Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MUERTE


Madres, padres y demás, Siri Hustvedt,  p. 75

El día antes de morir, mi madre ya no me conocía. Me había reconocido dos días antes, el día que llegué y algún que otro rato del siguiente, pero el último que estuve con ella no había nada en sus ojos, ni para mí ni para nadie. Ese fue el día en que se sentó en el borde de la cama, y mientras la veía allí sentada percibí la tensión en cada músculo de su cuerpo. Desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la tarde del 11 de octubre de 2019, rechazó todos los esfuerzos de los auxiliares de enfermería para que se recostara. De vez en cuando se le caía la cabeza a causa deI cansancio, pero las amables sugerencias de que estaría más cómoda acostada fueron inútiles.

Hay un nombre para lo que Ie1sucedió a mi madre: delirio o inquietud terminal. Cuando las personas mueren, en ocasiones entran en un estado alucinatorio, beligerante o simplemente agitado. La enfermera de la residencia lo había visto muchas veces antes. Me preguntó si no ayudaría que yo animara a mi madre a acostarse. Dijo que las intervenciones de «la familia» a menudo eran más efectivas que las del «personal».

-No voy a decírselo -dije, y me mantuve firme-. Es la muerte de mi madre y no interferiré.

Ella no insistió.

Aquel día tuve que dejar a mi madre. La abracé, lloré y le dije que la quería, aunque ella no me oyó. Nos gusta separar los síndromes, las afecciones y las enfermedades de las personas, como si no pertenecieran a nadie, pero es una manera falsa de pensar en ellos. La enfermedad forma parte de nosotros y la enfermedad que acaba en muerte varía de persona a persona. En su feroz desafío y resistencia a la muerte reconocí a la mujer que tan bien conocía, la mujer que quería vivir.


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