Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Bye, bye, love


Pasolini, Migel Dalmau, p. 386

Asombrados por el giro drástico de su cine, los medios extranjeros se interesan cada vez más por las opiniones de Pasolini. Ya no es solo la palabra de un director al uso que acude a los festivales, sino de un intelectual cuyas ideas sorprenden, irritan, interpelan al público. A decir verdad, no hay un solo director de cine con palabras tan deslumbrantes fuera del plató. En junio de 1970, el director concede una entrevista a Lui, legendario magazine francés para hombres. En el transcurso de dicha entrevista, se le pregunta cuál es su definición del amor. Y Pasolini recoge el guante. Vale la pena:

“Cuando falta el amor, la gente deja de vivir. Es aniquilada. Es la melancolía, el final de todo. La sociedad se ha dado cuenta y por eso se empeña tanto en exaltar el amor. Es una llave de la productividad, porque sin el amor el hombre no puede producir. Pero, al mismo tiempo, todo tipo de sociedad reprime el mundo sexual porque la energía que gasta el ser humano en hacer el amor no va en beneficio del capital. Cada sociedad es ante todo puritana. Nosotros creemos vivir en una época de completa libertad sexual, pero es una ilusión. El día en que la humanidad alcance la industrialización completa, asistiremos a la llegada de un  drástico moralismo propio de las sociedades más retrógradas y puritanas.”

Indudablemente Pasolini recoge aquí los ecos de Eros y civilización, de Herbert Marcuse, pero su aportación personal dibuja bastante nuestra época. En esta revista erótica se atreve a decir que las relaciones sexuales que comenzaban a imponerse entonces -y que son la marca de nuestro tiempo- no son otra cosa que una licencia del Poder que nos recompensa, así, por nuestro esfuerzo laboral a favor de la industrialización. La consecuencia terrible, claro, es que no se prioriza el amor sino la satisfacción sexual. De este modo, la sociedad moderna nos impide que conozcamos a fondo la potencia del amor y aplicarla de verdad en la vida. Concluye: «La sociedad sugiere en el individuo un concepto falso de sus deseos y de su libido. Quiere que el hombre tenga una idea equivocada del amor, como la tiene de sí mismo».


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