queridas y queridos.

Obviamente estamos de acuerdo contra la institución de la policía.

Pero desafiad a la Magistratura, iy veréis!. ..

Es el eje de una declaración donde el artista expone un argumento que nadie quiere ver: los sucesos de Valle Giulia son en el fondo un episodio de lucha de clases: los estudiantes tienen razón, pero pertenecen al bando de los ricos, mientras que los policías militan en el bando equivocado, pero son condenadamente pobres. Exclama Pasolini: «iQué gran victoria/ la vuestra! En estos casos, amigos, a los policías se les ofrecen flores».

Este ataque de Pasolini fue la mecha de un incendio que todavía se recuerda como uno de los más intensos de su vida. El poeta venía a decir que aquellos jóvenes policías eran en realidad los malditos de la Tierra, los desheredados, un último resto de lumpen que el poder había absorbido para mantenerse a salvo. Aunque Pasolini nunca estuvo al lado de las fuerzas del orden, obviamente, en este caso invertía el reparto de roles tradicional entre buenos y malos de la obra. Para ello fijaba la atención sobre esos jóvenes de uniforme a los que el poder vestía «como payasos», a cambio de cuarenta mil liras al mes, y lo peor de todo, a los que reducía a un estado psicológico inhumano. A partir de ahí, esos parias patrullaban las calles sin sonrisa, sin amistad con el mundo, separados, excluidos de la tribu, condenados a seguir siendo odiados por el pueblo. iY solo con veinte años! En el polo opuesto, en el bando oficial de los «buenos», se alineaban estudiantes de clase media, en el fondo «hijos de papá», convertidos en gamberros de salón. Comparados con los primeros, eran vástagos de la élite, como si todos hubieran crecido en barrios ricos como Pratti o Parioli. Y en parte era así.


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