Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LAS RATAS


Vencer el miedo, Jordi Amat, p. 243

Empieza a ser evidente por doquier que los nuevos escritores más auténticos están redescubriendo la virtud de la simplicidad e incluso en la crudeza, y no lo están haciendo por cierto de un modo ingenuo, sino, por el contrario, haciendo visibles los hilos con los que mueven sus marionetas; se aseguran de que al público no le pasen desapercibidos, y jugar con Verfremdungseffekte es todo menos jugar con la propia ingenuidad. En el caso de Martín-Santos, que es psiquiatra en activo, es obvio desde el principio que el pecado de ingenuidad lo cometería cualquiera que tratara de analizar su simbolismo de las ratas corno si fuera un comentario sobre la novela. Este análisis es, de hecho, el contenido de la novela, y el lector no hará estrictamente más que lo que se le ha pedido que haga si sitúa los hechos de la sórdida trama de la novela, demasiado sórdida incluso para un periódico, en un modelo de interpretación mutuamente condicionada: el hecho de que las ratas nacieran y se alimentaran entre los pechos de muchachas jóvenes, el hecho de que esta inusual pero consentida maternidad se arruine cuando una de las chicas corre el riesgo de convertirse en madre «natural», el hecho de que el deseo de salvar las ratas termine en frustración aunque sea muy efectivo para llevar sufrimiento y muerte a las personas implicadas, el hecho de que las ratas (siendo corno son ratas de Illinois) procedan de una cepa más valiosa y mejor cuidada que los habitantes del extraño país donde todo esto ocurre, y el hecho final de que las ratas nunca habrían servido a ningún fin válido, porque la teoría científica que tenían que probar (y ningún personaje del libro muestra ningún otro destello de inteligencia) estaba estúpidamente desorientada. Un país de ratas, poblado por personas  que son corno ratas: así ve Martín-Santos su país, su España. Un extraño barco que se va a pique, podría decirse, al que las ratas acuden desde todas partes en vez de abandonarlo para que se hunda solo.


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